¿Cómo es su relación con Puig?
Muy buena, desde hace mucho. Una relación de lealtad y de entender el mismo proyecto. El president y yo hemos defendido siempre la necesidad de que el PSPV ocupe la centralidad política y ese es el trabajo que se está haciendo.
Hace unos días reivindicaba a los jóvenes alcaldes socialistas. ¿Se ve liderando a un sector del socialismo para optar a la secretaría general del PSPV?
No, no? Me veo donde estoy e intentando sumar a un proyecto que lidera y ha de liderar Ximo Puig. Otra cosa, que sí que reivindico con toda mi fuerza, es que hay un poder muy importante que representan los alcaldes y que no tiene el mismo reflejo en el ámbito orgánico del partido. Lo lógico es que ese poder comience a reflejarse también, pero el primero que abrió el camino para el relevo generacional y con una convivencia normal es Ximo Puig. Es esencial para que el partido comience a cambiar el ciclo.
¿Aspira a cambiar de palacio en 2019?
No. Yo creo que quien tiene que estar en el Palau en 2019 es Ximo Puig. Yo espero desde el palacio en el que hoy me encuentro contribuir al máximo a que sea así.
¿Cuál es su meta entonces en la política?
Nunca he tenido una meta. Siempre ha sido disfrutar y servir al ciudadano. Nunca esperé ser candidato con 27 años, ni ser alcalde y repetir, y tampoco soñaba con ser presidente de la diputación. Nunca he tenido puestos como metas. Mientras lo que haga me llene y piense que pueda servir, continuaré, pero cuando se acabe la ilusión se acabarán todas las metas. La meta es el camino. ¿No dijo eso Gandhi?
Los resultados del PSPV en Ontinyent no han sido buenos, ¿le preocupa?
Mucho, porque soy consciente de que en un pueblo hay un voto a la persona, pero el voto a la marca suma o resta también. Vivimos esa dicotomía desde hace tiempo: en las últimas municipales entraron 12.000 votos en una urna y en la de al lado [la de las autonómicas], 5.000. Soy consciente de que lo que pase a tu marca te afecta. La primera vez que me presenté, la marca Zapatero iba como un tiro, luego?
