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Análisis

La fractura valenciana de Podemos

La lucha en la formación morada local no es de «pablistas» y «errejonistas», sino por la relación con el Consell y la descentralización (o no) del poder

La fractura valenciana de Podemos

¿Es el líder de Podemos en la Comunitat Valenciana «pablista» o «errejonista»? Antonio Montiel es sobre todo de otra generación. Es el profesor veterano que ha tenido sentados a su vera a unos veinteañeros Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), ese laboratorio universitario valenciano tan cuestionado hoy por sus vínculos con la Venezuela chavista donde compartieron inquietudes y aspiraciones cuando Podemos no era siquiera un proyecto.

Su ubicación hoy en lo alto de la estructura autonómica del partido lo situaría más cerca de Pablo Iglesias, pero estilo, tono y maneras lo colocan realmente más próximo del número dos del partido.

Si a esos factores se une el aportado por otra dirigente del partido, Irene Montero (pablista), la predisposición al pacto de la corriente errejonista, la posición de Montiel aún parece más clara. El líder podemista valenciano movió hilos antes del verano „sin éxito„ para entrar en la coalición (PSPV-Compromís) que gobierna la Comunitat Valenciana.

Con esas claves se puede interpretar el retuit que Montiel dio al mensaje de Errejón el pasado miércoles, en plena discusión abierta y virtual sobre el futuro de la formación con el gran líder. «A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros». Ese es el texto que portavoz morado en las Corts quiso compartir.

Para situar el contexto, Iglesias y Errejón se enzarzaron esta semana en un cruce de mensajes sobre si Podemos debe asustar a una parte de la población „la postura del número uno„ o si debe atraer a nuevos públicos „la del dos„ con un discurso más amable. En ese debate Montiel compartió la frase de Errejón y ninguna de Iglesias.

Quizá una imagen funcione mejor para entender la posición de Montiel. Este no es de los que levanta el puño en los mítines y reuniones del partido, como sí es frecuente ver a Pablo y otros dirigentes. Con todo, y pese al retuit, ha evitado declararse formalmente en un lado o en otro. El objetivo es construir y no destruir. Es el mensaje que lanza su entorno ante la disyuntiva.

¿Hay «pablismo» y «errejonismo» en las estructuras de Podemos en la Comunitat Valenciana? Hay dirigentes más cercanos a Iglesias (en ese ámbito se podría ubicar a Sandra Mínguez) y otros a Errejón (Àngela Ballester ha colaborado mucho con él), aunque también hay bastantes que miran de lejos el interminable cruce de declaraciones.

Mínguez y Ballester forman parte precisamente del consejo ciudadano estatal, el máximo órgano de dirección, de manera que viven de cerca el debate. Pero en la periferia, en las costuras autonómicas moradas, la confrontación, que la hay y que ha sido evidente en los últimos meses, tras las elecciones del 26J, no es de familias (no hay «pablistas» contra «errejonistas» o viceversa), ni siquiera de estilos de gobernar la casa.

Las dos fracturas sí que coinciden en un elemento: esconden una parte de lucha de poder, aunque en Madrid y en la calle Turia (sede del partido en Valencia) la enmascaren detrás de otros discursos que suenan mejor.

Uno de ellos, clave en la coyuntura actual de Podemos, es la definición del papel de la formación: si debe mantenerse en la ambivalencia actual „sustenta el Consell bipartito de Ximo Puig y Mónica Oltra, pero no forma parte de él, y se ha presentado a las elecciones generales con Compromís„ o decantarse por jugar solo y estar o no estar en el ejecutivo.

Otro factor es el refuerzo de las estructuras municipales (lo que piden los críticos) o el mantenimiento de una estructura más centralizadora, como la que ha liderado el partido hasta el 26J, que supuso un retroceso del partido.

Por ahora, la pugna valenciana se dirime fuera de cámaras y micrófonos. Los críticos han dejado pasar la oportunidad de intentar la convocatoria de una asamblea ciudadana extraordinaria. No obstante, no descartan forzarla en enero próximo. La brecha continúa.

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