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Procesos congresuales

La pelea interna que llega tras las elecciones

Los partidos políticos en la Comunitat debatirán sus liderazgos en 2017 con más divisiones internas que cuando arrancó la legislatura

Ximo Puig y Carolina Punset, en un encuentro en el Palau.

Año nuevo, vida nueva, pero no necesariamente menos agitada que la experimentada por los partidos políticos valencianos en 2016. De hecho, 2017 llega con turbulencias tanto para quienes tienen responsabilidades de gobierno y aspiran a continuar en el poder, como para aquellas formaciones que sueñan con volver a las instituciones o con estrenarse en ellas. Y es que tras la tempestad electoral (dos elecciones en un transcurso de once meses), llega la contienda interna, la lucha por liderar los proyectos y situarse en la mejor posición cuando arranque de nuevo la carrera electoral a la Generalitat.

Falta aún dos años y medio para las autonómicas, pero todos los partidos son conscientes de la importancia de llegar al ecuador de la legislatura con la casa bien ordenada. La hoja de ruta, tanto de los grandes partidos (PP y PSPV) como de los emergentes (Compromís, Ciudadanos y Podemos), incluye resolver los asuntos domésticos en 2017. La mayoría tiene pendiente sus congresos, citas que se pospusieron en 2016. Cada partido tendrá que enfrentarse a sus propios demonios condicionados por factores externos e internos. Coinciden, eso sí, en que encaran 2017 más divididos que hace año y medio. Algunos, incluso, tienen un riesgo alto de ruptura. El que sigue es un relato del escenario que les espera.

Un congreso clave para Bonig

Los populares de Isabel Bonig tienen a bien presumir de que la pérdida del poder en mayo de 2015 no les ha abierto en canal. Razón no les falta. Tras veinte años controlando los entresijos del poder en la Comunitat, el paso a la oposición podría haber deshecho una organización que ya arrastraba años de peleas internas. La caída a los infiernos de la mayoría de sus referentes abocaba también a una desolación que, aunque ha existido, no ha adquirido tintes de dramatismo.

Bonig y su equipo tienen el mérito de haber evitado que la formación se desmoronara. Ahora bien, pensar que el partido es un remanso de paz sería faltar a la realidad. La prueba de fuego de Bonig será en abril (la fecha está por fijar) cuando se celebre el congreso regional. Llegará después del cónclave nacional, una cita donde el liderazgo de Rajoy ya no se discute, pero que servirá para dilucidar el grado de inmovilismo de un partido que se resiste al cambio.

En principio, la lideresa tiene el camino allanado para revalidar su cargo y convertir lo que fue un dedazo en una decisión avalada por las bases. Es la espina que Bonig tiene clavada. Ahora bien, que carezca de rival solvente, no significa que no tenga detractores internos. Los que más se han visualizado, sobre todo a raíz de la muerte de Rita Barberá, son aquellos que cuestionan la mano dura contra la corrupción, pero no son los únicos. El dirigente provincial, Vicente Betoret, asegura que respaldará a Bonig en el congreso, si bien quiere algo a cambio: que la dirección regional no boicotee su continuidad al frente de la organización provincial. Las espadas, sin embargo, están en alto, sobre todo porque la confianza entra la dirección regional y la provincial se rompió hace tiempo.

El problema Sánchez y cómo rentabilizar la gestión

El secretario general del PSPV, Ximo Puig, no debería en principo tener grandes problemas para revalidar su liderazgo en un congreso que sigue sin fecha, pero que en Blanqueries sitúan tras el verano de 2017. Ostentar la jefatura del Consell es prácticamente una garantía para continuar, pero haber recuperado la Generalitat tras veinte años de travesía en el desierto no ha solventado todos los problemas internos. Y, en este caso, las diferencias se han agravado por una causa externa: la lucha por el liderazgo del PSOE a nivel nacional. La política de alianzas escogida por Puig y su participación en la caída de Pedro Sánchez, ha animado al sector crítico y a parte de las bases. La sangre no ha llegado al río y el mal menor sería un congreso con algo de contestación interna. Peor sería para Puig si Pedro Sánchez logra en primarias el respaldo de la militancia para volver por la puerta grande a Ferraz. Con el exsecretario general los puentes están rotos y tener en Madrid a un enemigo declarado, no es la mejor de las opciones.

A nivel interno, Puig tiene otro reto: acallar las voces internas que creen que el partido debe luchar contra el creciente protagonismo de Compromís, socio de Gobierno. No faltan quienes piensan que el PSPV debe reaccionar para sacar más partido a la gestión en detrimiento de una formación con la que tarde o temprano deberán enfrentarse en las urnas.

Una convivencia que resiste con recelos y nuevos críticos

Compromís tampoco ha encontrado la varita mágica que le salve de los problemas domésticos. La coalición, un experimento de éxito que logró sumar a partidos con almas y proyectos vitales distintos, ha ido capeando los conflictos internos. Los problemas clásicos son los que tienen que ver con el encaje de sus miembros y con la conciliación de intereses entre un partido nacionalista (Bloc) y un partido de izquierdas de nuevo cuño (Iniciativa) con poca militancia, pero con una lideresa con innegable tirón, Mónica Oltra. De momento, la convivencia funciona, pero siguen los recelos e incluso se han intensificado por el roce en la gestión. El camino para que la coalición se convierta en partido está cortado.

La confluencia con Podemos sigue suscitando desacuerdos, ya que un sector del Bloc apuesta abiertamente por no tenerlos como compañeros de viaje en 2019. A estos viejos problemas internos, se ha sumado otro: Gent de Compromís, formado por los militantes adheridos directamente a la coalición. Quieren poder de decisión en la ejecutiva. Compromís les da largas y no tiene en mente celebrar un congreso que cambie la actual relación de fuerzas. El máximo órgano es el Consell General que debería reunirse cada dos años. No hay noticias de él.

Un grupo parlamentario partido por la mitad

Ciudadanos es sin duda uno de los cinco partidos cuya vida interna se antoja más complicada en 2017. La falta de cohesión fue visible desde el inicio de la legislatura, pero las diferencias que podían ser lógicas en un partido en construcción han derivado en una fractura en toda regla. El grupo parlamentario está dividido en dos: uno liderado por el tandem síndic Alexis Marí-Carolina Punset (aunque ésta tiene el escaño en Estrasburgo) y el otro, arropado por la dirección nacional.

Tal es el divorcio que Albert Rivera ha estado esta semana en Valencia para tratar de escenificar una imagen de unidad. De la Comunitat, precisamente, le ha salido una rival para el congreso de Ciudadanos que se celebrará en unas semanas: su antiguo fichaje Carolina Punset. La europarlamentaria abandera el discurso de la democracia interna y el distanciamiento con el PP. Punset, en alianza con Alexis Marí, exige primarias también para elegir las direcciones regionales. La maniobra de Punset, cuyo objetivo es tomar el control de la organización en Valencia, es arriesgada. Si sale mal, el grupo parlamentario podría romperse definitivamente.

En todo caso, con un grupo roto y las encuestas en contra, el futuro de Ciudadanos es sombrío en la Comunitat Valenciana.

La arriesgada apuesta de Montiel por Errejón

2017 será también un año en el que Podemos vivirá peligrosamente. Al secretario general de la formación morada, Antonio Montiel, se le acumulan los conflictos internos a las puertas de los procesos congresuales. Su apuesta por Íñigo Errejón, el dirigente podemista enfrentado a Pablo Iglesias, es arriesgada. Podría hacerle ganar o perder fuerzas en función de cómo se solvente el llamado Vistalegre II y ser determinante para su proyecto político en la Comunitat.

Montiel no tendrá una Asamblea Ciudadana tranquila. Desde hace tiempo, hay voces críticas con el rumbo de la organización, un sector que quiere radicalizar su papel de oposición frente a la posición del líder autonómico, que desde una posición crítica, está facilitando la gobernabilidad.

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