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Entrevista

Julio Martínez: "No hay tanta belleza en la ingeniería actual porque ya no existe el personalismo"

Fue el primero que introdujo la técnica de estructura mixta hormigón-acero en España

Julio Martínez, Premio Nacional de Ingeniería Civil 2017. levante-emv

Autor de proyectos como el puente que cruza el Ebro por Tortosa o la Torre de Collserola en Barcelona, Julio Martínez se jubiló en 2013 y desde entonces dedica su tiempo a la pintura del siglo XIX, un amor que compaginó a lo largo de su carrera.

Recibe el Premio Nacional de Ingeniería Civil y ya tenía la Medalla al Mérito Profesional del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, y el Premio Internacional «Torre de Collserola». ¿Cómo se siente al completar esta 'triple corona'?

Es muy emocionante recibir este reconocimiento de los compañeros. Son los tres grandes premios que podemos alcanzar los ingenieros, aunque el de ahora es el más importante, porque el Nobel me queda lejos -bromea-. Siempre quise hacer todo lo relacionado con la ingeniería civil, tanto investigación, como enseñanza, diseño o análisis. Me siento un buen representante del gremio y me ha encantado hacerlo, porque no me cuesta. Haces una tarea fundamental para la sociedad, somos una profesión que entrega a la gente una base para hacer la vida más confortable.

¿Cuál ha sido su trayectoria?

Empecé en 1962, estando en la carrera, como investigador en el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, donde el hormigón era el protagonista, y en seguida fui nombrado jefe de la sección de ensayos mecánicos, estando nueve años. A la vez trabajaba por las tardes en un estudio de estructuras metálicas. Al combinar ambos materiales lo definí como estructuras mixtas y pude introducir esta técnica en España, aunque ya se estaba usando por Europa. Tengo el honor de implantarlo en nuestro país. Más adelante formé mi propio estudio con José Ordóñez y empezamos a diseñar puentes como el de Juan Bravo en la Castellana de Madrid o el de Tortosa por encima del Ebro. Mi último paso fue crear el estudio de ingeniería MC2, que fue adquirida por el Grupo Typsa en 2013 cuando yo tenía pensado jubilarme. En 1992, cuando llegaron simultáneamente los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla fue nuestro momento de bonanza ingeniera.

También fue docente en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid. ¿Hay talento nacional?

Sí, estuve desde 1963 hasta 2010. He visto pasar por allí a todos los que eligieron la rama de estructuras que luego fueron colaboradores. La evolución en España ha sido formidable, somos un país puntero. La formación que se da aquí se ve en pocos lugares.

¿Pero estos nuevos ingenieros tienen la misma cabida laboral hoy en día como la tuvo usted?

Yo me siento un privilegiado porque fui de los últimos que podían dirigir personas. Podía hacer un diseño, calcularlo, construirlo y rematarlo en todas las facetas. Ahora es imposible porque las obras las llevan a cabo equipos muy complejos en el que cada uno hace una parte y ya no hay el protagonismo del pasado, en parte por el bagaje legal que obliga a ello. No quiere decir que sea peor, pero ya no hay ese personalismo, ni tanta belleza en el trabajo. Aunque en España ya no haya tanto trabajo, los españoles están muy bien reconocidos en el extranjero y tienen altos cargos.

Respecto a las estructuras mixtas de hormigón-acero, ¿cómo introdujo esa técnica en España?

Lo adapté de dos libros, uno alemán y otro americano. Luego en 1978, adapté otra publicación que la ingeniería española cogió como manual de acción y se lanzó a hacer estructuras mixtas.

¿Qué siente cuando vuelve a ver sus obras? ¿Piensa que se quedarán para la historia?

Siento como si fueran una especie de hijos de los que me siento orgulloso porque han aguantado bien, sirven a la sociedad y no se han rebelado.

¿Dónde fue el lugar más extraño donde realizó su proyecto?

En Uruguay me mandaron hacer dos puentes, primero sustituyendo a uno americano de los años 30, que fue un reto, y el otro fue un camino al aeropuerto y me pidieron que tuviera un elemento iconográfico. Ahora está muy concurrido pero que en su momento era una zona que no servía para nada.

Más de veinte puentes proyectados junto a José Antonio Fernández, ¿qué les unía?

De muy joven me presenté a una cátedra de arquitectura y allí estaba José Antonio. Su familia y la de mi mujer se conocían, nos presentaron y vimos que teníamos las mismas inquietudes. Junto a mi futuro cuñado, Alberto Corral, proyectamos el puente de Juan Bravo en Madrid y lo ganamos. Luego continuamos los dos solos y tuvimos la suerte que su hermano fue ministro y nos abrió muchas puertas.

¿Qué hay de valenciano en sus proyectos?

Nací en València, pero mi vida la hice en Madrid. Le tengo mucho aprecio porque he hecho muchos proyectos allí, pero mis obras son más griegas o mediterráneas por mi curiosidad con las esculturas y el arte. Eso sí, siempre he sido del Valencia C. F. a pesar de vivir en Madrid. Llegué a presentar un proyecto para la cubierta del Nou Mestalla pero se lo dieron a Mark Fenwick.

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