¿Qué redes y colaboraciones tienen con otros centros?

L'Oceanogràfic es único y mantenemos animales muy especiales y particulares. Parte de nuestra obligación no es solo cuidar bien de ellos, sino enseñar a conservar las maravillas del mar y establecer todas las redes posibles para que se magnifique el potencial de los animales. Somos un centro muy abierto y a veces buscamos colaboraciones, pero otras veces nos contactan. Por ejemplo, con la beluga Kylu estudiamos con un instituto de Estados Unidos cómo repercute el tráfico marino en su comunicación. Es una oportunidad y es lo que la sociedad exige; los zoos no son como antes, son una herramienta fundamental de conservación de las especies. También, gracias al descubrimiento de la embolia gaseosa, participamos en la discusión de la nueva ley que regula los tipos de pesca de Estados Unidos. Ese es el final que esperamos de las acciones, que tengan un impacto sobre la regulación.

¿Cómo se compagina la investigación con estar a pie de playa?

Nuestro trabajo es una tarea mixta y nuestro deber es facilitar y generar los enlaces con el departamento de investigación, universidades y diferentes investigadores para aprovechar estos recursos. No solo se trata de recuperar a la tortuga, sino de generar un impacto en la sociedad o en la ciencia que sirva para proteger el ecosistema.

Por ejemplo, el nacimiento de Kylu ha supuesto una gran oportunidad, ¿no?

Gracias a tener animales aquí, descubrimos enfermedades y estudiamos lo que en el medio marino sería muy difícil. Hacemos ecografías, vemos cómo están antes o después de hacer ejercicio... información que de otra manera sería imposible de conseguir. Mientras los tenemos en recuperación también podemos ir obteniendo información muy valiosa de ellos. Parte de la responsabilidad de tener los animales es educar, pero también hay una obligación muy potente desde el punto de vista científico.