Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Litoral valenciano

València y Alicante lideran la destrucción de la costa española por el urbanismo salvaje

El 74 % de la línea de playa valenciana está urbanizado y municipios como Finestrat tienen el 100 % cubierto de cemento

Edificios de apartamentos en Benidorm. manuel lorenzo/efe

València y Alicante lideran en las últimas tres décadas la destrucción de la costa española por el urbanismo salvaje, según revela un informe de Greenpeace y el Observatorio de la Sostenibilidad. El 74 % de la línea de playa de la Comunitat Valenciana está urbanizado y hay municipios como Finestrat que han cubierto de cemento el 100 %. Los responsables del estudio advierten de que las playas y sus ecosistemas «son la tabla de salvación para adaptarnos al cambio climático» ya que generan lluvias para frenar las sequías y amortiguan las inundaciones y la subida del nivel del agua. Las únicas zonas que se han mantenido intactas desde la aprobación de la Ley de Costas en 1988 son los espacios con una protección específica como los parques naturales.

El informe, que tiene un ámbito nacional y se llama «A toda costa», destaca que la C. Valenciana es la autonomía con más playas cubiertas de cemento. Casi tres cuartas partes de la línea de playa (74,3 %) está urbanizada. «La degradación de la cobertura vegetal conlleva la disminución de la capacidad de generación de lluvias y de amortiguación de inundaciones, a la vez que aumenta el riesgo de erosión. Esta situación es especialmente preocupante en esta zona del Mediterráneo caracterizada por lluvias torrenciales e irregulares, y más en un contexto de cambio climático», alerta el documento.

Greenpeace y el Observatorio de Sostenibilidad han evaluado por primera vez el estado de las costas españolas teniendo en cuenta los primeros diez kilómetros de la franja litoral del país. El estudio supera así los 100 metros que la ley considera playa y analiza desde hace treinta años hasta la actualidad la pérdida de los servicios y bienes ambientales que proporcionan los ecosistemas de las costas españolas.

Los responsables de la investigación inciden en que la radiografía que arroja el informe «es preocupante. El impacto humano sobre esta franja de diez kilómetros de costa es enorme. Las causas son básicamente dos: la expansión del cemento y los grandes incendios forestales». En concreto, la destrucción de ecosistemas por la construcción y los grandes incendios forestales ha aumentado un 120 % en las últimas tres décadas.

Presión urbanística

La Comunitat Valenciana tiene 518 kilómetros de costa, y más de la mitad son playas (356 kilómetros). «Este hecho, unido a una adecuada orografía para la construcción, un clima suave con un verano muy largo y la enorme presión del sector turístico-inmobiliario ha posibilitado la transformación de la costa en cemento. La cercanía a Madrid, su condición de destino turístico tradicional y las existencias de una buena red de transporte han disparado al sector de la construcción», destaca el análisis.

La C. Valenciana es la segunda autonomía (solo está por detrás de Cataluña) con los ecosistemas costeros más deteriorados. El informe precisa que el 23,1 % de la superficie analizada es improductiva debido sobre todo a la construcción (22,9 %) y a los grandes incendios forestales (0,2%). Esta situación ha provocado una reducción de la superficie agrícola. «El sector productivo valenciano basado en la agricultura tradicional está en profunda regresión probablemente por el cambio de la orientación de la economía hacia el sector del turismo», puntualiza el estudio.

En el caso de la provincia de València, las principales consecuencias de la presión urbanística han sido un deterioro destacable en el 15,1 % de las playas naturales entre 2005 y 2014 y un incremento del 11,7 % de las áreas desprovistas de vegetación. «El resultado de 11.563 nuevas hectáreas de suelo artificial desde 1987 es que casis tres cuartas partes de la línea de playa de València está urbanizada (74,3%), porcentaje solo superado por Barcelona, Alicante, Málaga y las escasas playas guipuzcoanas», señala el estudio.

Las consecuencias directas, según los responsables de la investigación, son la menor capacidad de autoabastecimiento por la pérdida de superficies de cultivo. «Este hecho, junto a la disminución de la capacidad de generación de lluvias por la deforestación, lleva a la reducción de dos de los recursos más esenciales: agua y comida», puntualiza el documento.

El análisis insiste en que es «muy alarmante el incremento del riesgo de erosión, debido principalmente a los incendios que dejan el suelo desprotegido frente a las inclemencias meteorológicas como lluvias torrenciales o gotas frías, muy comunes en València. Estos fenómenos cada vez serán más frecuentes en un escenario de cambio climático». Además, los hábitats naturales también se han degradado y los incendios, que se repiten frecuentemente, no dejan que se recupere la vegetación. La degradación de los cauces de los ríos ha aumentado el riesgo de inundación en caso de lluvias torrenciales.

Costa Blanca

En el caso de Alicante, el 28,5 % de la franja costera no produce ningún beneficio ambiental a la población por haberse deteriorado como consecuencia de la urbanización del territorio, que ha sumado 20.636 nuevas hectáreas artificiales desde 1987. Con unas playas que tienen más del 80 % de su línea interior urbanizada, la intensa transformación de la costa alicantina se debe a la construcción de viviendas turísticas, según el estudio.

«Esta presión cementera afecta a casi todos los servicios ambientales. La reducción de la superficie destinada a la producción de alimentos disminuye la capacidad de autoabastecimiento por la pérdida de cultivos y pastizales», destaca el informe. Además, se ha perdido diversidad biológica por la desaparición de hábitats naturales «en una zona especialmente interesante para la biodiversidad mundial (sudeste de la península ibérica)». Los responsables de la investigación alertan de que en Alicante también hay un importante riesgo de erosión por la expansión de suelo desprovisto de la protección de la vegetación.

La situación en Castelló es un poco mejor, aunque el 15,2 % de la costa está degradada por la construcción de viviendas. Desde 1987 se han construido 9.258 hectáreas de nuevas superficies artificiales. Al igual que en Alicante y València, «es alarmante la degradación del paisaje natural a causa del urbanismo. También es muy acusado el incremento del riesgo de erosión debido sobre todo a la pérdida de vegetación que protegía el suelo», recoge el informe. Entre 2005 y 2014, las áreas de cultivo y pastizales se han reducido un 10,6 % y las desprovistas de vegetación han aumentado un 33,8 %.

El análisis lamenta que la ley de Costas (que ha funcionado bien en la protección del uso público de las playas) ha tenido un éxito muy limitado «como herramienta para garantizar la sostenibilidad en el litoral fuera del dominio público. Por sí sola, la presente ley de Costas ha fracasado en el objetivo de poner freno a la urbanización desbocada, especialmente en la costa mediterránea. En estas costas, el principal freno a la urbanización lo han puesto las figuras de protección a la naturaleza».

Los responsables del estudio proponen, entre otras medidas, la creación de infraestructuras verdes y amplios corredores que protejan procesos ecológicos esenciales y unan diferentes áreas protegidas y la costa con las zonas de interior. Además, consideran esencial aumentar las áreas protegidas (tanto terrestres como marinas) para detener el proceso de degradación de la costa.

Compartir el artículo

stats