Existe un estrecho vínculo entre el maltrato animal y la violencia interpersonal, por lo que una detección a tiempo de este tipo de conductas agresivas hacia los animales, acompañadas de una legislación que las sancione penalmente como es debido, serviría para evitar posteriores delitos más graves como homicidios o violaciones. Esa fue una de las conclusiones a las que se llegó en unas jornadas organizadas por la sección de Derecho Animal del Colegio de Abogados de València esta semana en la sede del ICAV. «Alguien que maltrata a un animal es un potencial agresor machista», sostiene Amparo Requena. Numerosos estudios avalan esta afirmación.

Así, un 41 por ciento de los detenidos por violencia contra la mujer había cometido a lo largo de su vida maltrato animal, según un estudio de 2014. De igual modo un 55,3 por ciento de los presos que tenían historiales de violencia hacia sus parejas admitió haber herido o matado a animales. Significativo también es otro estudio de Frank R. Ascione, Claudia V. Weber y David S. Wood, en el que ya alertaban en 1997 de que el 71 por ciento de las mujeres maltratadas había declarado que su pareja había amenazado, herido o matado a sus mascotas y que un 75 % de estos incidentes se había producido en presencia de la víctima «para intimidarla y controlarla».

La psicóloga forense Lorena Manrique explicó cómo algunos agresores machistas se aprovechan del vínculo emocional que tiene su víctima con el animal, llegando a utilizarlo como herramienta para causar un daño añadido a ésta. De hecho, un porcentaje alarmante de mujeres maltratadas reconocen que tardaron en alejarse de su agresor por temor a represalias contra sus mascotas. Asimismo, algunas llegan a prolongar la relación hasta dos años por este miedo a que pueda causarle algún daño al animal.

Separarse de su mascota

Otras víctimas se encuentran el obstáculo de que no hay viviendas o centros donde puedan estar acogidas junto a su mascota, quien también es un miembro más de la familia. «Hay mujeres que no quieren separarse de su perro o de su gato y hasta que no encuentran un centro de acogida para él siguen aguantando junto a su maltratador», admite Manrique.

Por su parte, María González Lacabex, coordinadora de Profesionales por la Prevención de los Abusos (CoPPA), remarcó el amparo legal que hay en la actualidad ante este tipo de violencia y las lagunas jurídicas que todavía hay que superar para que el maltrato animal no sea considerado un delito menor o los animales dejen de ser considerados como cosas por algunos tribunales. «En las órdenes de protección no se incluye qué se hace con los animales de la pareja, y al no estar previsto en la ley, queda a discreción del juez de turno», lamenta la experta en Derecho Animal.

Desde la Fiscalía de Medio Ambiente de València se lleva tiempo trabajando para superar estas barreras y dar la relevancia que se merecen este tipo de delitos que hace unos años ni siquiera llegaban juicio al no haber un Ministerio Público que los llevara adelante, quedando solo en manos de la fuerza que pudieran ejercer como acusación particular las protectoras o partidos animalistas. El fiscal Eduardo Olmedo recordó algunos de los casos que han acabado en condena, en las que ya va aparejada también la inhabilitación para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de los mismos.

Un juzgado de lo Penal de València condenó a un año de prisión a una mujer que arrojó al perro de su compañero de piso desde un séptimo piso tras una discusión. En la sentencia el juez remarca que la acusada actuó «para destruir el interés último del objeto de la disputa», ya que el hombre quería bajar a pasear al animal y por ello discutieron. Otro caso en el que se observa un claro vínculo entre violencia animal y otros hechos delictivos es el de un pederasta condenado por abusar de sus hijos y al que se le encontraron vídeos en los que obligaba a niños a tener sexo con animales, que expuso la jueza de Instrucción de Lugo Pilar de Lara Cifuentes.

Siendo todavía niños

La crueldad hacia los animales en la infancia está directamente ligada a casos de bullying y genera mayor probabilidad de comportamientos violentos en la edad adulta. Disfrutar torturando a un animal es un indicador de una personalidad psicopática apreciable ya siendo niños.

También se han dado casos de «padres que pegan a los perros como castigo a su hijo porque ha suspendido», añade Amparo Requena. «Como los animales no hablan se dirige la violencia hacia ellos, los más indefensos».