La macrooperación policial que ha acabado con cientos de establecimientos sancionados en la Comunitat Valenciana por piratear la señal de televisión de los partidos de LaLiga, la Champions League y la Europa League no ha sido, en absoluto, fruto de la suerte ni de un chivatazo, sino que para desarrollarla se han aplicado técnicas de big data o análisis de datos.

Todo empezó en junio, dos meses después de la llegada de Villabona a LaLiga. Fue entonces cuando saltó el escándalo: el organismo que encabeza Tebas espiaba a la legión de aficionados al fútbol que hay en España a través de la aplicación móvil del organismo, que en ese momento acumulaba 10 millones de descargas.

Como otras app, instaba al usuario a dar permiso para acceder al micrófono y a la ubicación. La respuesta acababa siendo que sí para que la aplicación funcionase como es debido.

Así, los 10 millones de usuarios se convirtieron en la voz y los ojos de LaLiga para detectar los bares en los que se emitían partidos sin haber pagado a LaLiga y, por ende, a Mediapro, la empresa dueña de los derechos de emisión hasta junio. ¿Cómo? Con las armas del big data.

En cada partido, LaLiga emite unos sonidos determinados en un momento concreto. Los micros de los móviles lo captan y, como con cualquier otro sonido, lo convierten en un código binario. El sistema informático lo coteja con el código binario indubitado -el que ellos han generado- y, si coincide, significa que el dueño del móvil está viendo el partido en emisión para bares, diferenciada de la de los particulares. La geolocalización sitúa todos los móviles en un mapa. Si hay varios en un punto sin contrato registrado, ¡bingo!