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Análisis

Bajo el encanto del centralismo

Todos los partidos valencianos de ámbito español han comprobado estas semanas el poder de sus estructuras en Madrid

Bajo el encanto del centralismo

El armazón de Ciudadanos ha crujido esta semana, cuando se ha desmarcado de la unanimidad de los partidos valencianos sobre la propuesta de reforma del Estatut d'Autonomia. Lo llamativo es que en las Corts había respaldado la modificación en el pasado y que hace unas semanas había planteado una enmienda al documento, que fue aceptada por el resto. El grupo naranja valenciano ha intentado salir del paso (ha hablado de paripé y de olvido de la infrafinanciación) frente a lo que todos los demás han visto como un repliegue de velas ante Albert Rivera.

Una reforma estatutaria que pretende blindar las inversiones del Estado en el territorio valenciano no encajaba en la estrategia «nacional» de un partido que ha hecho bandera de la batalla contra cualquier nacionalismo periférico. No es la primera vez, además, que trasluce el peso de la organización central en la toma de decisiones en la sede de la calle San Vicente de València.

El caso de Cs ha sido especialmente llamativo estos días, pero no es exclusivo. Todos los partidos valencianos de ámbito español (Compromís es el único que quedaría al margen) han comprobado en los últimos tiempos el poder que emana del centro.

Desde el origen de sus ocho siglas, el PSPV-PSOE es un partido con dos almas. Es el resultado de una fusión de la que se han cumplido cuarenta años y que nunca ha sido una asimilación completa. Se ve en cada congreso. El alma más nacionalista, a la que Ximo Puig es sensible, tiene entre sus fijaciones lograr una mayor emancipación de la nave nodriza de Ferraz. Algo que el espíritu 100 % PSOE observa como una estrategia para homologarse al Partit dels Socialistes Catalans (PSC), con todo lo que eso implica hoy en día.

El ala PSPV lo volvió a intentar en el cónclave de 2017 y se encontró con el freno de la organización central. A la dirección actual de país (sin respaldo total al respecto, queda dicho) le gustaría gozar de libertad para decidir sobre sus estructuras internas, pero el PSOE de Pedro Sánchez dijo que no.

Entre tiras y aflojas, lo único claro es que los nuevos estatutos valencianos están aún a falta de aprobación oficial más de un año después.

El anhelo federalizante es una constante en la izquierda. Debe resonar la máxima fusteriana de que «el País Valencià serà d'esquerres o no serà». También se observa en Podemos. Y con pocos resultados reales hasta la fecha. La mano de Pablo Iglesias y su núcleo es alargada. El sector crítico valenciano, con leales a Antonio Estañ y herederos del errejonismo, presentó su lista alternativa al Congreso de los Diputados hace dos días bajo la percha de la necesidad de una mayor descentralización de la formación morada. Una propuesta por «un Podemos federal que se parezca más a la España plurinacional». Así dio la cara en sociedad.

Como pasa en Cs, el PP tampoco es de exhibir públicamente discrepancias con Génova, aunque internamente deje entrever que algunas actitudes escuecen. Los populares mantienen un gran frente abierto: la candidatura de la ciudad de València, pieza de caza mayor electoral.

El entorno de la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, insiste en que la decisión no es toda de Madrid, sino compartida. En todo caso, no quedan dudas de que el control de los tiempos es de Pablo Casado. Puede ser que comparta su decisión con Bonig, pero la hará pública cuando considere. El centro tiene mucha voz.

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