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Entrevista

Manuel Mata: "Hubiera matado por ser alcalde de València, pero es una puerta ya cerrada"

El «tédax de guardia» del Botànic analiza las elecciones del 28A: «Puig y Sánchez se están jugando el futuro de la socialdemocracia»

Manuel Mata: "Hubiera matado por ser alcalde de València, pero es una puerta ya cerrada"

Una entrevista con Mata es un género imposible: deriva en conversación donde cualquier tema es bienvenido y no están prohibidos meandros de la memoria para recordar anécdotas, libros o ciudades.

Llega puntual con un puñado de periódicos debajo del brazo, como es habitual cruzárselo en las Corts, y una bufanda que demuestra que el calor se ha fugado estos días.

El lugar escogido es junto a las torres de Quart de València. El monumento está lleno de las marcas de los cañonazos de la Guerra de 1808, como las bombas que ha resistido el gobierno del Botànic. Al menos, ha sido uno de los lemas de estos casi cuatro años.

¿Ni siquiera la campaña deteriorará esa relación «a prueba de bombas» con Compromís?

No. Había tantas ganas y tanta necesidad de un cambio de régimen que ha ido todo mucho mejor de lo esperado. No podíamos ser irresponsables y jugar a nuestras pequeñas miserias.

Cuántas bombas ha desactivado con Mónica Oltra?

He intentado desactivar las que he podido. A veces también con gente del PSOE. He sido el tédax de guardia. Todo ha descansado en que el eje de la política ha estado en las Corts, que no podía hacer daño al Gobierno y que tenía que ilustrar de determinadas complejidades a los gobernantes.

Después están las buenas relaciones personales con Fran Ferri y Oltra, ¿no?

Y con Estañ y Montiel. Incluso con Isabel Bonig. No se pone mucho en valor su papel, y nunca ha utilizado la minoría de bloqueo de la que disponía en declaraciones institucionales y nombramientos.

¿Su fogosidad verbal la ve entonces más fuego de artificio que otra cosa?

No. La respeto mucho, porque mantiene una posición, que yo no comparto muchas veces, pero lo hace con honestidad. Se cree lo que dice. Ha sido responsable y leal con la arquitectura institucional.

¿Con qué momento se queda de la legislatura?

La investidura fue lo más emocionante. Que 20 años después volviera un presidente socialista es un orgullo.

¿Cuál borraría?

Alguna cosa que hemos aprobado sabiendo que no estaba bien, como la revocación de senadores. No tuvimos capacidad para convencer a los que quieren tocar el cielo con las manos.

Era una acción personalizada casi contra Rita Barberá.

Y una acción que tiene poco que ver con la democracia que tenemos, en la que no hay mandato imperativo. Lo veremos ahora cuando haya extrema derecha entre los grupos parlamentarios. Hay que respetar a los electores.

¿Está preparado el hemiciclo para combatir a la extrema derecha?

La sociedad española es la que no está preparada para afrontar el desafío de Steve Bannon. Ellos se están preparando para esto desde hace 40 años. Les ha salido bien en Italia, Hungría, Austria, son muy potentes en Alemania y su reto es España. No somos aún conscientes de lo que va a suponer. El error es del PP, que podía haber reivindicado su herencia demócrata-cristiana y liberal y ha sido una muleta de la extrema derecha. Igual que Salvini se ha comido a Berlusconi, probablemente la extrema derecha acabe comiéndose al PP

¿No echa en falta autocrítica de la izquierda? ¿No cree que no han sabido canalizar la indignación por la desigualdad?

Paradójicamente nuestro gran reto ahora es vender optimismo, porque vivimos en el mejor de los mundos, una sociedad transparente y sin corrupción, con una expectativa de vida alta y sí, donde hay un problema de desigualdad. Como en EE UU, la primera fase es cabrear, y aquí ves a gente cabreada, sin saber muy bien por qué. Eso es una victoria suya, porque no hemos sabido expresar lo que funciona bien.

En el caso español está además Cataluña.

Otra paradoja. Nadie se acuerda de que en 1995 Bossi prometió un referéndum por la República de Padania, nombró un gobierno y como ningún país reconoció aquello, murió. Eso se podía haber hecho en Cataluña: nadie es independiente si nadie le reconoce así. Estar en la UE blinda de aventuras de este tipo.

¿El referéndum podía haber sido la solución?

La mañana del 1 de octubre de 2017, en lugar de enviar a la Policía yo hubiera dicho que era la fiesta de la papeleta. No era un verdadero referéndum.

¿El futuro es un verdadero referéndum?

No sé si un referéndum, pero los catalanes tendrán que decidir algún día su encaje en España. ¿Cómo? En Canadá ha costado décadas. Aquí también, pero tenemos que demostrar que queremos que Cataluña siga en España y eso nadie lo está haciendo, salvo Miquel Iceta, y lo machacan por eso.

Cantó les llama el PSC valenciano. ¿Es usted catalanista?

En absoluto. Nunca he sido nacionalista. Ser socialista es ser internacionalista, pero el PSPV es un partido con una clara apuesta valencianista, porque se puede ser internacionalista y que nadie nos robe la voz del valencianismo.

¿Le sorprende la derecha volviendo al asunto de la lengua?

Se equivocan. Esa batalla ya no la entiende la generación que se ha criado con la Llei d'Ús y no ha visto problemas con la ortografía. La ven como algo ajeno, que saben que no es cierto.

¿Cómo se lleva con el concepto de España?

Yo vengo español de casa. Soy de los pocos de izquierda que pensaba que la mili estaba bien. Te daba una visión plural y compleja. Nos emocionamos con los himnos, pero nacemos accidentalmente en un lugar. Por eso el nacionalismo es antihistórico. Ha hecho mucho daño.

¿En la disyuntiva de pactar con Compromís o con Ciudadanos para formar gobierno valenciano, qué prefiere?

No es cuestión de preferir. El tren que pusimos en marcha en 2015 no ha llegado a su destino y tardará en hacerlo. Pero es evidente que eso ha funcionado y seguirá funcionando si la fuerza hegemónica es el PSPV y si el presidente es Ximo Puig. Sus condiciones personales y políticas han hecho que haya una cierta armonía y que el gobierno no se perciba como socialmente agresivo.

¿Quiere decir que esa paz social no se daría con un gobierno presidido por Oltra?

Creo que no, porque además algunas de sus propuestas han sido moduladas por los demás. Y en ese mismo saco pongo a Podemos y PSPV. Ese equilibrio es la garantía del éxito.

¿Así que no se ve vicepresidente de un Consell presidido por Mónica Oltra?

¡Qué va! Los que gobiernan son héroes y yo no tengo vocación. Gestionar con un derecho administrativo defensivo, poco personal y recursos es una heroicidad.

¿Dónde se ve entonces?

No lo sé. Quiero seguir hasta el final, pero donde esté empieza a ser irrelevante hasta para mí mismo.

¿Síndic del grupo, de nuevo?

No lo sé. La armonía que ha habido con Fran Ferri, Bonig y los portavoces de Cs será irrepetible con Cantó y con lo que pueda pasar con Vox. Quizá otra persona lo haga mejor que yo también. Mis decisiones estarán vinculadas al colectivo, pero son personales.

¿No le tentó intentar ser alcalde de València?

Me tentó porque tengo una pasión por la ciudad que no se me olvida. Es la experiencia más bonita. Yo hubiera matado por ser alcalde de València, pero también uno sabe las exigencias que supone y pone mecanismos defensivos. Me di cuenta de que valía la pena apoyar a Sandra Gómez, que ha hecho un gran esfuerzo, dedica 24 horas y puede ser alcaldesa.

¿Es una puerta cerrada para el futuro?

Totalmente. No por el nivel de exigencia, sino porque ves que otros lo pueden hacer igual o mejor que tú. Ya he derrotado mi vanidad, que es el problema de la política y de los periodistas...

[En ese momento, se acerca un hombre que le desea suerte y le pide una fotografía con él. «Para adelante como los de Alicante», dice al despedirse.]

Momento vanidad. Cuando uno la derrota se centra en otras cosas con más objetividad. Tampoco me interesa la liturgia del poder, es agobiante toda esa escenografía.

¿Y Bruselas? Ha estado a punto de regresar.

Esa tentación está vinculada a que soy nostálgico del que fui cuando trabajé allí con 26 años. Pero si dicen que soy útil aquí, estoy encantado.

¿Cuántos años lleva viviendo de la política?

Muy pocos. Fui concejal de 1989 a 1995, después fui un año diputado en 2010 y ahora los últimos cuatro. Pero vivir con la política llevo toda la vida, por eso parece que estoy de siempre.

Toni Cantó ve a los veteranos como vividores de la política.

Él es un vividor de los políticos. A mí nadie me colorea la cara. El coste personal en muchos ámbitos es altísimo. Las etapas más felices de la vida han sido las que no he estado en cargos políticos.

Ha dicho alguna vez que pierde dinero.

No es problema de dinero, sino de calidad de vida. Cuando la mire por el retrovisor, seguramente pensaré que ha sido un error. Pero es como con el tabaco: sé que la política también me mata, pero no puedo prescindir de ella.

Como al rey de España al que le reclaman que pida perdón, ¿usted lo pediría por algo?

Cada minuto lo pido. La simplificación es un horror: solo vemos cuando López Obrador dice que se pida perdón, pero no cuando añade que no va a hacer ningún conflicto con el tema. No se puede frivolizar con el perdón, pero no pasaría nada si lo hiciéramos.

Si el adelanto electoral sale mal, sí que tendrá que pedirá perdón. ¿no?

Fui un pesado con ese tema, pero si tuviera que ser yo el que firmara el decreto, me temblaría la mano y seguramente tiraría el bolígrafo. La valentía de Ximo ha sido respetable. Creo que hemos hecho bien, salga como salga. Y si no sale, me flagelo lo que haga falta. Lo dramático era que la elección de diputados al Congreso condicionara el resultado valenciano.

¿El Pacto de Estado para la financiación autonómica propuesto por Pedro Sánchez no le parece un paso atrás?

Puig en su discurso del 9 d'Octubre de 2018 ya pedía unos Pactos de la Moncloa autonómicos, porque no es solo un problema de financiación. Habría que dar otra mirada y centrarse en el gasto: que el Estado central tenga que reducir su tarta, pero premiar a quienes más gastan en las personas. Si España fuera federal se avanzaría hacia una extensión de los conciertos, pero nadie se atreve, están satanizados.

Sánchez no habla en su programa de federalismo. ¿Han moderado su discurso?

Este es ya un Estado federal, solo falta el Senado. El proceso de federalización es imparable. El problema es ver cómo se financia. Ahora lo que pasa es que nos estamos defendiendo de los que quieren cargarse las autonomías. Hemos dado todos un paso atrás para al menos quedarnos como estamos.

Han destacado la universalización de la sanidad o el fin de copagos, pero han topado de bruces con las listas de espera quirúrgicas. ¿No tiene arreglo?

Todo tiene arreglo. Los grandes tapones están en traumatología, cataratas y juanetes, no en las grandes intervenciones. En sanidad, lo urgente siempre tapa lo importante.

Han levantado un nuevo marco normativo social, pero han tenido problemas en la gestión de los recursos. ¿Comparte el resumen?

Porque la telaraña de la derecha es muy difícil de desmadejar. Los grandes debates nacionales están sobre competencias autonómicas en las que aquí ya hemos actuado, como la renta de inclusión. Falta financiar todo eso.

¿Y no le molesta que empresas implicadas en casos de corrupción sigan gestionando recursos del Consell?

Claro, pero a las empresas de Gürtel no se les puede excluir porque no han sido condenadas ellas, sino directivos.

¿Cree que hay que hablar poco de corrupción en esta campaña, que es página pasada?

No, hay que hablar mucho. No podemos ser máquinas de olvidar y lo que ha pasado no puede quedar impune. Lo de Zaplana retrata una época. No se puede olvidar, porque nos ha hecho mucho daño como sociedad.

En el PSPV, ¿el peor momento fue la caída de Jorge Rodríguez o la grieta interna en la lucha entre «sanchismo» y «susanismo»?

Ha habido tres momentos muy malos: lo de Jorge Rodríguez porque fue injusto (aún no sabemos qué es); el abandono del alcalde de Alicante, porque está producido no tanto por corrupción sino por no poder articular una mayoría estable, y el marrón de Crespo Gomar, que se ha ido diluyendo a pesar de la ofensiva mediática y política.

No cita la batalla de Susana Díaz con Pedro Sánchez con Puig de actor importante.

A mí no me generó ninguna herida. Siempre seré de Ximo por la oportunidad que me ha dado de vivir un momento histórico, pero creía que apoyar a Susana era mala idea. Pero desde el día siguiente de la victoria de Pedro he hecho lo posible por apuntalar al PSPV.

¿La herida entre Puig y Sánchez está cerrada?

Echo agua oxigenada y las cosas van bien. La prueba es que comentaran el adelanto. Los dos saben que se están jugando el futuro de la socialdemocracia en España. Si esto sale mal, el PSOE entrará en una dinámica muy perversa. El experimento nuestro, el español y el portugués son fundamentales.

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