La amenaza del mosquito tigre no ha dejado impasible a las Administraciones que han tomado cartas en el asunto. Así, desde la Diputación de Valencia se ha impulsado un grupo de expertos específico para hacer su seguimiento y un millón de euros anuales para aplicar tratamientos de contención. Los esfuerzos para «contener» la expansión dan idea de que no nos encontramos ante una plaga «cualquiera» contra la que hay que luchar. Su picadura molesta mucho más, pero el verdadero peligro de este mosquito -hasta hace unos años desconocido en estas latitudes- es su capacidad como «vector», es decir, como transmisor de enfermedades que pueden ser graves: el zika, el dengue y el chikunguña y que, pese a no ser endémicas, sí están presentes en España. Por ahora, y según los últimos datos de la Conselleria de Sanidad, todos los pacientes tratados de estas enfermedades durante el pasado año (1 de zika en el General de València; 1 de chikungunya en el Doctor Peset y 12 de dengue, en València, Manises, Alicante y Elx) fueron «importados», es decir que contrajeron la enfermedad fuera. Si un mosquito tigre pica a un enfermo podría iniciarse la cadena de transmisión autóctona como ya ha sucedido en Murcia y Barcelona.