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Entrevista

González Pons: "El amor da segundas oportunidades, pero de la política nadie sale vivo"

«El político que más me ha decepcionado soy yo; no he sido ni tan astuto, ni tan conspirador, ni tan buen parlamentario como creía»

González Pons: "El amor da segundas oportunidades, pero de la política nadie sale vivo"

Esteban González Pons es conocido en el gremio periodístico como un político que siempre da titulares. La hemeroteca da cuenta de decenas de frases ingeniosas, pero hubo una casi mítica. «A las cuatro se acaba la fiesta». La pronunció en 2009, durante la celebración del 9 d'Octubre, y con ella hacía saber al entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps, que llegaba el momento de que rodaran cabezas por el caso Gürtel. Tres años después de aquella escena, el PP valenciano aún viviría un último triunfo electoral en la Alamade Palace, uno de los espacios que el eurodiputado lleva a su novela «Ellas» para revivir el año 2006, cuando aún la crisis económica no había roto el espejismo de una comunidad que ataba los perros con longanizas. La novela, advierte el autor, va sobre amor, pero en ella desliza una crítica a toda una época que él vivió en primera persona como destacado cargo del PP. De política, pero también de l amor y de la vida, reflexiona en un encuentro con Levante-EMV.

Asegura que su novela no es ajuste de cuentas, ¿seguro?

La novela tiene tres temas: el amor de un hombre de mi edad que vuelve a encontrar el amor después de los 40. El segundo es sobre la generación de los que nacimos en los 60 y 70, que quedó atrapada entre dos edades históricas. Y el tercero es València, que he querido mirar no con los ojos de los políticos, sino con los ojos del ciudadano. Lógicamente tenía que ser crítico con muchas de las cosas que sucedieron: el político de hoy no ha frenado al escritor.

El protagonista acude a una fiesta ochentera en el Alamada Palace y allí lanza esta reflexión: «Valencia ha cambiado mucho últimamente. Con la Copa América, la próxima visita del Papa. Los políticos dicen que nos hemos puesto en el mapa (...) Ahora somos más elegantes, más estirados, más avariciosos. Nos estamos pasando de poderío» . ¿El PPCV murió de éxito?

No, le llegó la hora de ser sustituido como cualquier partido en democracia. El PP hizo cosas muy bien y también cometió errores.

Pero se vivía y gobernaba como si no hubiera un mañana.

Era la época de la falta de controles, de las hipotecas regaladas. En España y en la Comunitat Valenciana en particular, había una riada de dinero, todos estábamos cegados: políticos, empresarios y ciudadanos. En política, pero en economía también. Nuestros empresarios y cajas de ahorros iban a invertir hasta en el último rincón del planeta. ¿Qué valenciano en aquel tiempo no planeó un viaje a Egipto o a los fiordos nórdicos y lo pudo pagar? Yo llamo a aquellos años la 'Belle Epoque valenciana' y acabó tan trágicamente como acaban todas las épocas

Dicen que el amor es ciego, ¿también lo es la política cuando se está en la cresta de la ola?

La política no es ciega, lo es el poder. La dinámica política consiste en saber que uno no está solo en el poder.

Oído en esa fiesta de la Alameda: «El dinero no se va a acabar nunca». «La recalificación de un solar, no es ilegal, nano». Usted era entonces conseller de Territorio?.

Son frases que escucha el personaje en la novela. Y sí, esta frase y otras las pude haber escuchado en cientos de conversaciones en aquella época. También se cuenta en un capítulo que València fue la cabeza de turco de una España que quiso quitarse la culpa y encontró en esta la comunidad, la que menos protestaba y la que más fácilmente podía culpar de todos los males. Creímos que el suelo era un recurso regalado, recién descubierto, como el petróleo de los países árabes. Y empezamos a consumirlo con la misma voracidad con la que los árabes extraen petróleo. Afortunadamente, aquello no duró demasiado, pero las heridas de aquella fiebre constructora tardarán mucho tiempo cicatrizar.

En la novela, un personaje lo reconoce a usted en la fiesta y lo describe así:« Delante de nosotros iba un armario cargado de hombros, cráneo y extremidades de orangután y un arcoiris de pulseritas en la muñeca izquierda». ¿Es un hombre con complejos?

Sí, soy una persona muy acomplejada, extraordinariamente tímida. González Pons le presta al protagonista del libro sus principales complejos. Los políticos enamorados de sí mismos tienen muy difícil obtener el éxito porque no reclaman el cariño de los demás. Esa quizás sea mi virtud o mi don para poderme dedicar a la política. Al no tener mucho amor propio, voy constantemente intentando ganarme a los demás.

¿Falta más sentido del humor en la política?

La política ha perdido completamente el sentido del humor. Hoy no hacemos política, nos damos leches. Falta ironía, inteligencia. La política de hoy se hace por las bravas y la política que a mí me gusta, es la política de la 'finezza'.

« Es Pons un ministrín de esos, un conseller muy principal y apuesto», añade el personaje.

En aquella época ser conseller de un gobierno era ser todopoderoso. Hoy, afortunadamente, el poder regional se ha resituado por la crisis financiera y un conseller es lo que debe ser, pero ya no más.

Y pudo ser ser ministro.

Como no fuí, no se sabe si pude serlo. Creí que lo podía ser. A lo mejor no tenía ninguna opción y simplemente me engañé.

¿Le dolió no serlo?

Me dolió muchísimo porque lleve el peso de la oposición contra Zapatero. Fui la cara que se quemó haciendo la parte más dura de la oposición y cuando llegó el momento de repartirse las medallas, me quedé en el vestuario vigilando las botas.

¿Y que en 2007 Paco Camps no lo ratificara como conseller?

Ir a Madrid me supuso un alivio porque me dio la oportunidad de renacer en otra vida, como después irme a Bruselas. Antiguamente nuestros abuelos vivían una sola vida. Se casaban una sola vez, no salían de su pueblo. Hoy podemos vivir saludablemente hasta pasados los 80 años, podemos enamorarnos una y dos y tres veces. Los valencianos no nacemos, renacemos. En esta vida me he autodestruido dos o tres veces y otras tantas he vuelto a renacer.

¿Lo suyo con la alcaldía de València fue un amor imposible?

No, hay muchas personas mejores que yo para ser alcalde de València. Yo amo a València, tanto que me costaría mucho formar parte del gobierno municipal. València es mi gran amor en la vida.

Por experiencia propia, ¿qué duelen más las desengaños amorosos o los profesionales?

Los desengaños amorosos te llenan de una energía diferente, pero energía al fin y al cabo; cuando lloras porque te han abandonado, incluso esas lágrimas saben a amor. Los desengaños profesionales son zancadillas de esas que hacen que te caigas en la calle, delante de todos, y tengas la sensación de que todo el mundo te está mirando en el suelo. A mí que me den desengaños amorosos y me quiten traiciones profesionales.

Dice que su novela habla de segundas oportunidades en el amor. ¿La política también da segundas oportunidades?

El amor da pie a segundas, terceras y cuartas oportunidades en esta vida. Lo que sí es verdad es que no existe el político que salga de la política vivo. Todos salen mutilados. Cuando un político se retira lleva más costurones y mutilaciones que un torero. No hay un político que salga de la política guapo.

¿Qué políticos le han enamorado?

Adolfo Suárez y Rita Barberá, aunque no desdeño a Leopoldo Calvo-Sotelo. Y Mariano Rajoy con el que me siento muy identificado. Me dicen que soy un político rajoyista y sí, lo soy.

¿Qué político le ha decepcionado más?

Quizá sea yo mismo, porque no he sido ni ni tan astuto, ni tan conspirador, ni tan buen parlamentario como creía cuando era pequeño.

En el libro se hace un guiño a las campañas de promoción del valenciano. Todo el mundo dice amar la lengua, pero...

Todos decimos que amamos el valenciano, pero el valenciano no ha conseguido recuperarse. La pérdida de Canal Nou tiene mucho que ver también con que no disfrute de la robustez debida. Y el procés y el movimiento nacionalista catalán ha hecho antipáticos los movimientos regionalistas y ha despertado en València una antipatía al valenciano que no existía antes. Y ha pasado que el mundo contemporáneo es el del inglés. La pérdida del valenciano es, en algún sentido, una demostración de la incultura que poco a poco nos posee.

Como conseller lanzó campañas y propuestas para defender el valenciano, como la Declaración de Ares del Maestrat. No fue muy comprendido en su partido.

Me costó hasta una bronca de Aznar, me llevó a la Moncloa y me riñó por la defensa del valenciano en esa declaración.

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