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Día de las personas desaparecidas

Radiografía de una desaparición

El último informe del Ministerio del Interior revela que 488 personas permanecen sin localizar en la Comunitat Valenciana

Radiografía de una desaparición

Una duda martillea la mente de Amalia Toledo desde el 2 de febrero de 2012. Una incógnita que se ha repetido de forma incesante durante los últimos ocho años de su existencia, a la que ella ya no llama vida. Han pasado 2.958 días desde que esta vecina del barrio valenciano de la Malva-rosa denunció la desaparición de su hijo. Desde entonces hasta hoy, sin ninguna pista sólida de por medio, Amalia no ha dejado de preguntarse sin éxito «dónde está Andrés».

Un total de 5.529 personas permanecen desaparecidas en España, de ellas 488 en la Comunitat Valenciana. Sus familias «sobreviven» a la angustia de no saber dónde se encuentra esa persona que un día dejó de dar señales de vida y de quien nunca más se supo.

Según los datos del último Informe de personas desaparecidas publicado por el Ministerio del Interior y el Centro Nacional de Desaparecidos (Cndes), actualmente permanecen activas 216 denuncias en Alicante, 45 en Castelló y 227 en la provincia de València.

Tras la frialdad de los números se encuentran las vivencias de los allegados de aquellos que un día dejaron su rutina, sus relaciones y sus casas. En un presente repleto de incertidumbres se encuentran quienes los lloran, acompañan a los familiares y los que pelean cada día para tratar de encontrarlos.

La familia (y cómo sobrevivir a una desaparición)

Amalia Toledo es la madre de Andrés Mora Toledo, un joven que desapareció en València hace ocho años. Una eternidad que ha convertido a Amalia, tal como ella dice, en una «superviviente». «Te cambia la vida. No hay alegría, no hay nada», explica a Levante-EMV. Ocupa su día a día en trabajar y poco más, mientras lucha por mantener la cabeza ocupada para no volverse «loca», pero no puede evitar «pensar qué ha pasado». Además, admite que debe mantenerse fuerte porque tiene otro hijo que vive con la familia.

La desaparición de Andrés copó minutos en televisión y páginas en la prensa. Apenas una semana antes había abandonado el domicilio familiar para independizarse junto a tres compañeros. «Mamá no te preocupes que voy a venir todos los fines de semana a comer», dijo. Salió de su vivienda sin portar dinero ni enseres. Solo el DNI.

El caso de Andrés Mora ha tenido pocos avances. En opinión de su madre, la Policía Nacional, encargada del caso, «trabaja con muchas limitaciones. Aunque después de ocho años, puede que los protocolos y avances hayan cambiado». Las últimas pistas sitúan al joven de 21 años en las islas Canarias, pero ni la policía ni la familia le dan fiabilidad al dato.

El 2 de febrero de 2012, cuando el teléfono móvil de Andrés dejó de dar señal, aparecieron las noches de insomnio y los nervios. «Solo puedo llorar, así es como me desahogo. Echo unas lágrimas y me digo ¡a seguir otra vez!», relata Amalia. Pese al inmenso dolor de la incertidumbre, la esperanza sigue presente siempre. La familia de Andrés intenta mantenerse optimista y tiene claro que hasta que no sepan algo de él no descansará.

Los Mora Toledo reciben apoyo de las asociaciones como SOS Desaparecidos y QSD Global. «Ellos nos dan fuerza y ánimo. Estuvimos yendo un tiempo al psicólogo pero luego nos hicimos una coraza y lo llevamos como podemos», cuenta Amalia con la voz quebrada.

Los casos mediáticos

Algunos casos de desapariciones con finales fatales o sin resolver mantuvieron en vilo a todo el país. Desde las chicas de Alcàsser, en el año 1992, hasta la recientemente desaparecida, y cuyo cadáver aún no ha aparecido tras la confesión de su presunto asesino, Marta Calvo. El de Wafaa Sebbah, desaparecida en Carcaixent en las mismas fechas que Marta Calvo o Diana Quer, son casos mucho más cercanos en el tiempo.

El recordado programa de televisión «Quién sabe dónde» sirvió como herramienta para popularizar algunos casos. Se emitió a principios de los 90 por la televisión pública y estaba presentado por el conocido periodista Paco Lobatón quien también es presidente de la Fundación QSD Global y que recuerda al detalle el caso de Andrés Mora. «Durante el programa «Desaparecidos» encontraron una posible pista sobre su paso por Canarias, pero cuando estas pistas no consiguen resolverse, el dolor de la familia aumenta», reconoce el periodista.

«Podría tratarse de una desaparición voluntaria, pero al analizar todas las informaciones concluímos que tan solo una llamada es lo que necesita la familia de Andrés para poner fin al sufrimiento», asegura Lobatón.

Los medios de comunicación se han convertido en una plataforma muy útil para la búsqueda de personas desaparecidas. Consiguen que la cara del ausente sea reconocible por la población y que se conozcan detalles de la desaparición. Pero no todos los casos logran esa notoriedad pública. Cuando eso ocurre, a la incertidumbre «se suma la sensación de abandono, de falta de apoyo y desazón», explica Lobatón. Por eso, en su opinión, el acompañamiento regular de las familias «resulta fundamental».

El apoyo de las asociaciones

En el entorno, una desaparición genera un impacto más brutal que el de una muerte por la incertidumbre y la prolongación en el tiempo de la situación. Según explica Juan Francisco Delgado, psicólogo y patrono de la asociación QSD Global, «las familias pasan por el duelo, especialmente al principio, pero hay familias que se pasan así toda la vida».

Delgado señala que el momento en el que se produce la ausencia es especialmente delicado porque es una situación de «máxima alerta», pero en realidad es con el paso del tiempo «cuando necesitan más calor y apoyo, sobre todo cuando la policía o el juez cierra provisionalmente el caso».

Este psicólogo hace hincapié en la importancia del acompañamiento de un profesional a los familiares durante todo el proceso «y no solo cuando se da un final fatal», sino que toda la evolución de sentimientos que se produce (shock, negación, rebelarse y esperanza) necesita su apoyo, porque las familias «tienen niveles de estrés altísimos y eso les abstrae del mundo real e incluso no pueden dormir».

Desde QSD trabajan para que los familiares no se sientan solos porque su situación es, en palabras de Lobatón, «una emergencia sostenida en el tiempo». La asociación ayuda a los afectados a adquirir habilidades para asumir la realidad y ser conscientes de todos los desenlaces posibles para poder rehacer su vida y que la desaparición no sea el centro de todo.

Para Delgado hay una asignatura pendiente en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado: la incorporación de psicólogos en los equipos especializados en la búsqueda de personas. «La ayuda profesional en el momento de la desaparición, del trauma y la desorientación es fundamental y complementa la profesionalización de los agentes».

Quienes los buscan

«Quiero hacer hincapié en que un caso de desaparición no se cierra nunca», asevera Rosa Tourís, teniente de la Guardia Civil y jefa de servicio del Centro Nacional de Desaparecidos.

El Centro Nacional de Desaparecidos es un organismo que coordina el sistema de personas desaparecidas empleado por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y que depende del Ministerio del Interior. Este organismo actúa como punto de contacto para el desarrollo de las medidas de cooperación con las Administraciones Públicas y otras instituciones y organizaciones públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales. Fue impulsado tras la presión de los diferentes movimientos asociativos.

Consciente de las preocupaciones que embargan al entorno de los ausentes, Tourís revela «que las familias perciben que el avance de las investigaciones dependen de la buena voluntad de los agentes, pero puedo garantizar que jamás se deja de buscar a una persona». Lo que sucede, explica esta teniente de la Guardia Civil, es que a veces la investigación se estanca porque no se puede ir más allá.

En ocasiones, incluso, pese a que tienen la certeza de quién puede haber sido el autor de una desaparición forzosa «necesitamos tener pruebas e indicios que un juez considere para llevar a cabo una detención», como ocurrió en el caso de Diana Quer.

Pero ellos nunca tiran la toalla. De hecho, es habitual que los agentes recién incorporados revisen los casos porque «una nueva mirada puede ver cosas que otro investigador que lleva mucho tiempo con el caso no ve. Cada caso no resuelto es una espinita que llevamos clavada», manifiesta Tourís.

La teniente rechaza de pleno la idea de que existan «desaparecidos de primera o de segunda» y recuerda que se ha diseñado un protocolo que aúna las bases de datos de los diferentes cuerpos policiales.

Hoy, 9 de marzo, es el Día de las personas desaparecidas sin causa aparente. Tiene su origen en el caso de la joven de 16 años Cristina Bergua, a quien se perdió el rastro el domingo 9 de marzo de 1997 en Cornellà tras dejar a su novio. Todavía no se sabe nada de su paradero. «Mientras no hay evidencia de muerte, hay esperanza de vida», concluye Lobatón.

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