Los responsables de las residencias de ancianos, donde se encuentran las personas más vulnerables al Covid-19, se sienten desamparados ante la pandemia del coronavirus. «Vamos a la guerra sin fusil. No tenemos material ni medios para esta lucha», advierte José María Toro, presidente de Aerte (Asociación Empresarial de Residencias y Servicios a Personas Dependientes de la Comunitat Valenciana). Los tres muertos en un geriátrico de Torrent, donde los contagios superan los 60, y la entrada del virus, también, en otro centro de Alcoi, han encendido más las alarmas en el colectivo de residencias (357 en total) de la Comunitat.

Siete están en observación por posibles contactos. «Pero no vemos respuesta contundente a lo que puede ser una tragedia. La Consellería de Salut Pública nos ha dejado solos», añade Toro.

¿Desantendidos en qué, exactamente? «En la falta de pruebas del coronavirus al personal y los residentes, por un lado, y la ausencia de medios de protección. No nos han dado mascarillas, ni guantes», detalla el responsable de la patronal. «Necesitamos pruebas de coronavirus para todos los residentes y el personal de trabajo, porque sin ese testeo el virus está fuera de control, al no saber exactamente quién es positivo y puede contagiarlo», afirma Toro con un tono trágico.

«¿Cómo atajar una enfermedad entre la población mayor si no sabemos quién está infectado? Urge que se realicen pruebas a todos sin excepción, incluídos los sanitarios que los atienden en los hospitales», apostilla. Anuladas las visitas, el riesgo de exposición al virus en las residencias por contacto con los familiares ya no existe. El índice de mortandad entre la población anciana de China -en España no hay datos oficiales -, era del 14,8 en los contagiados mayores de 80 años y del 8% de entre y 70 y 79 años. Necesita una severa medida contención que, aseguran desde Aerte, no existe. «Hablamos de un virus que es una bomba de relojería entre los ancianos, pero no se le han cerrado las puertas de entrada a las residencias. Hay personal de hospitales que entra y sale de los geriátricos sin ninguna prueba del Covid-19», asegura Toro. El perfil del usuario de una residencia obliga a extremar medidas: «No hay quien no tenga alguna cardiopatía, una diabetes, un enfermedad respiratoria... cualquier dolencia crónica». Diana fácil para el microbio made in Wuhan.

La llamada de personal de las residencias de ancianos por parte de Sanidad, lamenta Aerte, es otro elemento desestabilizador en esta guerra. «Si nos quitan personal que está preparado para trabajar en residencias es desvestir un santo para vestir a otro. Además, no somos centros sanitarios porque tengamos médicos y enfermeras sino centros de trabajo social», explica Toro. Otros trabajadores, principales vectores de transmisión, son enviados 14 días a sus casas por la presencia de síntomas sospechosos, lo que diezma más las plantillas. «No les hacen las pruebas, así que no sabemos realmente si los residentes han sido expuestos. Con pruebas para todos (unos 15.000 residentes en la Comunitat) saldríamos de dudas y podríamos 'encapsularnos', luchas con garantías contra la pandemia», insiste Toro.

Aerte, que incluye las residencias públicas, concertadas y privadas, lleva ya cuatro semanas aplicando protocolos. «Pero en cambio, Sanidad sólo lleva dos, así que estamos desbordados y, además, sin mascarillas. ¿Cómo se puede explicar que la población más vulnerable no tenga esa mínima protección para evitar posibles contagios?».

Para Aerte, la pandemia ha destapado las carencias de un sistema diezmado por los recortes.