Cuesta abstraerse y concentrarse en cualquier otra cosa y dejar de lado el virus. Creo que esta dificultad de concentración (tengo a medias la tesis doctoral) es un efecto del estrés que estamos viviendo. Nos pasa también con la cantidad de información que recibimos, tantos artículos y publicaciones científicas que intentas leer para tratar de saber si hay medicamentos que muestren evidencias de que pueden ser útiles. Buscas porque quieres encontrar en alguna publicación datos o detalles que te hagan pensar o corroborar que lo que estas poniendo a tus pacientes es efectivo, por ejemplo antivíricos porque de las vacunas aún no podemos hablar ya que tienen unos plazos mucho más largos.

Enfermedad difícil de gestionar

La verdad es que estamos todos los que nos dedicamos a la salud leyendo y compartiendo información y al final tienes la cabeza saturada porque hay publicaciones a favor, en contra y no tienes claro si los fármacos que estamos poniendo a los enfermos del coronavirus servirán para algo o incluso si hará más daño. Desde el punto de vista médico esta enfermedad es muy complicada porque aplicamos tratamientos sobre los que no estamos convencidos de su eficacia al cien por cien y eso unido a la gravedad de los pacientes es algo difícil de gestionar. Lees y lees y sigues leyendo y te das cuenta de que las dudas sobre lo que pones no disminuyen. Al final nos va a ayudar tener una base de datos amplia que nos permita analizar qué ha ido bien o qué ha ido peor.

Lo que sí nos ha llamado la atención es el dato de que a temperaturas más altas parece que el número de contagios es menor. Por lo que es previsible que cuando lleguen los meses de más calor cabría pensar que el número de contagios descenderá.