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Una "caja de resistencia" para los más vulnerables

València Acoge recauda donaciones para facilitar ayudas directas e inmediatas a los más necesitados mientras llegan las prestaciones públicas

Glenda, con cuatro de sus cinco hijos, vive el confinamiento (sin ingresos) en la vivienda de alquiler que tienen en València desde hace dos décadas. j.m. lópez

Caja de resistencia. Así han denominado en València Acoge el fondo de emergencia que están recaudando para conceder una ayuda directa a quienes se han quedado fuera del circuito de las públicas, no las conocen o las tienen pendientes de resolución pero las precisan de forma inmediata.

Y es que las entidades sociales trabajan a contrarreloj para intentar paliar la difícil situación que viven muchas personas y familias ante un estado de alarma que ha supuesto perder sus trabajos (sin contrato y precarios) sin derecho a paro o a otras ayudas. Sin embargo, las organizaciones puntualizan que su trabajo actual no consiste en «sustituir a la Administración» ni mucho menos. De hecho, destacan la importancia de la «flexibilización de requisitos» como la atención a personas en situación administrativa irregular o dar un número de cuenta bancaria de algún familiar o conocido para poder ingresar la ayuda.

Sin embargo, la burocracia tiene sus plazos y asfixia a muchas familias que no pueden estar dos semanas esperando un dinero para adquirir alimentos y productos de primera necesidad. El tiempo corre en su contra y las entidades sociales, como València Acoge, busca ayudar a esas familias, mientras los plazos de las ayudas públicas siguen su curso. «No pretendemos suplir a los servicios sociales municipales o autonómicos. La gente tiene que dirigirse a la Administración para solicitar las ayudas anunciadas pero todo lleva un proceso y la necesidad es inmediata. No pretendemos sustituir a nadie porque tener asistencia humanitaria es un derecho en esta situación», afirman.

Este sistema ha beneficiado ya a unas 60 familias (unas cien personas), entre las que destacan las madres con hijos a cargo. La entidad les concede un salvoconducto para poder desplazarse hasta la sede de València Acoge a recoger el dinero un vez a la semana, aunque estudian realizar los pagos cada 15 días. Necesitan más fondos. Por ello, la entidad busca donaciones con las que ayudar a familias como la de Glenda, con cero ingresos desde que comenzó el encierro y cinco hijos a cargo. Este es su testimonio.

Viuda y con cinco hijos a cargo

Glenda tiene 47 años, es de Guinea Ecuatorial y lleva 20 años en València. Consiguió su permiso de residencia con la regularización extraordinaria que se llevó a cabo en el año 2000. El permiso de trabajo lo obtuvo después gracias a una oferta laboral. Llegó a València embarazada de gemelas en busca de un futuro mejor. Una vez asentada en la ciudad, se trajo a la mayor (hoy tiene 30 años) y alquiló la misma vivienda donde hoy residen. Su alquiler es de 439 euros y su deuda con la casera «no puede aumentar más. Le pago lo que puedo, cuando puedo». Con su marido tuvo dos hijos más que hoy tienen 9 y 7 años. Hace años que Glenda enviudó, pero su marido murió en Guinea Ecuatorial y ni ella cobra pensión de viudedad ni sus hijos de orfandad.

La mujer ha trabajado en hostelería y cuidados, siempre de forma precaria. Hace años empezó un sencillo negocio que consistía en comprar aquí y vender en Guinea Ecuatorial. Desde calzado a trajes de comunión.

«Cuando viajaba eran pocos días y mi hija mayor, que tenía entonces 26 años, cuidaba de los pequeños. Pero los servicios sociales consideraron que mis hijos estaban en desamparo y entraron en el sistema de tutela. Gracias a Valencia Acoge conseguí recuperarlos a los dos años y desde 2018 están conmigo de nuevo», explica. Desde entonces y hasta ahora se ganaba la vida con «días sueltos» limpiando las cocinas de un hotel.

Ahora sus ingresos son cero ya que tampoco le llega el dinero de la beca del comedor. «La Conselleria de Educación tiene los datos de la familia de acogida y ni me ha llegado el cheque ni me va a llegar. Pero no me dan solución», explica. Le preocupa comer y le preocupa la vivienda. «Los migrantes no vivimos de las ayudas. Tuve una ayuda puntual en 2003. No he recibido nada más en 20 años. Estoy incluida en un reparto de alimentos de la iglesia evangélica, cada 6 meses. Eso es lo único que recibo. Y ahora la ayuda de València Acoge, que se agradece porque es lo único que tenemos», concluye.

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