Ha tenido que venir un organismo microscópico para parar el 1 de mayo. Solo otro de pequeño tamaño, Franco, y no siempre, lo había conseguido. ¿Cómo lo llevan?
El coronavirus ha generado efectos devastadores en la salud pública, en la economía y en el empleo. Este Primero de Mayo lo afrontamos en condiciones excepcionales porque todo está supeditado a la lucha contra la pandemia. Sin embargo, vamos a tener una gran presencia en redes sociales, en los medios de comunicación y en los balcones y ventanas de nuestros pueblos y ciudades. Queremos poner de manifiesto la centralidad del trabajo, el valor de los servicios públicos y la protección social de las personas, reivindicando otro modelo económico y social más justo.
¿Dirían que este es el peor momento de sus vidas en términos laborales? ¿Por qué?
La crisis de la Covid-19 no tiene precedentes en nuestra historia. Las restricciones a la actividad económica y en la movilidad de las personas han hecho que caigan abruptamente la producción y el consumo, lo que afecta de lleno al tejido productivo y al empleo. Evidentemente, nos preocupa la situación por las consecuencias económicas y sociales que conlleva, pero sobre todo estamos trabajando para preservar la salud laboral, evitar la destrucción de empleo y para salir cuanto antes y en las mejores condiciones posibles de esta crisis.
El Gobierno está aplicando una inmensa cantidad de recursos para tratar de arropar a los damnificados de la pandemia. ¿Echan algo en falta?
Hemos acordado con el Gobierno una medida estratégica como es la suspensión de los contratos de trabajo, porque con ello se preservan las empresas y el empleo. También que se implante una renta mínima vital para cubrir las necesidades básicas de las personas. Además, hemos pactado en el ámbito autonómico y local ayudas de diversa índole. Sin embargo, no es suficiente, necesitaremos cantidades ingentes de dinero para sostener el sistema, siendo fundamental el respaldo de la Unión Europea para facilitar el acceso al crédito, en condiciones razonables, y para disponer un macro plan de inversiones que vuelva a poner en marcha el motor de la economía y del empleo.
¿Cómo juzgarían el papel de las empresas en estos tiempos de emergencia? ¿Algo que reprocharles?
Son víctimas de la pandemia como lo es el conjunto de la sociedad. Se está actuando con unidad de criterio, pero hay empresas que, a pesar de disponer del recurso de suspender los contratos de trabajo, siguen despidiendo como fórmula para adaptarse a la caída de la demanda. Ese no es el camino correcto, porque se trata de preservar, además del tejido productivo, el empleo. Todos debemos ser responsables para que los recursos se destinen a las empresas, autónomos y personas que más lo necesiten. Muchas empresas, durante años, han obtenido grandes beneficios y no todo puede costearlo el Estado; las que puedan, deben arrimar el hombro.
¿Queda espacio para la esperanza? ¿Qué escenario laboral vislumbran para cuando pase definitivamente la crisis del coronavirus?
De esta crisis se pueden extraer enseñanzas positivas como el valor de lo colectivo frente al individualismo, de la solidaridad frente al egoísmo o la necesidad de los servicios públicos. La pandemia va a modificar nuestra forma de vivir, de relacionarnos y de trabajar. Incorporaremos hábitos de higiene y de protección en espacios compartidos. Intuyo cambios normativos que refuercen la negociación colectiva y reduzcan la precariedad en el mercado de trabajo. Se hará un mayor uso de la tecnología, lo que incrementará la productividad. La política industrial relocalizará producción esencial basada en las necesidades de la persona y habrá un cambio en los hábitos de consumo que mejorarán el sector agropecuario.
¿Habrá manifestación del 1 de Mayo en 2021?
Esperamos para entonces poder celebrarlo en la calle porque haya una vacuna eficaz y no existan restricciones en la movilidad de las personas.
