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La nueva normalidad "enmascarada"

Los valencianos asumen la obligación de utilizar la mascarilla a pesar de lamentar la incomodidad que supone

Así han vivido los valencianos el primer día de mascarilla obligatoria

Así han vivido los valencianos el primer día de mascarilla obligatoria

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Así han vivido los valencianos el primer día de mascarilla obligatoria Mónica Ros

Nació en el confinamiento, el 4 de abril y su madre, Aina Valls, la sacó ayer a pasear en su carrito por el centro de València ataviada con su mascarilla, en el primer día donde su uso era obligatorio. La pequeña Cloe apenas ha conocido a nadie más que no sea su familia más cercana.

«En plena pandemia, tú me dirás. Yo llevo la mascarilla hace meses y apenas la hemos sacado a la calle. Vas con miedo hasta a la farmacia, para pesarla. Su abuelo la conoció hace unos días y tiene un mes y medio, pero bueno, es lo que nos ha tocado vivir y ella está sana y feliz que es lo importante así que a mí la mascarilla no me molesta», explicaba Aina.

A su lado, la abuela de la pequeña ya no podía más y se bajó su mascarilla. No fue para hablar más claro o para respirar mejor. Lo hizo para hacerle carantoñas a la bebé. Le mostró su sonrisa y la pequeña hizo lo propio. «¿Cómo le hago monerías con la mascarilla puesta? Es un agobio. Yo me la he puesto hoy (por ayer) por primera vez porque me resulta muy incómoda. La odio», afirmó Neus Bolta.

Madre e hija eran ayer las dos caras de una sociedad «enmascarada» que mostraba su aceptación o repulsa ante una medida que ya es de obligado cumplimiento. Y opiniones hay para todos los gustos. Eso sí, hasta las personas que pedían limosna en el centro de la ciudad llevaban ayer el rostro cubierto.

Sonia, Irene y Cristina cruzaban a paso ligero la plaza de la Virgen de València. Primera «quedada» de amigas tras el encierro. Las jóvenes estaban pletóricas aunque reconocían la «incomodidad» que supone la mascarilla en un día caluroso como el de ayer. Son estudiantes de medicina y no quisieron desaprovechar la oportunidad para elevar una crítica. «Estamos pendientes del MIR y no nos lo están poniendo nada fácil la verdad», explicaban. Les hubiera «gustado» poder «ayudar en esta pandemia trabajando», pero «lo cierto es que hacíamos falta también en casa, cuidando a nuestros mayores dependientes». El futuro es abrumador. «Pero hay que ser responsables y cumplir las normas», explicaban mientras se despedían. Una terraza las estaba esperando.

La mascarilla parece más molesta conforme avanza la edad, aunque de todo hay. Sentado en un banco descansaba una pareja, ataviados con bolsas del Mercado Central y con la mascarilla en la mano. «Hay que obedecer y la llevamos, pero es muy molesta, cuesta respirar pero hay que ponérsela porque nos jugamos mucho», explicaban Teresa Hualde y Pepe Linares.

Alba Peris y Lucías Martínez también paseaban ayer por el centro de la ciudad con sus respectivas mascarillas. «Es asfixiante y el calor se nota. Menudo verano nos espera», explicaban tras reconocer, eso sí, que a ellas, llevar la mascarilla «nos da sensación de seguridad». Y recalcaban: «Nosotras somos de las que cumplimos las normas». Laura Lluch paseaba a su perro con su mascarilla puesta e instaba a la industria « a diseñar algo más transpirable porque esto es un agobio de verdad, aunque nos acostumbraremos porque no queda otra».

Suben las ventas un 5 %

Las farmacias ofrecían una visión más amplia sobre la mascarilla que ahora es obligatoria. «Entre ayer y hoy se habrán incrementado las ventas de mascarillas en un 5 % pero vamos, hemos vendido todos los días», explicaba la responsable de una farmacia del centro que prefería no ser nombrada. «La gente está triste. Se percibe. O por la enfermedad o por la economía pero todo ha cambiado y nosotras que estamos de cara al público lo vemos. Eso sí, se han hecho expertos en mascarillas», explicaba la farmacéutica.

Los menores de hasta 6 años no están obligados a llevar mascarilla y ayer miraban con curiosidad los ojos de los demás. Las sonrisas no se percibían y ante un sol abrasador, la mirada se ocultaba tras gafas oscuras. La nueva normalidad.

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