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Análisis

Un inicio de curso sin certezas para el Botànic

Los rebrotes trastocan los planes que se trazó el Consell hace un mes - La pandemia sigue monopolizando la agenda y aplaza la financiación

Un inicio de curso sin certezas para el Botànic

Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, pero nada garantiza que un plan trazado hoy no vaya a convertirse mañana en un simple borrón en la agenda. Sobre todo, cuando ha de lidiarse con una pandemia que tiende a comportarse de manera impredecible. El gobierno valenciano dio carpetazo el 7 de agosto al primer curso político del Botànic II con la sensación de haber dejado los deberes hechos hasta septiembre. Los pactos de reconstrucción labrados por el president Ximo Puig en los frentes sociolaboral, institucional y político conciliaron un amplio consenso que proporcionaba al ejecutivo autonómico oxígeno suficiente y un asidero al que agarrarse para iniciar el segundo año de legislatura sobre un terreno lo más estable posible y mirando hacia unos objetivos claros.

Sin embargo, a la vuelta de vacaciones -si es que alguien las ha tenido- los miembros del Consell comprueban horrorizados que el elefante sigue en la habitación y ha engordado considerablemente. El tablero sobre el que se proyectaban todas las estrategias hace escasas cuatro semanas ha vuelto a dar un vuelco y la escalada de brotes obliga a modificar el esquema de trabajo previo. La evolución del virus sigue acaparando la actualidad informativa y gran parte de la acción política se consumirá volcando esfuerzos para controlar su expansión, en un momento en el que todo movimiento ha de calcularse al milímetro y un paso en falso puede ser decisivo. Nunca planificar había sido tan complicado. Como se ha visto con la petición de apoyo al Ejército para ampliar el rastreo de casos sospechosos, gesionar la incertidumbre implica ir al día y no descartar nada de antemano. Ni siquiera la petición de un estado de alarma parcial.

Cuando Puig regrese a las Corts para el debate de política general, tendrá un ojo puesto en la vuelta al cole y otro en la presión hospitalaria. Son dos de los asuntos que más preocupan al Consell. Sin contar con el sudor frío que genera el temor a un declive aún mayor de la economía y a un repunte de los ERTE, con su correspondiente impacto en las maltrechas finanzas del Consell. No ha habido un inicio de curso más arduo, inestable y complejo para el Botànic. A años luz queda el panorama casi idílico que Puig degustaba hace un año, cuando las elecciones ensancharon su victoria y el gobierno de coalición PSOE-Podemos asomaba en el horizonte con la esperanza de que pudiera ayudar a la hacienda valenciana a aliviar sus apuros económicos. Hoy, la demandada reforma de la financiación autonómica sigue aparcada y parece difícil que el espinoso melón vaya a abrirse en el futuro próximo si no cambia mucho el contexto sanitario, pese a los desvelos del Consell.

Tampoco tiene fácil el Ejecutivo de Pedro Sánchez quitarse de encima los presupuestos generales de Montoro para sacar adelante unos propios. Y eso obliga a la Generalitat a diseñar otras cuentas a ciegas de cara a 2021, sin conocer los ingresos del Estado y siendo consciente de que la pandemia las puede convertir en papel mojado, como ha pasado en este 2020.

A nivel interno, nuevas tensiones pondrán a prueba el pacto del Botànic. El tiempo dirá si las fricciones entre PSOE y Podemos en Madrid derivan en un agrietamiento mayor con consecuencias impredecibles para el tripartito, en cuyo seno las relaciones entre los socialistas y los morados han sido hasta ahora buenas, con el vicepresidente Martínez Dalmau muy cómodo en su papel institucional. El giro en la dirección de Podem, ahora bajo control de Pilar Lima, debería traducirse, sin embargo, en cambios dirigidos a un reforzamiento de la posición crítica del partido morado dentro del Consell, que ya comienzan a atisbarse. Un aviso a navegantes ha sido el malestar exteriorizado por los podemitas tras las declaraciones de una secretaria autonómica del PSPV que cuestionó las reversiones sanitarias, aspecto innegociable para Podem. Los morados, por otro lado, vuelven a poner el foco en cuatro polémicas reformas que quedaron bloqueadas la pasada legislatura y que quieren retomar, entre ellas el vaciado de las diputaciones o la ley electoral. El acercamiento entre socialistas y Ciudadanos es otro elemento a tener en cuenta que genera suspicacias. Lima ya ha avisado de que no pactará presupuestos con la derecha.

Un Compromís beligerante

Mientras tanto, Compromís fía en buena medida su estrategia a mantener la beligerancia contra el Gobierno, con la gestión del ingreso mínimo vital, la cesión de remanentes municipales al Estado y la financiación como principales caballos de batalla. La pandemia refuerza el presidencialismo y, mientras siga muy activa, todo apunta a que el Palau va a continuar acaparando el protagonismo. Una cuestión que perjudica a Compromís, porque le resta visibilidad, pero que también libra a la coalición de estar en el atolladero de las críticas. En cualquier caso, los valencianistas podrían acusar el desgaste en la gestión de ámbitos tan delicados como la dependecia o las residencias de mayores.

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