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¿Quién echa de menos a los cruceristas en València?

Los cruceristas apenas pasan cuatro horas en la capital y gastan 50 euros, pero la visita suele motivar el regreso en otro viaje, señalan fuentes del sector

Panorámica de València desde el crucero MSC Meraviglia, en octubre de 2018.

En medio de la avalancha de cifras que radiografían el hundimiento turístico en la C. Valenciana, una actividad que depende de la marea de viajeros que llega cada año procedente de toda Europa, una derivada ha pasado casi inadvertida. ¿Qué fue de los cruceristas?

Tras los brotes en algunos barcos al principio de la crisis, y por la propia naturaleza de esta forma de viajar de elevada concentración humana, la industria de los cruceros se ha visto especialmente señalada en la era post-covid. Compañías como MSC o Costa Cruceros han retomado en las últimas semanas su actividad en Italia, país que fuera epicentro de la pandemia; otras, como Pullmantur Cruceros, no han soportado la crisis de liquidez, se han declarado en concurso y sus barcos están en el desguace.

València, antes de que todo se viniera abajo, se había asentado en unas cifras de en torno a 400.000 cruceristas al año, con picos de hasta 13.300 viajeros coincidiendo en la ciudad en un mismo día de 2018 a bordo de cuatro buques, y una quincena de operadores haciendo escala el pasado año. Las cifras se han venido abajo este año. Hasta agosto, solo han pasado por la ciudad 26.286 pasajeros, un 90,4% menos que el año pasado.

¿Quién les echa de menos? En el debate generado en los últimos años, sobre todo ligado al uso intensivo de los espacios públicos (generador de gasto público) frente a una escasa rentabilidad (por el bajo consumo), diversas voces inciden en las carencias de ese modelo.

Pero no todos: «Los guías somos los que tenemos un mayor negocio con ellos; nosotros y los autobuses. Este año teníamos previstos más de 80 cruceros en el puerto de València. Con cada buque podemos tener entre 20 y 25 personas trabajando», reconoce Iván Llorca, presidente de la asociación de la C. Valenciana.

Para este colectivo, según relata el profesional, sí se trata de un nicho rentable. «No todos los cruceristas bajan del barco, y no todos contratan guía, pero es muchísimo trabajo. Antes de la pandemia, habíamos firmado un convenio para tres años con unos de los mayores operadores para asignar las excursiones. Lo normal es una excursión al día para cada guía cuando llega un crucero. Supone tener 82 días al año ocupados. Es un porcentaje muy alto de nuestros ingresos. Hay guías con idiomas como el alemán que prácticamente vivían con los cruceros», lamenta.

"Los jueves, por ejemplo, coincidían varios cruceros, y eran los mejores días de la semana. Son buenos servicios porque ir al puerto son 12 ó 14 euros desde el centro. Los muelles de cruceros están un poco apartados"

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Algo similar ocurre con los taxistas, pese a la escena recurrente de los autobuses cargando y descargando viajeros en los diferentes enclaves turísticos de la ciudad. «Su ausencia nos ha afectado mucho. Cuándo viene un crucero grande se mueven por toda la ciudad, y utilizan mucho el taxi. València es una ciudad que tiene el puerto cerca de la ciudad y hay gente que utiliza el taxi y no la ruta de autobuses, que son muy caras», relata Fernando del Molino, presidente de la Confederación de Autónomos del Taxi de la C. Valenciana. «Los jueves, por ejemplo, coincidían varios cruceros, y eran los mejores días de la semana. Son buenos servicios porque ir al puerto son 12 ó 14 euros desde el centro. Los muelles de cruceros están un poco apartados. Es muy habitual que los turistas hagan rutas por la ciudad con el taxi porque le sale muy barato a cuatro personas o incluso seis en vehículos de siete plazas», añade.

¿Es realmente rentable para el conjunto de la ciudad? Los expertos consultados coinciden señalar como factor negativo que el enclave de València no sea puerto de salida para las compañías, lo que generaría noches de hotel y otros gastos derivados. Esto penaliza a la ciudad y lleva en ocasiones a ver a este viajero como una molestia.

Un estudio de la agencia Turisme Comunitat Valenciana radiografía este mercado. Aquí, esa actividad, al igual que en el resto de destinos de la cuenca mediterránea, está ligada al periodo estival. Entre julio y octubre se concentra el 53% de llegadas. Son pocas horas de permanencia.

La mayoría de buques llega a las ocho y se va a las seis de la tarde. Viajan en pareja, en un 25% británicos, pero también de Francia, Italia y Alemania. La escala media es de cuatro horas, con un gasto habitual de 48 euros, principalmente en souvenirs, comidas y bebidas y transporte. Un impacto menor, y al parecer bastante repartido.

El 65% de son cruceristas independientes, que van a visitar la ciudad por su cuenta; el 30% visita la ciudad con una visita contratada a bordo o en agencia de viajes donde compra el crucero, y el 5% no baja del barco.

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Según datos de la oficina municipal de Turismo València cruzando información de operadores de excursiones de cruceros, el 65% de son cruceristas independientes, que van a visitar la ciudad por su cuenta; el 30% visita la ciudad con una visita contratada a bordo o en agencia de viajes donde compra el crucero, y el 5% no baja del barco.

Los turistas independientes se distribuyen por toda la ciudad visitando los atractivos turísticos más importantes: un 20% visita zona del Bioparc y Parque de Cabecera; el 35% visita la Ciudad de las Artes, siendo el Oceanogràfic el atractivo más visitado; un 45% visita el centro histórico. En cuanto a las excursiones contratadas, el 60% se centra en la capital, mientras el 25% se realizan en zonas limítrofes como Alboraia, El Puig, Manises, Tavernes Blanques o l’Albufera, y el 15% se desplaza a reclamos turísticos más alejados, como les Coves de Sant Josep, en la Vall d’Uixó, rutas vitivinícolas de Requena o Xàtiva.

Con todo, si hay un aspecto positivo señalado por todos es el de facilitar un primer contacto con la ciudad que motiva un regreso en forma de visita completa. «La labor fundamental del turismo de cruceros es la prescripción. Se solían llevar una idea mejor que la que traían, y provocaba futuros ingresos del turista que interesa, que es el que pernocta», señala Rafael Torres, presidente de la patronal de comercio Confecomerç.

Para el comercio, señala, el crucero es un complemento pero no la base. «Puede afectar a negocios de recuerdos pero lo que notamos estos meses es la bajada del viajero que pernocta. El crucero era el menos rentable de todos. Preocupa más todo lo que deja de llegar el aeropuerto», concluye Torres.

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