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Antón Costas: "Los ERTE y el ingreso vital han dado confianza a la economía. Hay que fortalecerlos"

"El capitalismo no ha traído progreso social y eso ha dañado la democracia"

El catedrático de Economía Antón Costas. | J. L. BORT

Sus certeras reflexiones inspiran las políticas de gobiernos de distinto signo y encuentran gran predicamento en el mundo de la empresa. Antón Costas (San Pedro de Mantamá, Vigo, 1949) interviene esta tarde en el XXX Seminario de Ética Económica y Empresarial, organizado por la valenciana Fundación Étnor. El catedrático de la Universitat de Barcelona, que presidió el Cercle d’Economia y ahora está al frente de su Fundación, ha popularizado la estrategia de las tres R (resistir, recuperar y reinventar) en tiempos de coronavirus. Su conferencia se centrará en la necesidad de articular un contrato social postpandémico que reconcilie capitalismo, prosperidad inclusiva y democracia liberal con el punto de mira puesto en resolver las desigualdades surgidas en los años 90.

¿Realmente saldrá una sociedad más justa de esta pandemia?

La crisis puede llevar al capitalismo a una sociedad más justa, pero también puede acentuar lasdesigualdades, como pasó en 2008 con la austeridad. No es la tecnologia la que determina el resultado, sino la acción de la sociedad y sus grupos. En Europa vemos señales de que caminamos hacia una economía más equitativa.

¿Y cuáles son?

Estamos viendo dos tendencias muy fuertes que no han dejado de crecer desde principios de siglo. Por un lado, la pandemia no está obligando a reforzar el equilibrio mercado-estado. Antes se funcionaba con la idea de que la lógica de los mercados se imponía a la del Estado. La actual crisis invierte ese intervalo y la lógica del Estado se impone a la de la economía: se ha cerrado lo que había que cerrar para proteger la salud de las personas. Otra tendencia que se ha acentuado es el reequilibrio entre hiperglobalización y autonomía nacional, en detrimento de la primera y a favor de las políticas nacionales de cohesión, industria, tecnología y medio ambiente. El plan europeo de recuperación Next Generation era inconcebible hace ocho meses. Que la Comisión Europea defienda políticas nacionales de inyección de fondos era hace poco impensable.

¿Cómo es la crisis a la que nos enfrentamos?

La recesión de la economía pandémica es muy diferente a una convencional como fue la de 2008, porque la salida es asimétrica. Se hunden mucho más algunas actividades y empleos que otras. En cuanto a la recuperación, algunos sectores reflotan pero otros se quedan varados, especialmente los más vinculados a la economía del contacto y las relaciones sociales. También se acentúan tendencias como la digitalización. Sabíamos que era un reto para las empresas, pero la pandemia la hace necesaria si no quieres hundirte.

Usted ya defendía la necesidad de un nuevo contrato social. ¿Cómo han cambiado las reglas de juego?

En las últimas décadas, el capitalismo ha traído riqueza, pero no progreso social. Eso ha generado un malestar que ha acabado dañando la democracia, como vemos en Estados Unidos. Hay una ruptura de laconfianza en el seno de nuestras sociedades y la pandemia ha acentuado la desigualdad que teníamos. Es como una marea, cuando baja se evidencian las consecuencias. Como algo que no se veía porque estaba oscuro y se ilumina: el virus ha dejado un panorama en el que se observan fracturas y problemas que ya existían.

¿Y qué falla?

Para que una sociedad funcione armoniosamente tiene que existir el compromiso de aquellos que les va mejor de ayudar a los que tienen riesgo de quedarse en la cuneta. Lo tuvimos en la posguerra, pero se ha desgastado el pegamento y la desigualdad ha ido retornando a la sociedad desarrollada. La principal causa es la mala distribución del excedente de la economía en el seno de la empresa, entre sueldos, salarios y beneficios. En el funcionamiento del mundo corporativo de las grandes corporaciones, la reforma de la empresa ha de servir para mejorar el modelo de distribución del excedente.

¿Dónde hay que enfocar ese nuevo contrato social?

Una empresa no puede subsistir sin beneficios, pero hay dos caminos. Si se reducen costes puede ser a costa de provocar daños medioambientales o de aumentar la precariedad. Otra posibilidad es apostar por la productividad y la creatividad: si todos los que participan en la empresa tienen compromiso y confianza, incluidos trabajadores, clientes y proveedores, habrá una mejora de la productividad que permitirá mejorar salarios y la redistribución vía impuestos, gastos y servicios sociales. Estamos avanzando por caminos importantes, como lo demuestra la decisión de la UE de regular los salarios mínimos o de premiar o castigar a las empresas si son medioambientalmente sostenible o no. Hay que animar a generar una conciencia nueva en los ejecutivos, porque si somos capaces de mejorar en innovación, productividad y autorregulación será bueno para todos. Si una empresa es socialmente responsable no solo repercute en su reputación, sino también en los beneficios. Mercadona es un ejemplo.

¿Son suficientes las medidas del Gobierno para evitar que crezca la brecha de las desigualdades?

Los ERTE y el Ingreso Mínimo Vital (IMV) son dos innovaciones sociales muy importantes del Estado del Bienestar que hay que poner en valor. Es la primera vez en una crisis en la que protegemos los empleos y los colectivos más allá del seguro de desempleo. Probablemente no son medidas suficientes para abordar la pobreza y la desigualdad, pero de momento se notan en los datos económicos de tercer trimestre, que han superado todos los pronósticos: el consumo ha crecido un 20 % y el PIB, un 16 %. En parte se debe a que estos instrumentos han dado elementos de confianza a medio plazo, por lo que deberíamos fortalecerlos y ponerles más pólvora para que funcionen mejor. Las cosas están mal, pero vamos por el buen camino.

Pese a su derrota, Trump ha ganado votos respecto a 2016. ¿Cómo explica el tirón del populismo?

Mantiene el apoyo con motivos. Nos fijamos solo en los rasgos de su personalidad desviada y nos parece repugnante, pero no nos damos cuenta de por qué una parte importante de la sociedad lo apoya. La hiperglobalización destruyó en los 90 muchos buenos trabajos y oportunidades de bienestar en comunidades que eran muy ricas en EE UU. También se ve en Reino Unido con el Brexit. Ese malestar lleva a muchos a apoyar a dirigentes con los que no están de acuerdo pero que creen que van a hacer cosas que reviertan en la economía y en los empleos perdidos. Hillary Clinton habría hecho casi lo mismo que Trump aunque con otras formas distintas y Obama hizo lo mismo en materia migratoria.

¿Cómo está soportando la crisis el Estado de las Autonomías?

No está debilitando ni el sistema ni el reparto de competencias. No veo un debate sobre esta cuestión. Lo que ha hecho la pandemia ha sido fortalecer la idea de la cogobernanza y afinar mejor la responsabilidad de cada política. El Gobierno se ha hecho consciente de que la coordinación es cosa de todos.

Hay un debate sobre las desigualdades entre territorios.

La infrafinanciación de la Comunitat Valenciana es un hecho objetivo y el Consell ha de reclamar la reforma del sistema. Ahora bien, cambiar las reglas adoptadas en los 80 es muy difícil: estas reformas se tienen que hacer con un horizonte de largo plazo en el que no haya perdedores muy evidentes. Lo ideal sería que en el corto plazo se compensara a los que están peor y que a largo plazo pudiera equilibrarse el sistema sin grandes perjudicados.

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