Que la crisis sanitaria se ha cebado con las ramas de actividad más expuestas a la movilidad es un hecho ya de sobra probado. No obstante, conforme comienzan a completarse las series estadísticas del primer ejercicio pandémico se pueden tomar imágenes más fidedignas de la debacle que ha supuesto, sobre todo para el sector turístico, el cerrojazo a los desplazamientos para contener el virus.
Ayer, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los datos sobre movimientos en fronteras y gasto de los visitantes correspondientes al último mes de marzo. De esta forma, ya se puede cifrar lo que la industria turística de la Comunitat Valenciana ha dejado de ingresar solo como consecuencia de la desaparición del visitante internacional: 7.830 millones de euros. Dicho de otra forma, casi 21,5 millones perdidos al día por todos aquellos negocios, desde bares a tiendas de souvenirs, que se alimentaban del turismo, uno de los motores de la economía valenciana y que aporta casi 18.000 millones (15,5 %) al PIB autonómico.
Entre abril de 2019 y marzo de 2020, cuando el coronavirus puso patas arriba el planeta, llegaron a la Comunitat Valenciana más de 9,2 millones de viajeros foráneos que gastaron 9.225 millones de euros. Por contra, en los últimos doce meses esos datos, que venían encadenando récords los últimos años, se han derrumbado hasta caer por debajo del millón y medio de turistas y los 1.400 millones de gasto.
Para contextualizar el nivel de la hecatombe vale un dato: solo en agosto de 2019, el último verano de normalidad, los turistas dejaron más dinero (1.417 millones) que en los 12 meses siguientes. Lo mismo sucede con el volumen de llegadas, que en la temporada alta estival de 2019 concentró los mismos visitantes que los recibidos por la Comunitat en el año de la pandemia.
En el último mes, la autonomía ha recibido a 46.984 turistas internacionales que han gastado 49 millones de euros en los negocios valencianos. El principal mercado emisor ha sido Francia, con 12.556, seguida de Italia (5.602).
