Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Más madera a la guerra identitaria

Los expertos ven paralelismos con el relato independentista y advierten de los peligros para la cohesión

Viajeros de uno de los AVE procedentes de Madrid, tras desembarcar en la estación Joaquín Sorolla de València, el viernes. | M.Á. MONTESINOS

«Vivo en Madrid y por eso soy libre». La célebre frase acuñada por Isabel Díaz Ayuso resume en ocho palabras el discurso identitario a lomos del cual la presidenta se ha erigido en la principal baluarte de la derecha, empuñando, desde el kilómetro cero de España, la bandera de una «madrileñofobia» que supuestamente amenazaba con hurtar un estilo de vida basado en la máxima de que «todo es posible con esfuerzo» si vives en la tierra de las oportunidades. Fuera de ese oasis libertario, en cambio, el relato basado en exprimir las diferencias entre territorios y en engrandecer a la capital entraña sus peligros: las imágenes de las fiestas sin control, la falta de restricciones sanitarias y las evidencias que señalan a Madrid como un paraíso fiscal dentro de España (lo dice la OCDE) alimentan una corriente de rechazo en las periferias que mira al centro del mapa cada vez con más recelos, según coinciden en diagnosticar varios estudiosos del mundo académico.

«Cuando Ayuso dice que en Madrid ha comenzado la libertad y que va a extenderla a toda España, está sugiriendo que el resto estamos sometidos. Es un discurso arrogante hacia otros territorios que genera resentimiento por el menosprecio, la agresividad y la sensación de superioridad que proyecta», reflexiona Antonio Ariño, catedrático de Sociología de la Universitat de València. A su entender, la idea de cohesión de España se resiente con unos mensajes que ve análogos a los del movimiento independentista catalán y que -alerta- pueden suscitar similares sentimientos de antipatía y reacciones adversas de reafirmación en otras partes del país.

La misma tesis es compartida por el profesor de Derecho Constitucional Manuel Alcaraz, aunque éste circunscribe el fenómeno a «un momento muy determinado» y no cree que termine extendiéndose ni derivando en un conflicto identitario con la capital del reino que «no sería bueno para nadie». «Cuando un territorio dice que es más chulo, más libre y mejor y que los demás son unos pobres desgraciados incapaces de ser libres, es lógico que haya reacciones de enfado», sostiene. Para el exconseller, no ayuda la concentración «tan desmesurada» de riqueza, servicios, comunicaciones, poder e instituciones de la que goza Madrid gracias al efecto capitalidad, a su laxa política fiscal y a unos «desequilibrios brutales» entre territorios que habría que comenzar a corregir cuanto antes, empezando por la financiación autonómica y bajo la premisa de que extender el modelo madrileño al resto de España es «inviable económicamente».

José Luis Villacañas, catedrático de Filosofía en la Complutense, considera que se confunde la madrileñofobia con la posición crítica frente al gobierno de esta comunidad, que a su juicio «ofrece ventajas ilusorias ideológicas a cambio de desventajas materiales», a través de un «discurso populista» que trata de «compensar a la población madrileña con ideas de autoestima, autocomplacencia y falso orgullo, de grandeza y significatividad».

Un proceso involutivo

Villacañas incide en que la «insolidaria» concentración económica y administrativa en Madrid desequilibra la estructura de España entera y «no puede generar simpatías» entre las poblaciones de las periferias, dada la creciente desigualdad existente. El catedrático urge a que las autonomías sean capaces de generar un movimiento de reformas necesario para frenar lo que describe como un proceso involutivo de repliegue centralista.

Quien sí observa un antimadrileñismo creciente avivado por un discurso populista y de confrontación que genera tanta adhesión en la capital como altas dosis de rechazo en el resto de comunidades es la catedrática emérita de Antropología Social Josepa Cucó. «Si enciendes el fuego, el resultado está muy claro. Se percibe en Madrid un menosprecio hacia otras autonomías y un planteamiento de políticas poco solidarias», advierte la investigadora,convencida en todo caso de que la gente distingue con claridad a los habitantes de los políticos que los gobiernan a la hora de canalizar el cabreo. Tomás Mazón, sociólogo experto en investigaciones turísticas, comparte esta idea para dejar claro que las tensiones tendrán escasas repercusiones en el principal motor de la economía valenciana. «El turismo no se va a ver afectado. Cuando la gente coge vacaciones, se olvida de la política y solo le preocupa su bienestar. Y las sociedades receptoras lo que quieren es trabajo», zanja. Más inciertas son las consecuencias de la guerra identitaria en otros planos.

Compartir el artículo

stats