Este fin de semana el tiempo ha orquestado una calurosa fiesta de bienvenida a los turistas madrileños, manchegos o aragoneses -entre otros-, quienes tras muchos meses de recogimiento en el interior peninsular, pudieron rebasar los cierres perimetrales para llegar a la costa mediterránea. El problema ha sido quizás la efusividad. Las temperaturas estivales derivaron en caniculares, con registros de hasta 35 ºC durante el día y una madrugada, la del sábado al domingo, de órdago. Debió ser una sensación extraña para los que venían de dormir con nórdicos, esos de entretiempo más finos, adecuados para las noches de 5 a 10 ºC que aún abundan pasado el embalse de Contreras y el Ragudo. Las últimas dos noches han sido de camiseta de tirantes y una sábana fina para los frioleros. Bueno, ni siquiera eso en Pego, Gandia, Oliva, Xeraco o Dénia, que ayer amanecieron con 24 o 25 ºC. Vivieron una noche tropical en mayo.

Las temperaturas mínimas se consideran tropicales cuando no bajan de los 20 ºC, que es algo que ocurre con bastante frecuencia en la vertiente mediterránea, usualmente en verano. La AEMET calcula que ciudades como Barcelona, Valencia o Alicante tienen más de 50 noches al año con esta particularidad. En estas zonas la canícula en muchas ocasiones va más allá y no deja caer al mercurio por debajo de los 25 ºC, son las llamadas noches ecuatoriales. Ayer, atendiendo a la red de estaciones de la AVAMET, Pego sumó la primera al casillero de 2021. Esto genera estrés en muchos vecinos que sufren insomnio y además agrava el proceso de algunas enfermedades. No es una cuestión baladí.

Pese al ambiente tórrido no hemos vivido un episodio de ola de calor, como se ha sugerido en algunos sitios, ni tampoco podemos hacer partícipes a las masas de aire africanas. En estas temperaturas ha participado una masa de aire de origen tropical marítimo -del interior del Atlántico- que, sin ser excesivamente calurosa, ha ganado esa propiedad tras posarse sobre la Península y después fluir hacia la zona más oriental con el poniente. La componente del viento ha sido la culpable en última instancia, un factor fundamental en estas fechas frente al verano, cuando el mar Mediterráneo es decisivo en las noches sofocantes. Ahora apenas muestra temperaturas de 18 ºC.

Las primeras mínimas tropicales suelen aparecer en este mes, aunque no es un momento en el que se prodiguen demasiado en esta región, donde son más típicas, o en la depresión del Guadalquivir. No obstante, cada vez esos registros están ganando más terreno hacia la primavera y el otoño. Según otro estudio de la AEMET, en el observatorio de la ciudad de Valencia las mínimas tropicales casi se han cuadruplicado en los últimos tres cuartos de siglo. Habrá que acostumbrarse.