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"Está bien poder pasear sin mascarilla"

La mayoría de personas consultadas celebran la noticia pero otras son cautas y seguirán utilizándola en la calle

Un grupo de personas con la mascarilla puesta, ayer en el centro de València. | M.ÁNGEL MONTESINOS

Más de 400 días después, se podrá estar al aire libre sin la obligación de portar mascarilla. El anuncio de Pedro Sánchez de hacer efectiva esta concesión, a partir del próximo sábado, 26 de junio, ha llegado como agua de mayo a una parte de la población que esperaba ansiosa destaparse la cara, sobre todo cuando ya se acerca la temporada estival y el calor aprieta cada vez más. Sin embargo, esta noticia también ha aflorado reacciones de un sector más crítico de la población, que prefiere ser cauto y opina que la relajación del cubrebocas es precipitada. La medida, que según ha informado el presidente del Gobierno se aprobara el próximo jueves en un Consejo de Ministros, hará que, al menos por la calle y en los espacios al aire libre, nos volvamos a ver las caras.

Adrián, valenciano de 31 años, paseaba a su perro ayer por la tarde por la plaza de la Virgen de València. Preguntado sobre su visión sobre el carácter opcional de llevar cubrebocas en la calle, fue contundente: «Creo que es una medida irresponsable, aún no se ha llegado a la inmunidad de rebaño ni al 70 % de la población vacunada, ya se han abierto las fronteras, por lo que viene mucha gente a la Comunitat», y concluye: «yo me hubiera esperado. Hay que garantizar que no haya otro rebrote, y yo pienso que con estas concesiones lo va a haber», dice.

Las calles del centro vuelven a ser internacionales. Los turistas franceses, ingleses y alemanes se hacían oír ayer en la zona más céntrica cercana a la catedral. Entre el ir y venir del principio de la tarde, caminan Enrique y Fernanda, de 26 y 20 años respectivamente. Para ellos, el tener «libertad para elegir» si te quieres poner la mascarilla o no, les parece «muy bien».

«No debería ser obligatorio»

De hecho, Enrique opina que «nunca se tendría que haber obligado a la gente a que llevara el cubrebocas por la calle», aunque sí admite que «si no hubiera sido así, nadie la llevaría, somos inconscientes, en general». Fernanda, por su parte, es mas escueta. «A mí me parece lógico, el virus en espacios abiertos no creo que se contagie con tanta facilidad y ahora que hace calor y ya han empezado a vacunar, es lo que tenía que pasar», apunta.

Sentadas en un banco y saboreando un helado para contrarrestar las altas temperaturas a las puertas del verano, Noelia (26) y Celia (24), apuntaban ayer a Levante-EMV que aunque llevan bien el hecho de tener que cubrirse la boca, pues «es lo que toca», las altas temperaturas no ayudan en la comodidad. La opción de llevarla o no al aire libre es positiva pues, «te da libertad para pasear sin tener que usar el bozal», bromea Noelia. Celia, explica tras la opinión de su amiga que cree que es un buen avance y ella no la llevará a partir de ahora cuando este en espacios abiertos, pues, «mascarilla y calor no es una combinación muy compatible». Con todo, cree que no portarla en sitios cerrados «puede ser peligroso, por lo que espero que se mantenga».

Todo este año ha traído conciencia, pero también miedo. Cuatro amigas de un pueblo de la provincia comentaban ayer en círculo que la llevarán igualmente, «sea obligatorio o no». Apuntaron, que después de toda esta experiencia, cuando están en un lugar con mucha gente y más sin mascarilla, «da un poco de ansiedad social». «Si en el metro estamos todos hacinados, creo que no cuesta tanto mantenerla por la calle, es una cuestión de respeto», dicen las jóvenes. «Estamos cansadas de tanta mascarilla, es decir, nos alegramos de la medida pero nos preocupa», dicen.

La medida llega en un momento en el que las autonomías comenzaban a presionar al ministerio para que tomase cartas en el asunto y flexibilizara el uso de la mascarilla. En este sentido, muchos presidentes abogaban por relajar la obligatoriedad del cubrebocas. Es el caso de la Comunitat Valenciana. El comité de expertos que asesora a Ximo Puig apostó por dejar de usarlas en playas y espacios naturales, siempre y cuando se pudiera mantener la distancia de metro y medio.

Tras más de 400 días —la mascarilla es obligatoria en espacios abiertos y cerrados desde el 21 de mayo de 2020, cuando se aprobó la orden del ministerio— parece que la normalidad en cuanto al uso de esta prenda está cada vez más cerca. La disminución de la incidencia a nivel general y el avance de la vacunación han ayudado a que el ejecutivo permita quitarse la mascarilla, al menos donde corra el aire.

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