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Análisis

El Bloc define su futuro: pragmatismo o esencialismo

El congreso del próximo fin de semana sitúa al partido frente a varios dilemas: de masas o de élite nacionalista, municipalista o muy de València

El conseller Marzà, en un Consell Nacional del Bloc en 2019. | E. RIPOLL

Los procesos de apertura de los partidos suelen concluir en congresos difíciles. El choque entre posiciones aperturistas y esencialistas suele dejar heridas y, en ocasiones, fugas. No hace falta ejemplos, pero el nombre de Suresnes en el socialismo es referencial de estos episodios. El Bloc encara el próximo fin de semana un congreso que la propia dirección ha marcado como de «refundación», aunque para los críticos solo esconde la continuidad del proyecto desarrollado desde 2015 con el señuelo del cambio de marca: Més Compromís.

Alejamiento de las esencias originales o no, lo que parece en juego es el proyecto de partido: de masas, capaz de atraer a capas de toda la izquierda valenciana, o formación nacionalista sólida e influyente en la sociedad pero minoritaria.

Al fin y al cabo, el dilema es entre lo que ha sido desde sus orígenes, un partido de marcado ideario nacionalista y con fuerte arraigo en comarcas y municipios, y un partido que aspira a la hegemonía en el gobierno de las grandes instituciones y muy inclinado hacia la capital, València, el gran emblema, el sueño que parecía imposible pero se hizo realidad en 2015. Fue alcanzado a través del proyecto Compromís, la sociedad electoral iniciada en 2011 con Iniciativa (el partido de Mónica Oltra, cartel del proyecto y vicepresidenta del Consell), Verds y algunos independientes (el alcalde de València, Joan Ribó, entre ellos).

Los números ayudan a explicar la realidad del Bloc: de los más de 380 concejales de Compromís, 370 pertenecen al Bloc; de los 17 diputados en Corts, la mitad son del Bloc; de los cuatro miembros del Consell por Compromís, dos son del Bloc (Vicent Marzà y Rafael Climent). Las cifras muestran la realidad histórica del Bloc, su vocación municipalista. El dato ayuda a entender los dos proyectos que confrontan el próximo fin de semana en Fira València: el de la dirección actual, que aglutina a los consellers y los principales cargos institucionales del partido con Àgueda Micó al frente, y el encabezado por el alcalde de Bellreguard, Àlex Ruiz, que sintetiza la protesta al posible alejamiento desde 2015 de la esencia nacionalista y municipalista.

Uno de esos alcaldes de la vieja guardia, ex primer edil de una ciudad importante (Sagunt), Quico Fernández, decía hace unos días en este diario: «Marzà no hace la política de un partido valencianista». Y también: «El Bloc es nacionalista. Diluirlo por tacticismo nos deja como Podemos o EU». Ahí está casi todo.

Se puede observar que el dilema es también entre posiciones maximalistas y el pragmatismo de una formación que no gobierna en solitario en la Generalitat o el Ayuntamiento de València, sino con Unides Podem y, sobre todo, el PSPV, la fuerza dominante salvo en el consistorio de la gran capital. Eso implica cesiones en ocasiones y rebaja de posiciones ideológicas en pos de una cohesión de gobierno.

El planteamiento aperturista de la dirección actual supone también huir de una zona conocida y de cierto confort (los orígenes del Bloc se remontan a la Unitat del Poble Valencià nacida en 1982) para disputar espacios de la izquierda a otras formaciones. En especial, con la hermana Iniciativa de Oltra. También con Unides Podem. Las diferencias entre todas estas propuestas ideológicas es posible que se acorten tras el congreso del fin de semana. Es un riesgo, porque puede dar lugar a confusión y colisión de proyectos. Es también una ventana de oportunidad para trabar posibles nuevas alianzas para ir definiendo un espacio amplio progresista, verde, feminista a la izquierda del PSPV de Ximo Puig. Siempre que la suma de siglas y proyectos sea también de votantes, algo que no siempre ocurre.

Quizá no sea refundación (cuestión de nombres, algo tan valenciano y fusteriano), pero el congreso del Bloc aparece como un hito importante en la historia de un proyecto consolidado, de gobierno, y que hace treinta años veía muy lejos la posibilidad de estar en un Consell.

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