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Los ojos de Tráfico contra los infractores

"No se nos escapa ni uno", asegura un miembro de la tripulación tras detectar en una hora de vuelo 18 infracciones, 16 por exceso de velocidad

Pegasus: así 'caza' infractores el helicóptero de la DGT

Pegasus: así 'caza' infractores el helicóptero de la DGT F. Bustamante

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Pegasus: así 'caza' infractores el helicóptero de la DGT Ignacio cabanes. valència

Respetado a la par que temido por los conductores, el helicóptero de la Dirección General de Tráfico (DGT), más conocido por todos como Pegasus —aunque este sea realmente el nombre del cinemómetro instalado en la parte exterior del aparato—, se ha convertido desde la implantación de este sistema de radares aéreos en 2013 en el verdadero azote de los infractores al volante. Su misión no es recaudatoria, como bien aclaran los dos miembros que componen su tripulación habitual; un piloto y el operador de vigilancia aérea.

La cámara radar Pegasus. | FERNANDO BUSTAMANTE

«Estamos aquí para salvar vidas en la carretera, nuestro objetivo es la seguridad vial, cuanto más nos vean mejor, que se sientan vigilados y que cuando vayan a hacer una infracción al volante piensen por un segundo y sepan que nosotros estamos ahí arriba con los ojos bien abiertos», remarca Sergio Riscos, encargado de controlar la cámara Wescam Mx15 mientras su compañero Jaume Sanahuja pilota la aeronave.

El operador de vigilancia aérea controla en la pantalla del radar la velocidad de un vehículo. fernando bustamante | F. BUSTAMANTE

En uno de los fines de semana del año con mayor número de desplazamientos por carretera —6,6 millones según la estimación inicial de la DGT para este puente de mediados de agosto— Levante-EMV acompaña a estos dos profesionales de la DGT en uno de sus vuelos de vigilancia para ver cómo trabajan y la conclusión es demoledora: «No se nos escapa uno». Así es, en apenas una hora de vuelo, con 50 minutos de grabación real sobre la autovía AP-7 sentido sur y la A-38 hasta Gandia, son cazados 18 infractores, 16 de ellos por exceso de velocidad.

El mecánico, el piloto y el técnico que forman el equipo.

Desde un vehículo Audi que circulaba a 161 kilómetros por hora, según marcaba el cinemómetro ya con el 10 % de margen de error legal contemplado —lo que su velocidad real sería algo superior ya que, según aclaran, el margen real de error de esta implacable máquina es cero— a otros turismos y dos motocicletas sancionados por ir a una velocidad de entre 131 y 153 km/h. Así como una sanción a un camión por saltarse un señalización de «stop» en una carretera secundaria. «Se ha saltado también el anterior pero solo lo podemos sancionar por el que ha quedado grabado», explica el operador de vigilancia aérea de la DGT Sergio Riscos, a quien esta primera infracción ya le ha puesto en alerta e inmediatamente ha dado indicaciones a su compañero piloto para virar al intuir que iba a saltarse el siguiente.

Más de 6.000 horas de vuelo

Con una rápida maniobra de viraje de apenas unos cinco segundos, Sanahuja, con más de 6.000 horas de vuelo a sus espaldas en los 31 años que lleva pilotando, posiciona el helicóptero para que la cámara fije el objetivo, que sigue de forma automática el autotracker, y con el zoom pueda enfocar la matrícula del camión. Cazado.

El sistema Pegasus, de origen canadiense y tecnología militar, por el que coloquialmente los ciudadanos ya conocen al helicóptero de la DGT, lo forman dos cámaras; una panorámica para hacer el seguimiento del tráfico con planos generales y un potente teleobjetivo capaz de captar a dos kilómetros de distancia la imagen del interior de un vehículo con un zoom de mil aumentos. En la pantalla que controla el operador se observa con relativa nitidez si los ocupantes del turismo llevan el cinturón correctamente puesto —también sancionan si está por debajo de la axila—, el conductor está haciendo uso del móvil sin el manos libres o cualquier otra actitud que suponga un riesgo para la circulación o para la suya propia.

Uno de los sancionados el pasado viernes por la tarde durante nuestro vuelo, —más corto de los habituales por cuestiones de combustible al ir cuatro personas— fue el conductor de un Volkswagen Golf que portaba los auriculares puestos. Pese a que se los quitó nada más percatarse del pájaro de la DGT, ya era tarde. Cazado.

«En verano es un clásico pillar a los copilotos con los pies en el salpicadero, es raro el vuelo en el que no sancionamos a uno», apunta Riscos a la vez que explica el peligro que supone ante una colisión ya que el cinturón no puede actuar correctamente al deslizarse la persona por debajo en el llamado ‘efecto submarino’. La sanción en este caso es leve, de 80 euros, pero las lesiones pueden ser irreparables.

Entre un 70 y 80 por ciento de los vuelos de vigilancia que realiza el helicóptero de la DGT desde la base del aeropuerto de Manises —que cubre las provincias de Valencia, Alicante, Castelló, Murcia, Teruel y Albacete—, son sobre carreteras convencionales y no solo de control de velocidad o conducciones temerarias sino que, como pudimos comprobar, se controlan otras muchas infracciones. Una de ellas es no cumplir la distancia de seguridad e ir «achuchando» al vehículo que le precede. En este caso estamos ante una infracción muy grave que se sanciona con 200 euros y la retirada de cuatro puntos.

O sanciones leves, como la que captaron esa misma mañana de una conductora que le estaba dando de beber a su perrito. Toda distracción se paga. De hecho, según datos de la Dirección General de Tráfico, el pasado año 2020 la conducción distraída fue un factor concurrente en el 43,3 % de los accidentes mortales ocurridos en vías interurbanas de la provincia de Valencia.

Cómo detectar al vehículo infractor

Llama la atención la rapidez con la que el sistema radar del helicóptero y el personal humano que va en él es capaz de detectar al posible vehículo infractor, fija el objetivo, y con tres disparos láser de tres segundos de diferencia cada uno se obtiene la media de velocidad al calcular las posiciones sucesivas teniendo en cuenta la distancia exacta entre el helicóptero y el vehículo. Aunque la máquina es la que hace la medición, cuyas imágenes serán la prueba irrefutable de la infracción, a la hora de detectar a los infractores entra en juego la experiencia e intuición de los profesionales de la DGT, ya que no podrían ir midiendo uno por uno la velocidad de cada uno de los vehículos.

Estamos sobrevolando la A-38 a unos 500 pies de altura (150 metros) y unos 100 nudos de velocidad (unos 185 km/h). «¡Monovolumen matrícula extranjera!», no hacen faltan más palabras entre ellos, se conocen a la perfección después de trece años trabajando juntos. Como si del pistolero más rápido del lejano Oeste se tratara, desde la parte de atrás del vehículo el Pegasus dispara tres veces en nueve segundos. La media marca que el Mercedes con matrícula belga va a 153 kilómetros por hora. Cazado.

Puede que no haya transcurrido ni un minuto desde que dio la primera indicación, colocó el helicóptero en posición, fijó el objetivo, calculó la velocidad y tomó la matrícula del infractor. A otra cosa. Las imágenes son posteriormente revisadas en tierra, especialmente aquellas en las que se debe determinar si iba hablando por el móvil o no, y una vez comprobada la infracción se envían telemáticamente al centro Estrada de León de tramitación de denuncias automatizadas.

Además del piloto y del operador de vigilancia aérea hay un tercer miembro del equipo que se queda en tierra pero cuya labor es igual de importante, el mecánico. Es el encargado de que todo esté a punto y que la máquina está en perfectas condiciones para que no haya problemas. Diego Piqueras explica cómo antes de cada vuelo comprueba los niveles, las palas, o cualquier holgura que pudiera haber en los mandos. De igual modo que tras el aterrizaje, mientras está en caliente y una vez lo ha dejado enfriar. El piloto también hace un test interno de comprobación tanto antes de despegar como tras el aterrizaje, lo que supone que el aparato ha sido revisado por dos personas que a su vez han revisado que todo está ‘ok’ dos veces.

Labor preventiva

El balance que ha dejado el día son 14 sancionados por la mañana y 18 por la tarde, todo sanciones administrativas, ningún delito por conducción temeraria o circular a una velocidad de 80 kilómetros por encima de la permitida. La semana pasada pillaron a uno circulando en un Golf a 211 kilómetros por hora en Gandia. Afortunadamente no todos los días hay animaladas de este tipo. «Es como si llevaran una ametralladora cargada o una granada en la mano», indica Riscos, al recordar el caso de un conductor que circulaba por la A-23, a la altura de Castelló, a 223 kilómetros por hora y con un niño de dos años en la sillita. «Cuando la Guardia Civil lo paró y vimos al niño se me caía el alma a los pies», reconoce.

«La gente levanta el pie del acelerador de forma instintiva al vernos», reconoce Sanahuja. Es el respeto que causa en los conductores el helicóptero de la DGT, «tanto o más que cruzarse con cualquier patrulla de la Guardia Civil de Tráfico». Pero lejos de esa imagen de «demonios sancionadores», estos ángeles del aire salvan vidas mediante su labor preventiva. «Cobramos lo mismo pongamos más o menos multas», puntualiza Riscos cuya satisfacción es «evitar con nuestro trabajo diario que mañana una familia pierda a un ser querido en la carretera».

Los drones, una ayuda económica y segura

La DGT complementa la vigilancia aérea este verano con 39 aparatos 

Además de los trece helicópteros con sistema Pegasus con los que cuenta la Dirección General de Tráfico (DGT) en sus siete bases, la DGT tiene esta campaña de verano 39 drones de vigilancia para detectar conductas temerarias al volante o controlar aquellos puntos concretos con elevado riesgo de accidentes. «Es un instrumento complementario, no viene a quitarnos el trabajo, no son excluyentes», puntualiza el operador de vigilancia área Sergio Riscos. De hecho, los drones no tienen la función de radar y apenas cubren un radio de 500 metros. Además la duración de vuelo actualmente es muy limitada, de entre 20 y 40 minutos, cuando el helicóptero realiza habitualmente salidas de entre hora y media y tres horas, abarcando un radio de acción mucho más amplio. Asimismo, en lo que se refiere al carácter preventivo, el Pegasus es mucho más visible y por lo tanto más disuasorio. Pero a su vez los drones cuentan con dos grandes ventajas respecto a sus hermanos mayores. Por un lado el aspecto económico, tanto por el combustible como por mantenimiento. Y por otro porque al no ir tripulado el riesgo humano es cero. «Nosotros tenemos que ir con cuidado con los pájaros y los cables del tendido eléctrico», apunta el piloto de la DGT Jaume Sanahuja, ya que al volar mucho más bajo que otras aeronaves, el peligro es mayor. Aunque sin lugar a dudas «nuestro gran enemigo es la mala visibilidad». Con niebla o nubes estos guardianes aéreos del tráfico terrestre extreman las medidas de seguridad hasta volver a base.

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