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Delitos de odio

Ángeles Solanes: "Hemos normalizado un racismo líquido, de baja intensidad"

La directora del congreso Multihuri sobre racismo y discriminación pide actuar directamente contra esta lacra y mejorar los mecanismos de denuncia - El 88 % de las agresiones no llegan a comisaría

Llegada de una columna antirracista a la plaza del Ayuntamiento de València.

«En este momento no basta con creer que uno mismo no es racista, la discriminación está tan impregnada en la sociedad que debemos ser antirracistas». Habla Ángeles Solanes, catedrática de Filosofía del Derecho de la UV y fundadora del Instituto de Derechos Humanos de esta misma universidad. Hoy acaba de moderar el congreso «Racismo y discriminación: los derechos humanos bajo amenaza», financiado por el ministerio de Ciencia, además, ha presidido durante varios años el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial y Étnica. Atiende a este diario entre conferencias.

«No se puede hablar de racismo en España sin tener en cuenta nuestra historia colonial», así empieza Solanes, porque es importante sentar las bases y entender el germen de la discriminación. Este es un factor determinante, porque «marca el grado de racismo, xenofobia, y las formas de intolerancia que reproducimos hoy en España». «Parece que no queremos ver las imposiciones coloniales que hemos reproducido sobre lo que ahora llamamos ‘países de origen’, cuando las personas que vienen están llenas de percepciones por nuestro pasado colonial», remarca.

Y de entonces, a ahora, hemos avanzado en el tiempo pero retrocedido en algunos aspectos. «Estamos asistiendo a la legitimación de un discurso muy violento con los derechos humanos. Un discurso que hace años nos hubiera escandalizado pero ahora parece que está totalmente legitimado», opina Solanes. «No todos los discursos de odio acaban en agresiones, pero sí que generan el caldo de cultivo que legitima, poco a poco, los delitos de odio». Las palabras nunca están vacías, tienen un efecto, y según Solanes en la calle «se ha normalizado un racismo líquido, de baja intensidad, de pequeñas actitudes que excluyen». Habla de lo que ella define como «populismo nacionalista», con tendencia al alza en toda Europa, que se define por buscar un chivo expiatorio culpable de todos los males; «pueden ser las personas migrantes, los ‘menas’...». Frente a este discurso, recuerda los recientes informes, como el de Interior sobre delitos de odio, en el que la primera categoría, con un 34 % de las agresiones, es el racismo.

"No se puede hablar de racismo en España sin tener en cuenta nuestra historia colonial"

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Y lo peor, añade Solanes, es que este discurso funciona. «Pongo el caso concreto de la campaña electoral de Madrid, donde una fuerza política (Vox) colgó un cartel falaz en el metro, en el que comparaba a una pensionista con las prestaciones sociales que recibe un ‘mena’, y la idea que daba era falsa. Era mentira. Pero la Audiencia Provincial no consideró que debía entrar a esa falacia. Se parapetó en la libertad de expresión. En mi opinión, señalar que los ‘menas’ son un problema social legitima un discurso que en su base ya es mentira. Son ideas contrarias a la democracia, porque en lugar de generar convivencia, excluyen».

Sin denuncias

Entonces ¿Qué hacer contra esto? Para empezar activar mecanismos para que las víctimas puedan denunciar sin miedo. Solanes explica que el 88 % de las agresiones racistas no se denuncian en comisaría. «Falta formación en muchísimos ámbitos de la administración», señala. Y en otros casos, no solo falta formación, sino unas leyes que no estén obsoletas. «Hay que actuar contra la discriminación digital, las amenazas que llegan a muchas personas por redes sociales y que se cometen con opacidad y sensación de impunidad. Los instrumentos jurídicos que tenemos ahora no están preparados», asegura.

Una semana después del aniversario del 11 S, Solanes también reflexiona sobre cómo afectaron estos atentados a la securitización de las fronteras, y al aumento, en algunos casos, de la islamofobia bajo este pretexto. «El discurso de la seguridad vinculado a las migraciones y a los refugiados es un clásico que se usa para generar miedo», apostilla Solanes. «La movilidad humana no debe plantearse en clave de defensa, sino de protección de los derechos humanos».

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