El teléfono y los espacios cerrados en despachos o reservados de cafeterías son terreno pantanoso para el exministro de Trabajo y expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana.

Las conversaciones in itinere en las que se deambula sin rumbo son la profilaxis perfecta contras las «chicharras» (micrófonos) o cámaras de ojo de pez que la policía judicial camufla en los sitios más inverosímiles.

Zaplana es gato escaldado en esta materia. Y escurridizo como una anguila del Mar de los Sargazos para esquivar las causas judiciales que lo rozaron hasta que el caso Erial le impactó de lleno.

«Me tengo que hacer rico»

La primera grabación que protagonizó Zaplana fue la del caso Naseiro, el pecado original de la corrupción en el PP, en la que confesaba a su amigo Voro Palop: «Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado, Boro (...) Tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir. Ahora me tengo que comprar un coche. ¿Te gusta el Vectra 16 válvulas?».

En el caso Terra Mítica, las grabaciones que el diputado del PSPV Pepe Camarasa hizo a los empresarios (después condenados) Antonio Moreno Carpio y José Herrero en las que ambos confesaban que otro condenado, Vicente Conesa, pagaba comisiones con Zaplana como destinatario final. El entonces ministro llegó a querellarse contra los empresarios y los diputados, pero retiró la acusación. La Guardia Civil también acumula archivos de imagen y sonido de Zaplana en los casos Lezo y Erial. Nunca las grandes avenidas habían sido tan «seguras».