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"La gente en Senegal muere por infecciones bucales cada día"

El dentista valenciano Enrique Llobell viaja dos veces al año al país africano con la ONG Amigos de Buba para dar cobertura odontológica solidaria y pone el foco en la importancia de la prevención

A la izquierda, Enrique Llobell prepara los materiales para atender a un hombre y a la derecha, el doctor trata a una paciente, en Wanang, Senegal. | E.LL.

Enrique Llobell relata que cada vez que vuelve a Warang, en Senegal, le reciben decenas de niños y niñas que le acompañan caminando por la calle con el único propósito de pasar tiempo con él y mostrarle sus dentaduras seis meses después de tratar: «Mira doctor, mira como me cuido la boca», le gritan desde un metro más abajo. El odontólogo y cirujano maxilofacial es la tercera generación de una familia histórica dedicada a la odontología. Empezó su abuelo, siguió su padre, luego él mismo y hasta el día de hoy, en el que sus dos hijos también se dedican a esta profesión sanitaria.

Una saga con una experiencia más que demostrada que no ha hecho que Enrique se conformara con ejercer en su clínica de la calle Ciril Amorós del cap i casal, ser presidente del Colegio de Odontólogos de València además de otros cargos en entidades nacionales que le han valido (por cierto), el reconocimiento de Dentista del Año en España 2019 que otorga la Organización Colegial de Dentistas de España.

Un viaje que empieza en 2017

Llobell necesitaba involucrarse más, ayudar a los demás. El doctor lleva desde 2017 implicado en la oenegé Amigos de Buba, una organización que desplaza cada seis meses a un grupo de sanitarios, odontólogos y especialistas en medicina interna y ginecología a Warang, un lugar remoto de Senegal, para prestar servicio dental a más de 150.000 personas que habitan la región entera.

Enrique Llobell cuenta que, cuando era representante de los dentistas, recibió la llamada de Jesús Álvarez, un doctor de Palma que había creado una ONG y necesitaba algún cirujano maxilofacial para el próximo viaje humanitario. Llobell no se lo pensó. La primera experiencia en la que participó fue en 2017 y, desde entonces, vuelve cada seis meses en estancias de doce días. Hace dos semanas que regresó de su último viaje. De Warang destaca el calor infernal. «En esta zona de Senegal, hay que partir de la base de que hay un dentista para 150.000 personas de toda la región», asegura el dentista, que detalla que «no hay dentistas y la gente muere de infecciones en la boca». Allí, en Warang, el equipo de Amigos de Buba tiene un camión donde guardan todo el material y que sirve de consulta médica. «Cada vez que vamos, lo abrimos, limpiamos el material, y empezamos con las atenciones». En su caso, dice que trabaja en una sala cedida por el ayuntamiento, donde recibe cerca de 80 pacientes diarios y realiza, en diez días, unas mil extracciones de muelas del juicio. No hay horarios. Solo trabajo altruista para la gente.

Sin luz ni aspiradores

La forma de trabajar es complicada. Calor, poca luz (por lo que tienen que utilizar linternas frontales) y carencia de aspiradores. «Es difícil ver porque en cuanto sale un poco de sangre no distingues en qué estado está la muela», cuenta Llobell, que detalla que usan papel para secar las zonas de la boca que se trabajan. No es que la población no se lave los dientes, es, según el dentista, que «nadie les ha enseñado a cómo cuidarse la boca para evitar infecciones». Uno de los retos más importantes es la implantación de la práctica preventiva en toda la población. «Entras dulces de países occidentales y los niños tienen las bocas destrozadas». Por eso, este año han comenzado un proyecto de prevención en escuelas con más de 200 niños atendidos. «Ponemos flúor en todas las bocas y damos charlas de cómo cuidarse la boca», explica el doctor Llobell. La prevención es «importantísima» porque «puede evitar problemas mayores».

Su día empieza con una tortilla de huevos recién cogidos. Jornada de más de diez horas para atender a toda la cola de personas y, por la noche, el pueblo se reúne alrededor de una plaza donde los tambores y los bailes son los protagonistas, dice Llobell. Las noches: extremadamente calurosas y acompañadas de insectos de todo tipo a los que uno se acostumbra, relata el mismo doctor.

El valenciano es el único que sabe francés por lo que, además de dentista hace de traductor: «es muy bonito porque estoy en contacto directo con la gente, me gratifica mucho, todo el mundo te saluda y te aprecia». «Doctor, ¿quiere un poco de pescadito frito?», le gritan cuando pasea de noche por el pueblo. Eso, y las muestras eternas de gratitud.

Aprendizaje constante

¿Qué aporta embarcarse en un proyecto solidario como este? ¿Cambia de alguna manera la perspectiva?. «He aprendido en mis visitas que no por tener más dinero se vive mejor», sentencia el dentista valenciano. «En mi experiencia, en África no existe el egoísmo que existe aquí, cuando vuelvo no necesito nada», concluye Enrique Llobell.

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