Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El papel de Blasco Ibáñez en el impulso de la educación popular

Un libro del catedrático de la UV Luis Miguel Lázaro pone en valor la figura del político y escritor como nexo de unión del pueblo con el mundo de la enseñanza y la cultura, al que no tenían acceso

Lázaro, con su libro, en la avenida Blasco Ibáñez de València. F. Calabuig

Su nombre lo llevan colegios e institutos, y también una avenida de València donde se ubican diferentes facultades. En cierta manera, el mundo educativo tiene presente a Vicente Blasco Ibáñez (València,1867-Menton, Francia,1928), del que en este enero se cumpen 125 años de su nacimiento y también 155 desde su muerte. No obstante, la faceta como nexo de unión entre las clases populares y el mundo de la educación y la cultura no suele ser la más conocida del escritor y político, que vivió en una época en la que entre 2.000 y 3.000 niños en Valènciase quedaban fuera de las escuelas y los libros eran objetos de lujo.

Así lo relata Luis Miguel Lázaro en su libro «La nueva Atenas del Mediterráneo» (Institució Alfons el Magnànim, 2021). El catedrático de Historia de la Educación de España en la Universitat de València centra su obra en Blasco Ibáñez como «impulsor decidido de proyectos de difusión en la educación y la cultura». «El libro aporta una visión global de un hombre que busca hacer de intermediador con las clases populares, desde un punto de vista político, pero también con un compromiso personal y profesional», afirma.

«Conocemos al Blasco novelista, viajero, explorador, político... faltaba esta visión más centrada en lo educativo y cultural», añade. En este aspecto, destaca «su empeño por crear una biblioteca popular, la universidad popular y su obra fantástica como editor en las editoriales Sempere y Prometeo, que facilitaban las lecturas de las élites europeas al precio imbatible de una peseta». Así, el profesor ve a Blasco como «una persona poliédrica», por lo que en el libro desgrana a través de las más de 600 páginas una «visión global de su figura».

Una cuestión política

Como se puede leer en el libro, el blasquismo político fue firme defensor de la universalización de la educación en València, al considerarla «una cuestión política», pues de ella dependía el acceso a libros, folletos o periódicos y, así, la formación de una opinión pública con «mente crítica».

El republicanismo sabía que España no podría salir del atraso secular ni transformarse sin buenas escuelas

decoration

Como apunta Lázaro, el republicanismo era consciente de que España «no podría salir del atraso secular sin educación, una herramienta de transformación, mejora y avance». Por esto, la educación «era una reivindicación claramente política que no interesaba a los grupos dominantes», por lo que protagonizaba acalorados debates políticos de la época, además de artículos periodísticos. Hay que tener en cuenta que cuatro de cada diez hombres y seis de cada diez mujeres eran analfabetos en la primera década de 1900. Contra esto, Blasco Ibáñez apostaba por una instrucción primaria gratuita», obligatoria y que formara en lectura, escritura y álgebra, al tiempo que legislativamente se limitaba el trabajo infantil a menores de 10 años.

No obstante, las carencias de la escuela pública y la falta de oportunidades hicieron que fuera necesario el autodidactismo, donde tienen un papel crucial las iniciativas que impulsaba Blasco Ibáñez. Además de las escuelas laicas que defiende el blasquismo, el político impulsa en València la biblioteca popular —para incrementar la lectura—; la Universidad Popular —con conferencias para adultos—; y la difusión de obras a precio popular con sus editoriales. En la mayoría de casos, sigue a los movimientos e ideas de Francia, aunque sí fue pionero con la biblioteca popular — las primeras empezaban a aparecer en EE UU— y con la universidad Popular, de las primeras de España.

El blasquismo incentivó el autodidactismo, la lectura y conferencias para crear una opinión pública formada

decoration

Profesorado en la miseria

De la mano de Blasco Ibáñez, «La nueva Atenas del Mediterráneo» supone una exhaustiva radiografía de la educación de inicios del siglo XX. Por ejemplo, recoge extractos del periódico «El Pueblo» —fundado por Blasco Ibáñez—, en los que su director, Félix Azzati, hablaba del «carnaval de la enseñanza primaria», en referencia a las carencias en las aulas, con maestros insuficientes, poco preparados y mal pagados. De hecho, en un artículo dice que se veían forzados al «ayuno obligado», porque el sueldo no les daba para comer. Por esto, los maestros estaban «hartos y desesperados por soportar la miseria».

En esos años, en prensa se criticaba también la falta de financiación educativa, comparándola con el gasto en personal eclesiástico o en rearme naval. Pero «el problema de la enseñanza en el país no se acaba solo por contar con más y mejores escuelas, por la consignación de un presupuesto suficiente, o por contar con un magisterio bien preparado en el plano profesional, socialmente dignificado y bien remunerado», sino que el blasquismo también apuntaba a mejores «orientaciones para la práctica pedagógica», por lo que apostaban por una «profunda renovación pedagógica», recoge Lázaro, especializado en educación popular, con varios libros publicados sobre esta cuestión.

La València soñada como «Atenas del Mediterráneo»

Vicente Blasco Ibáñez quería convertir València en la «Atenas del Mediterráneo», una imagen que utilizó para movilizar a sus seguidores sobre todo en la campaña electoral municipal de 1901 y 1902, que buscaba poner en valor a la ciudad a través de la educación y la cultura. «Es hiperbólico, una imagen que movilizaba la gente, que usaban profesores, pensadores... e incluso clases populares», explica Luis Miguel Lázaro, sobre la expresión que también él eligió para titular el libro y que tan bien refleja la aspiración del político.

«Para él, València era una ciudad culta y, con las iniciativas que plantea, podría crear un universo especial, una imagen bonita que se ajustaba a sus ideas, pero no al contexto ni la coyuntura histórica reales», apunta el autor, teniendo en cuenta el elevado porcentaje de analfabetismo y desescolarización, problemas que continuaron durante décadas. Así, supone un «mito movilizador» que después de su paso por la política y más allá de los primeros años del siglo XX, «ya no se vuelve a utilizar» .

Blasco Ibáñez ansiaba una ciudad culta y convertida en referencia gracias al conocimiento

decoration

En Educación, Blasco Ibáñez y el republicanismo impulsaron la creación de escuelas laicas —a veces llamadas racionalistas o neutras, aunque no eran exactamente sinónimos— como contrapartida al número limitado de escuelas públicas, que no acogían a todos los niños y niñas.

Según explica Lázaro, las laicas eran «escuelas modelos» —de iniciativa privada y a temporadas con subvención pública, según el color político de los gobernantes— con las que el republicanismo mostraba a «sus simpatizantes y votantes que había posibilidad de una educación alternativa a la pública y católica». «Una herramienta política», según el experto, que también reconoce que muchas tenían una «vida corta» y su profesorado tampoco tenía mejores condiciones laborales.

En cuanto a la Universidad Popular a la que dio alas Blasco , esta tuvo una «trayectoria errática», que sigue durante la Segunda República y la Guerra Civil, aunque el franquismo acabó con ella, a diferencia del legado de las bibliotecas, que no se perdió.

Compartir el artículo

stats