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"Si Ucrania tiene que ir a la guerra, deberá ir. Pero produce mucho dolor"

Cuatro niños de acogida en València regresan al Dombás

El presidente de la asociación Ukraina, M. Petrunyak (i.), y su vicepresidente, D. Goliney (d.). | J.M. LÓPEZ

La espera al inicio de una guerra duele desde cerca y desde lejos. En parte porque no existe la lejanía cuando está en juego una vida cercana. Los ucranianos Mykhaylo Petrunyak y Dmytro Goliney, presidente y vicepresidente de la Asociación Ukraina de València, respectivamente, cuentan a Levante-EMV que todos los días hablan con sus familiares. Están acechados por el quiebro definitivo de la tensión que Rusia imprime a sus fronteras.

Los pequeños Tolik (i.) y Danilo (d.), en un parque infantil de Bétera. | J.M. LÓPEZ

Larysa Kulik, organizadora del programa humanitario que trae a niños de la zona roja del conflicto a pasar la Navidad en València, tiene que poner en un avión a cuatro pequeños para que vuelvan con sus familias, a unos metros de las trincheras. Quién sabe si durante esta semana, cuando los cuatro menores —que debían ser cinco— regresen a sus casas tras terminar el programa humanitario, las trincheras estarán ya enterradas para dar paso a la batalla total. Danilo es uno de esos cuatro niños que vuelve al Dombás este fin de semana, sabiendo que la situación bélica puede cambiar desde el despegue al aterrizaje de su vuelo. Y Tolik es el quinto, el que no vuelve. Él ha podido quedarse con su familia de acogida gracias a un programa de estudios que lo aleja de la incertidumbre de las balas perdidas.

«Tiene que unirse el mundo»

La amenaza de un ataque de la Rusia de Vladímir Putin a Ucrania (tras haberse anexionado Crimea hace ocho años y haber avanzado sobre Donetsk y Lugansk) se eleva a cada minuto. La OTAN, EE UU y la UE advierten de graves consecuencias. Este mismo viernes, EE UU y Rusia tuvieron una reunión que puede mantener viva la vía del diálogo. Ucrania es el tablero de una partida geopolítica mundial tras un acercamiento a la OTAN que, según Rusia, provocará que más armas apunten a su país. Lo que es seguro es que supondría que Ucrania rematara su viraje a Occidente.

«Tengo mucho dolor por la situación que puede ocurrir en algunos días si el mundo lo permite», afirma Petrunyak. Habla así, en días. Ni semanas, ni años. Cree que la guerra está al acecho. «Los países tienen que levantarse juntos y dar una respuesta muy fuerte a Putin», expresa. Desde Paterna, donde vive, habla todos los días con sus familiares. Su suegra está a 40 kilómetros de una zona fronteriza. «Ya ha enviado algunas cosas desde su casa a la nuestra, en los Cárpatos (el otro extremo del país), porque ya están esperando a que suceda cualquier día; están muy inseguros», relata. Para él, una invasión de Putin a Ucrania puede ser «el inicio de la Tercera Guerra Mundial». «Él no va a parar», dice Petrunyak.

«Hay una enfermedad, no sé cómo se llama: cuando te cortan las manos y el organismo siente que este brazo existe. Eso le pasa a Putin. Si pierde Ucrania, entonces será perdedor el resto de su vida. Hay un chauvinismo grande de Rusia con Ucrania, creen que no debemos tener nuestro propio país», analiza.

Petrunyak se quiere expresar con pragmatismo pero al final cede a los sentimientos. «Si Ucrania tiene que ir a la guerra, deberá ir. Pero produce mucho dolor», lamenta. «Nadie quiere la guerra, ni nosotros ni los mismos rusos. Yo creo que no va a ser porque son muchos muertos y creo que van a tener miedo», opina su compañero expatriado Goliney.

Larysa Kulik, que es de Kiev, prefiere «no pensar en todo lo malo que puede pasar». «Todos conocemos a Rusia y Putin hace mucho chantaje político. Así que espero que pueda ser solo eso, un chantaje», recalca. Ella es rusoparlante, su hermana vive en Rusia y sus hijos, en Ucrania. «Para mí es tan doloroso porque todas las partes van a quedar divididas si hay un conflicto tan grande», cuenta. Activista de la ONG Juntos por la Vida, que trae niños ucranianos a València, también teme un punto de no retorno. Los tres entrevistados piden apoyo militar de la comunidad internacional en Ucrania contra Rusia.

Volver a la guerra a los 11 años

Para Danilo Katsel, que tiene 11 años y ha pasado el último mes y medio en Bétera con una familia de acogida, la guerra no empezaría en los próximos días porque existe desde que tiene memoria. Es de Krasnogórivka, a unos metros —literalmente— del frente. Desde su casa y junto a su escuela se oyen disparos desde 2014. El oasis de unas navidades en la paz valenciana se acabó el sábado. Debe volver con su familia biológica al Dombás. Y, a pesar de las armas, espera con ansias ver a todos. «Tengo muchas ganas de volver, decir hola a la familia y ver a mis amigos para darles los regalos que les llevo», asevera con la ilusión de lo que es: un niño.

Eso sí, Danilo reconoce, en un pulcro castellano inversamente proporcional a su estancia aquí, que «se ha pasado muy rápido» el tiempo en Bétera y que va a echar de menos «salir a la calle». En Krasnogórivka, balas, bombardeos y muerte están a la orden del día. «En 2018 estuvieron disparando mucho y cuando pasó a 2020, ya no disparaban tanto, pero también disparan». Cuando se le pregunta qué siente, responde con audacia inocente. «No me da miedo, no sé por qué». Su familia de acogida le interpela entonces si es que ya es normal para él y contesta que sí. «Una vez tiraron una bomba cerca de nuestra casa y cayó en el suelo. Fuimos toda la gente abajo, a todos les daba miedo». «¿Y a ti?», le dice Alicia, su mamá española. «No, a mí no».

«Quiero venir en verano», sentencia. La cuestión es si podrá hacerlo en caso de que la cosa empeore. Si sale cruz, uno de los primeros pueblos que lo notará será el de Danilo. El terremoto de una guerra enorme tiene su epicentro allí.

Una posible vida en paz

Otro adolescente, Tolik Hromovyi, de 14 años, llegó con el mismo programa a Quart de Poblet. Su madre de acogida, Silvia, reconoce que «cuajó la relación». Vino hace un par de años y pidió regresar para estudiar un curso entero. Va a tercero de la ESO en el IES La Senda y le encanta el dibujo. Es un chico risueño de ojos claros que, cuando habla de la guerra, se expresa en tono pacífico. «Las cosas están poniéndose feas. Si empieza la guerra va a ser malo para los niños y para el resto de las personas», comenta.

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