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SECUELAS PSICOLÓGICAS

Vivir tras el ‘bullying’

Estrés postraumático, baja autoestima, ansiedad o depresión son algunos de los síntomas que deja esta violencia en los adultos

Alumnos entrando a un centro escolar. | GERMÁN CABALLERO

«No vales nada». «Nadie quiere ser tu amigo». «Cuatro ojos». «Feo». «Rarito». «Friki». «Empollón». Empujones. Patadas. Moratones. Burlas. Amenazas. Soledad. Silencio. Así se puede ver y escuchar desde fuera el acoso escolar. Y los ejemplos, por desgracia, no faltan. Recientemente se hacía viral el vídeo de un menor siendo hostigado por sus compañeros, que le cantaban «Mierda gordo pa’ ti» al ritmo del ‘Cumpleaños feliz’, durante la escuela de verano de un colegio en Mallorca. Pero solo el que lo ha vivido sabe lo que es sufrir ese maltrato continuado. Una situación de estrés constante que deja cicatrices que se pueden llegar a manifestar hasta en la edad adulta. No solamente las físicas, sino también aquellas relativas a la salud mental.

Vivir tras el ‘bullying’

«Se presupone que el bullying que se da en el colegio o en el instituto solo afecta a la víctima durante esas edades y ya está. Pero en consulta vemos que muchas personas que han sufrido acoso escolar durante ese periodo después arrastran a lo largo de su vida ciertas secuelas psicológicas», detalla Laura Fuster, psicóloga general sanitaria en su consulta en València. El impacto en los niños y adolescentes es innegable. Según los datos del estudio sobre el acoso escolar y ciberbullying de la Fundación ANAR —organización sin ánimo de lucro que ayuda a niños, niñas y adolescentes en riesgo— y la Fundación Mutua Madrileña, el 90 % de los menores que lo sufren tiene problemas psicológicos como ansiedad, depresión o miedo permanente.

Además, según los datos de la Conselleria de Educación, recogidos en un escrito del Síndic de Greuges, Ángel Luna, más de 1.221 menores fueron víctimas de violencia escolar en el curso 2020-21. Tal como informó Levante-EMV, de estos, uno de cada cuatro se infligió autolesiones y el 17% amenazó con suicidarse. Además, aunque el acoso escolar bajó un 45% en pandemia, aumentaron los casos de ciberbullying, y las agresiones grupales crecieron un 65%.

Pero, ¿qué huella deja en las víctimas cuando ya abandonan el colegio o el instituto y empiezan su vida adulta? Cada persona es diferente. Aunque, continúa Consuelo Tomás, psicóloga especialista en Psicología Clínica en el centro que lleva su nombre, si alguien «ha sido acosado cuando ha sido niño o adolescente, tiene una mayor tendencia, probabilidad y vulnerabilidad a sufrir determinados trastornos psicológicos». Ambas expertas coinciden en enumerar los principales síntomas que manifiestan los adultos que han sufrido bullying en la etapa escolar.

El miedo al rechazo y la desconfianza ante los demás son dos de las señales que identifican en consulta. «Hacen nuevas amistades o relaciones condicionados por lo que les ha pasado. Pensando que les van a fallar, que se van a meter con ellos o que no van a encajar», comenta Fuster. Al respecto, Tomás añade que suelen «tener un nivel de susceptibilidad mayor». «Les cuesta confiar en las personas que les rodean, porque en lugar de recibir respeto, apoyo, cariño, lo único que han recibido ha sido desprecio y rechazo y además les han ridiculizado delante de otros», apunta la psicóloga. Como consecuencia de esto, además, dejan de percibir a los demás como una «fuente de apoyo».

Miedo a la interacción social

En algunos casos, indican, puede aparecer una fobia social, que es directamente el miedo a interactuar con otras personas. «De niños, pueden llegar a pensar que realmente no merecen el respeto de los demás y en el futuro esto hará que sientan más inseguridad», explica Tomás. Fuster habla también de temor a la exposición social a la hora de hablar en público o frente a un grupo grande de gente. «Piensan que los están evaluando y juzgando constantemente», señala. Sobre esto, comenta que muchas de las burlas «tienen que ver con la estética», con el aspecto físico de las personas. «Si se meten contigo por la nariz a lo mejor te generan un complejo que no hubieras tenido si no fuera por ese comentario», afirma. Con el peso, se puede llegar incluso a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) como una anorexia o una bulimia.

«Pueden ser personas más introvertidas y que les cuesta más expresar lo que sienten», apunta Tomás. En muchos casos tampoco saben poner límites y tienen falta de asertividad. A veces, todo lo contrario. «Han sufrido mucho de pequeños y por eso empiezan a tener conductas que son hostiles o autoritarias. Es su escudo frente al daño que han recibido», declara Tomás. La psicóloga asegura que también aparecen síntomas como la ansiedad o el estrés postraumático. «La persona ha estado sometida a un miedo permanente, eso hace que desarrolle una actitud de hipervigilancia. ‘A ver si me vuelven a hacer lo mismo’, piensan, y entonces sienten que las relaciones son amenazantes», comparte.

Así, la creencia errónea de que son inferiores a los demás, desarrollada en el momento del acoso, provoca que puedan aparecer muchos sentimientos relacionados con la depresión. «Es más, puede haber personas que ya siendo adultas tengan ideas suicidas o haya una tentativa de suicidio», advierte Tomás, quién también alerta de que en ocasiones recurren al «uso de sustancias tóxicas».

Prevenir antes que curar

Por todo ello, es imprescindible para las entidades que se dedican a la protección del menor que el bullying no se llegue nunca a producir. «Lo importante es que el miedo no se traslade a la vida adulta o a las siguientes etapas, que no arrastren ese rol de ser víctima de alguna forma de violencia. Intentamos llegar a la prevención, pero si el problema ya se ha instalado queremos actuar cuanto antes», reconoce Diana Díaz, psicóloga y directora de las líneas de ayuda de la Fundación ANAR.

La experta enfatiza en la necesidad de que tanto la familia como el centro escolar se impliquen desde el principio. «Si no hay una respuesta de ayuda y la situación se va cronificando el impacto va a ser muy diferente a si el problema se detecta a tiempo», asegura. Díaz insiste en que el acoso escolar es multifactorial y multicausal, por lo que poder atajarlo «no es tan sencillo». «Tiene un enorme calado en la vida de una persona hasta que la víctima siente que hay una protección y seguridad del entorno», comparte. Por eso, apuesta porque siempre se realice una evaluación para calcular su efecto y qué recursos y estrategias necesita para hacer frente la situación.

Uno de los mecanismos de la entidad es el teléfono contra el acoso escolar y los malos tratos (900 018 018) del Ministerio de Educación, que gestiona desde el año 2018, además de las llamadas que atienden desde su propio servicio (el teléfono ANAR , 900 20 20 10). A nivel estatal, recibieron 29.638 peticiones de ayuda por situaciones de acoso escolar en 2021. «Trabajamos con la víctima y las familias, en la prevención, si se llega a tiempo, en detectar señales de riesgo o en enseñarles a cómo comunicarse para abordar el problema», indica Díaz, quien matiza que esta es una de las cuestiones más complicadas. «A veces no encuentran la fortaleza para pedir ayuda», admite.

Trabajar los pensamientos

Asimismo, desde la consulta psicológica, una vez son adultos, las expertas sostienen la importancia de trabajar los pensamientos. También en la autoestima y en la confianza en sí mismos, y aprender a controlar la anticipación de situaciones negativas, detalla Fuster. «Es muy importante que estas personas no se avergüencen. Pensar que eso forma parte del pasado, que no tienen culpa de nada y que son personas muy valiosas. Se tienen que centrar en los aspectos positivos de la vida y en sus logros y en el caso de que la situación les continúe generando malestar deben buscar ayuda profesional», concluye Tomás.

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