De tanto mirar al mar, Nuria se enamoró. Como tantas otras antes, cayó bajo el influjo del océano, y pese a nacer a 212 kilómetros de la costa, ya lleva media vida bajo el agua.

En concreto, en El Campello, Alicante, donde Nuria Sanz es buzo y patrón de embarcación en uno de los viveros de acuicultura más avanzados de Europa.

Nacida en Moradillo de Roa, en Burgos, en 1974, es una de las mujeres de un sector que trabaja activamente para conseguir la igualdad. Fue un profesor de Matemáticas quien le informó de que podía hacer Ciencias del Mar y se fue a estudiar a Cádiz.

Tras eso, hizo un año de prácticas y luego llegó a la Comunitat Valenciana, en concreto a Alicante, de donde no se ha movido desde entonces. 

La acuicultura es el cultivo de peces para consumo humano mediante técnicas sostenibles. Los viveros, como el de El Campello, están ubicados en el mar o cerca de los ríos, por lo que el aprovechamiento del agua es casi total.

Cabe recordar, además, que la acuicultura necesita agua de la mejor calidad, por lo que los viveros garantizan el cuidado de los recursos hídricos.

Esto es lo que ocurre en El Campello, donde Nuria es una de las encargadas de controlar que las redes estén en buenas condiciones. 

"Durante 24 años, trabajaba en un vivero más pequeño. Ahora estoy en uno más grande de encargada de planta de alimentación", comenta Sanz.

La buzo empieza a las 7 de la mañana. "Teniendo en cuenta la previsión del tiempo te organizas. La fundamental es la alimentación de los peces", explica. Los peces comen todos los días, y en el caso de los más pequeños, conocidos como alevines, hasta varias veces cada jornada.

En El Campello, la alimentación va directamente a los recintos: todo el sistema está informatizado. "El objetivo es que aprovechen bien la comida y no se desperdicie", explica Sanz.

Otra de sus labores es el mantenimiento y el cambio de las redes. "Hay que revisarlas todas una o dos veces por semana", comenta. Cada pez, además, tiene un comportamiento diferente y, por tanto, las redes de sus viveros requieren unos cuidados concretos.

Las doradas, por ejemplo, las muerden, por lo que hay que cambiarlas más a menudo. Además, cuando hace calor, aún son más activas. "Te metes en el agua y cuando encuentras un agujero lo cierras con bridas porque es fundamental mantenerlas en buen estado", comenta. Aguantan entre seis y siete meses. 

En un vivero de última generación, todo está pensado hasta el último detalle. Como el tamaño de las redes y la profundidad a la que llegan: se suelen dejar unos 30 metros, en el caso de las instalaciones de El Campello, entre la red y el fondo del mar.

"Estamos casi obsesionados con que no dañen los fondos marinos. Por eso el control de comida, para que nada caiga y afecte al ecosistema. También las redes llegan a una determinada profundidad para "que haya corrientes por abajo y el agua se oxigene", según explica Sanz.

"El trabajo del buzo también permite reparar los cabos con que se atan las redes a la estructura de la instalación. Cadenas, grilletes… todo lo que observes que está deteriorado. Aunque el objetivo sea revisar redes, con la experiencia estás atento a un montón de detalles", indica.

Además de la vigilancia de redes, en su trabajo como patrona Sanz también se encarga de cosechar los peces y hace el mantenimiento de toda maquinaria asociada a la plataforma.

Una jornada extenuante

Su jornada laboral empieza a las 7, nada más amanecer, y termina a las 17 horas, con veinte minutos para comer. Una jornada absolutamente extenuante que también requiere trabajo físico, por lo que trabaja cuatro días a la semana.

"Aprovecho para comer en veinte minutos cuando llego a tierra, allá las 15 horas, pero durante el día me llevo algo de fruta al barco para ir picando", explica.

Además, la plantilla almuerza, algo imperdonable en la Comunitat Valenciana, en torno a las 10 y media de la mañana. 

Sanz (Moradillo de Roa, Burgos, 1974) se enamoró del mar en Asturias y tras estudiar en Cádiz, lleva 24 años en la Comunitat Valenciana. ED

La acuicultura genera tejido social y económico, pero también es un puntal ambiental y un elemento imprescindible en el esquema de la alimentación mundial, como afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En el último informe mundial sobre pesca y acuicultura (Sofia, por sus siglas en inglés), la organización asegura que esta actividad es sostenible y tiene “un gran potencial para alimentar y nutrir a la creciente población mundial”.