Caminar 40 kilómetros al día para salir de la depresión

Ana, una mujer de Paiporta, camina casi un maratón diario durante 8 horas desde hace cinco años por el Camino de los Huertos de Picanya

Ana anda por un túnel natural en el Camino de los Huertos de Picanya, junto a Villa Rosita.

Ana anda por un túnel natural en el Camino de los Huertos de Picanya, junto a Villa Rosita. / Germán Caballero

J.M. Bort

J.M. Bort

Ana repasa los últimos 5 años de su vida con una sorprendente suavidad, como la alineación de un equipo de fútbol en un día sin partido. Todo es calma y tranquilidad en la curva de un camino de Picanya donde hemos quedado para la entrevista. Ella, de pie, y el reportero, sentado sobre el extremo de una acequia, hacen el siguiente cálculo: 40 kilómetros al día por 30 son 1.200 kilómetros al mes; por 12 meses son 14.600 kilómetros, la distancia que Ana camina al año. La misma que separa España de Australia. En 5 años ha recorrido unos 70.000 kilómetros, casi dos veces la vuelta al mundo.

No hay referencias precisas de otros caminantes en España, pero posiblemente haya muy pocos, o quizá ninguno, que recorran el mismo espacio poniendo un pie delante del otro cada día, sin parar, queme el sol o diluvie.

¿Por qué esta mujer anda cada día? ¿Cuántas horas le dedica? ¿No trabaja? ¿Tiene alguna promesa que cumplir? Las preguntas brotan solas entre los que se cruzan con ella, día sí, día también, por el Camino de los Huertos, un trazado que une Paiporta y Picanya por antiguas fincas y masías como Villa Delia, el Hort de Llop o Montesinos. «Lo hago porque esto me da el equilibrio», explica Ana con una voz sosegada y una vocalización musical.

El primer día que Ana salió a andar iba cogida del brazo de su marido y sólo daba una vuelta a la manzana

Un ‘síndrome ansioso depresivo’ encerró un día en su casa a Ana, a quien su trabajo de teleoperadora le había agravado sus problemas de espalda. Lleva algunos tornillos y placas para corregir una espina bífida. «Me operaron hace 22 años y quedé bien, pero de las hernias no y me instalaron un estimulador medular» que enseña bajo la camiseta. «El dolor que me producía estar 7 horas sentada y la medicación me llevaron a coger la baja, y meses después me dieron la incapacidad. Entonces llegó la depresión. Entré en quiebra mental. Lloraba a todas horas. No quería salir de la cama. Entre el dolor y la tristeza, mi vida no valía nada», recuerda.

Una conversación con una amiga ayudó a encender un click en el cerebro de Ana. «Un día, de repente me dije: Tienes que salir de esto, de dejar de ser una víctima... y ahí empezó todo. Los primeros días esperaba a que mi marido llegara del trabajo y me cogía del brazo para dar una vuelta a la manzana. Cada día andaba un poco más, hasta que a los 3 meses caminaba 18 kilómetros sola», explica. «Me fui probando y llegué a 20, luego a 22, a 24, a 30 y un buen día que llegaba del médico me dije ‘me voy a probar’ y anduve 41», narra Ana, que nació hace 57 años en un pueblo de Madrid. Una llamada de uno de sus dos hijos interrumpe unos segundos la entrevista. Todo va bien.

Ana, la mujer de Paiporta que camina casi un maratón diario

Ana, la mujer de Paiporta que camina casi un maratón diario / Germán Caballero

La ‘mujer andarina de los huertos’, como le conocen los que pasan por la zona con frecuencia, es hoy un derroche de calma. Es la mujer zen de l’Horta Sud. Y toda una institución para paseantes, ciclistas y vecinos de la zona. No hay rastro de la depresión. «La depresión se cura, mientras que la ansiedad la mantienes a raya trabajando la fuerza mental. Se trata de racionalizar y desmigar lo que genera sufrimiento. Eso nos pasa a todos. Todo se puede controlar con la fuerza mental», insiste en la misma posición erguida después de más de una hora de conversación. Sus gemelos resaltan firmes en sus piernas delgadas. La piel es morena y el tipo se parece al de una maratoniana. Calza unas zapatillas caras, unas Brooks. «Es fundamental que sean buenas, así las puedo cambiar cada 5.000 kilómetros». Es decir, cada 4 o 5 meses.

«No sabemos la fuerza mental que tenemos. Hay que huir del victimismo y hacer que cada cosa que te pasa en la vida sea una oportunidad. Creemos que son los demás los que nos marcan nuestros límites. Es mentira. Las medidas las pone uno mismo. Si no, la humanidad no habría avanzado. No hablo de andar 40 kilómetros al día, sino de salir de una depresión», asegura. «Y ahí entra aprender a decir 'no', ser valiente, una práctica en desuso. Porque se puede decir 'no' a la cara, con elegancia. De verdad que se puede», apostilla.

Hace mucho que Ana ya no toma ningún tipo de medicación. Sus análisis de sangre, antes llenos de asteriscos, son hoy un dechado de buena salud. «Las endorfinas y el sol, que es un antidepresivo natural, me dan la vida. Mis huesos están extraordinariamente fuertes. Mi salud es fabulosa», exclama con sus ojos grandes y brillantes.

"Sé como se comportan los pájaros, si va a llover, lo sé todo de esta zona"

Después de cinco años caminando 8 horas al día, Ana se ha mimetizado con un paisaje, el de este rincón de l’Horta Sud, rico en fauna y flora local. «Esto es un tesoro, un milagro. Sé cuando va a llover, reconozco los sonidos de los pájaros, cómo van cambiando los colores de las plantas, las sombras a cada hora del día... todo. Tengo grabada la imagen de una lechuza preciosa o la de una liebre corriendo al lado de una mujer que iba en moto. Veo erizos de tierra, sapos, abuvillas, culebras, mariposas, libélulas, lagartijas, saltamontes, conejos, aves rapaces cazando otros pájaros... y esa gama de colores en los atardeceres. ¡Y la luna llena! Hay noches que camino con la luna llena y dan ganas de llorar de felicidad. Si tú me dices que me das un millón de euros y deje de andar, no lo hago. Nunca», asegura Ana, que durante el día coge algunas moras, mandarinas o higos, dependiendo de la época, para rellenar combustible. Su comida única es por la noche, «todo muy sano y nutritivo». En términos médicos, su estilo de vida es el epítome de la perfección. En términos antropológicos, es el recuerdo de quiénes somos -y de dónde venimos- antes de toda esta locura. 

La mujer andarina del Camino de los Huertos de Picanya aprovecha la ocasión para enviar un mensaje. «Todos podemos superarnos. Todos tenemos fuerza mental porque todos somos iguales. No entiendo la xenofobia ni la homofobia ni nada que genere desigualdad. La vida es un regalo. ¡Gracias a la ! Aprovechémosla».