La ley del felpudo

Un hombre trabaja en las labores de limpieza en el río Alberche, a 5 de septiembre de 2023, en Aldea del Fresno, Madrid (España).

Un hombre trabaja en las labores de limpieza en el río Alberche, a 5 de septiembre de 2023, en Aldea del Fresno, Madrid (España). / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Enrique Moltó

A raíz de la situación meteorológica que se desencadenó el pasado fin de semana no puedo evitar recordar la columna que publiqué sobre la DANA antes de que afectara a distintas partes de la Península. 

Los mapas de precipitación generados por los modelos a partir de la combinación de distintos parámetros venían insistiendo en que, dentro de que casi todas las comunidades en mayor o menor medida iban a recibir lluvias, ciertas partes de las comunidades de Castilla-La Mancha y de la Comunidad de Madrid eran las que iban a verse más afectadas. 

Un agravante de esta situación era que esta zona no está tan acostumbrada como las mediterráneas a este tipo de precipitaciones torrenciales y, sobre todo en el caso de la ciudad de Madrid, la concentración de población y su extrema movilidad. Esto justificaba sobradamente que Aemet se atreviera a hacer algo que no es fácil, declarar aviso rojo en varios sectores de estas comunidades, con todo lo que ello implica. 

Tal vez recordando lo que sucedió con Filomena, donde el aviso rojo no derivó en demasiadas medidas preventivas y se lio la que se lio, Protección Civil lanzó un aviso a los móviles recomendando a la población moverse lo menos posible de casa. Curiosamente, cuando todavía no se estaban produciendo las precipitaciones intensas, empezaron las chuflas, las coñas y los enfados, con la habitual acusación de los negacionistas de todo de estar cometiendo intromisión en la vida de la gente por apenas cuatro gotas. 

El summum fue la suspensión de un partido ante lo que podía caer y la movilidad de más de 60.000 personas. El alcalde de Madrid, en un principio, veía plenamente justificada la medida y la presidenta de la Comunidad también. Curiosamente el primero en desatar las hostilidades contra Aemet y las medidas tomadas, exigiendo más precisión y rigor a Aemet, fue el presidente de la Comunidad de Andalucía, que, digo yo, a santo de qué. 

Almeida no pudo resistir la presión y al día siguiente pidió lo mismo, más rigor y precisión. Tan bien que iban y lo estropearon todo, se cargaron la credibilidad presente y futura de una institución que había acertado en el aviso y de otra que había utilizado bien el mensaje a los móviles. Muchos daños y varios fallecidos, seguramente menos que si no se hubieran tomado medidas, no parecen suficientes para algunos. 

La ley del felpudo, como he leído a alguien en redes, es aquella que dice que si no llueve lo anunciado en la puerta de mi casa, la previsión ha fallado. Mientras, a lo suyo, algunos publican que Jorge Rey ya había avisado mejor de todo esto y otros, incluidos algunos que se rieron de los mensajes, critican luego al mismo que los emite por criticar a Aemet, de locos.