Así ardió el edificio de Campanar
Mientras los primeros equipos de investigadores privados contratados por las aseguradoras inician la inspección del efidicio, un mes después del incendio, el juez de Instrucción número 9 de València continúa a la espera del informe final elaborado por el equipo mixto de Policía Científica formado por agentes de la brigada provincial de València y de la Comisaría General, desplazados desde Madrid.
Los expertos en investigación de incendios de la Policía Nacional, que elaboran el informe pericial principal a petición del juzgado y sin que medien intereses económicos, ya determinaron desde el primer momento que el fuego tuvo un origen eléctrico y una causa fortuita.
El foco inicial ha sido establecido, a partir de las marcas de humo aisladas en el piso 86, en un electrodoméstico de la cocina que no ha trascendido, pero falta por establecer la causa, es decir, por qué se produjo el primer fuego, la llama inicial. Eso es lo que tratarán de rebatir, a buen seguro, las empresas privadas a través de sus propios informes periciales de parte, en un intento por minimizar las ingentes indemnizaciones que se avecinan.
En cuanto a por qué se propagó a esa velocidad, la Policía también ha dado ya respuesta a esa cuestión: una vez que el fuego inicial causó el suficiente aumento de temperatura –y por tanto, de presión– en esa estancia, se produjo la rotura de los cristales del balcón: el incendio se liberó y alimentó con el oxígeno del exterior y los elementos inflamables de la terraza. Las fuertes rachas de viento fueron el siguiente revulsivo que llevó las primeras llamaradas hasta el ya tristemente famoso revestimiento de composite de esa fachada: paneles sándwich de aluminio con alma de polietileno, un polímero altamente inflamable (arde a 137ºC) que siguió colocándose con amparo legal hasta 2019.
Los vídeos muestran cómo el primer panel arde, derritiendo el plástico interior, que sale disparado en gotas inflamadas hacia todas las direcciones, expandiendo el fuego de plancha en plancha a una velocidad de vértigo. El fuego crece hacia los lados, pero también hacia el cielo, aspirado por la fachada ventilada (el hueco interior entre paneles provoca el efecto chimenea). Sin cortafuegos verticales ni horizontales, es decir, sin sectorización, el edificio entero se convierte en una antorcha gigante en apenas una hora. En contra de lo habitual, el incendio consume el inmueble de fuera a dentro y las planchas de pladur de la tabiquería interior, que son ignífugas hasta que alcanzan los 900 grados, hacen de trampolín de subida a las llamas aumentando aún más su virulencia y rapidez de propagación vertical, elevando la temperatura interior por encima de los 1.000º C.
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