José Jaime Brosel

José Jaime Brosel : "La Iglesia debe ser una casa abierta a todos desde la verdad y la caridad"

El papa Francisco acaba de designar al sacerdote valenciano José Jaime Brosel (Alfara del Patriarca, 1967) nuevo canónigo de la basílica de Santa María la Mayor.

José Jaime Brosel, en Roma.

José Jaime Brosel, en Roma. / Levante-EMV

Rafel Montaner

Rafel Montaner

¿Qué ha sentido al conocer que el papa Francisco le ha designado canónigo de la basílica Santa María la Mayor de Roma?

Una gran responsabilidad por lo que supone colaborar con dicha basílica que, además, es muy querida por el papa Francisco, pues hay que recordar que ha dicho que le gustaría ser enterrado en ella. Y, al mismo tiempo, un honor y un reconocimiento para esta Iglesia Nacional de España de Santiago y Montserrat en Roma a la que sirvo.

¿Qué supone entrar en el cabildo de esta basílica papal que a su vez es el mayor templo de Roma dedicado a la Virgen María?

Sobre todo alegría por trabajar en comunión con los demás sacerdotes de la basílica, que tiene unos nuevos estatutos que el papa firmó el día de San José, el 19 de marzo. En ellos reduce, por un lado, el número de canónigos y señala que el cabildo estará formado por el cardenal-arcipreste y 12 canónigos. Y mantiene la tradición que nace en 1953, con el documento Hispaniarum fidelitas del papa Pío XII, de que uno de los canónigos sea español. Por tanto, mi nombramiento es también en cuanto a español.

Tras esa orden de Pío XII, el primer canónigo español de Santa María la Mayor fue una figura tan importante para la Iglesia valenciana como Miguel Roca Cabanellas. ¿Esto añade más responsabilidad al camino que inicia?

A don Miguel lo conocí personalmente al día siguiente de entrar en el seminario, pues entonces era arzobispo de Valencia. Fue un hombre de una gran inteligencia, un hombre bueno y de gran profundidad. Y casualmente falleció en accidente de tráfico siendo yo diácono, por lo que participé en su cortejo fúnebre junto a los demás seminaristas de mi curso. Además de canónigo de Santa María la Mayor, también fue rector de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat en Roma. Y, por ese motivo, también para mí supone una mayor responsabilidad seguir su camino. Don Miguel, que estuvo en esta casa hasta que marchó de regreso a España como obispo, para mí es memoria viva y un vínculo también con nuestra tierra, con Valencia y la diócesis.

"Aunque llevo 16 años en Roma sigo siendo sacerdote valenciano de derecho y de corazón"

En su iglesia actual están enterrados los dos papas valencianos y precisamente el escudo de los Borja domina el artesonado renacentista de Santa María la Mayor. Parece que haya un hilo conductor valenciano en su carrera en El Vaticano...

Santa María la Mayor no solo tiene un gran vínculo histórico con España, sino que además también está muy unida a nuestros papas Borja. Hay que recordar que Calixto III no solo hizo distintas obras en la basílica, sino que además donó a Santa María la Mayor la tiara de plata y oro con la que había sido coronado y que luego desapareció como los demás tesoros del templo en los trágicos días del Saco de Roma de 1527. Además, el cardenal Rodrigo de Borja, quien después sería Alejandro VI, fue arcipreste de la basílica desde 1483 hasta que fue elegido papa en 1492 y fue también quien ordenó construir el admirable artesonado que hoy todavía se contempla, dorado en parte con el primer oro traído de América por Cristóbal Colón y que al papa se lo donan los Reyes Católicos.

Lleva ya 16 años destinado en Roma. ¿Cuál es la relación que mantiene con la Iglesia valenciana?

Llegué aquí en 2008 enviado por el arzobispo de Valencia y, por tanto, sigo siendo no solo de derecho, sino también de corazón, sacerdote de la diócesis de Valencia. Por ejemplo, mi nombramiento como canónigo se hace también con la aprobación, con la palabra de ánimo de nuestro arzobispo de Valencia. Es decir, cada cosa que yo llevo adelante siempre es en común con nuestra diócesis. Y luego hay una comunión diaria constante con los sacerdotes, con la vida de la diócesis, pues por suerte tenemos muchos medios para mantenernos en contacto. Además, los sacerdotes valencianos en Roma nos reunimos a menudo.

¿Cómo es esa unión de los sacerdotes valencianos en Roma?

Tenemos la peculiaridad de contar con un vicario episcopal en Roma de la diócesis de Valencia, monseñor Vicente Cárcel Ortí, un gran historiador de la Iglesia. En este momento somos 13 los sacerdotes valencianos que estamos trabajando al servicio de la Santa Sede y luego hay otros 9 que están estudiando en las universidades pontificias. La verdad es que nuestros encuentros son momentos de recuerdos y de intercambiar también noticias sobre la diócesis. Siempre hay alguna palabra de saludo por parte de nuestro arzobispo. Son ocasiones de revivir el vínculo que nunca se pierde. Momentos de fraternidad y de unión en los que hablamos en valenciano y en los que nuestra tierra está muy presente. Es como si estuviéramos en Valencia aunque vivamos en Roma.

Antes de partir hacia Roma presidió la Comisión Diocesana de Catequesis de la diócesis. ¿Hoy en día es complicado educar en la fe a niños y jóvenes?

Para los que estamos convencidos de que Dios ha puesto su huella en el corazón de cada uno, esa educación en la fe no es más que ir a tocar esa huella. En la Iglesia Nacional Española, aquí en Roma, seguimos teniendo catequesis de primera comunión, de confirmación y actividades con los jóvenes Erasmus. Y uno se da cuenta de cómo la gente joven sigue buscando a Dios. Ayudarles a descubrir, en la historia y en el arte, una vivencia de fe es un reto apasionante. No es fácil, pero como las cosas importantes en esta vida, vale la pena hacerlo.

¿Qué debe hacer la Iglesia católica para atraer a la juventud?

Ante todo tenemos que ser testigos de lo que creemos. No se trata ni de rebajar las exigencias de la fe, ni de generar campañas publicitarias. Hoy lo que a la gente le convence son los testigos. Ya Pablo VI decía que la gente de hoy cree más al testigo que al maestro y que si cree al maestro es porque antes ha sido testigo. Lo que tenemos que ser es cristianos profundos, testigos de aquello de lo que creemos y el contagio, el querer imitar, es lo que nos llevará adelante. El no tener miedo a la Verdad, que la pongo con mayúscula, pues para mi la Verdad es Cristo. Ciertamente, el saber que Cristo es el centro y que el Señor es el que lleva también la Iglesia. Necesitamos ser personas de oración para poder ser cristianos auténticos y profundos. A veces, en broma o en serio, digo que en un momento tan importante como fue la Última Cena eran 12. Yo creo que la Iglesia del presente y del futuro no será de grandes mayorías, pero sí de hombres y mujeres convencidos y con una fe arraigada y profunda. Para mí la Iglesia debe ser una casa también abierta a todos desde la verdad y la caridad.

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