Que aún esté en activo como jugador de baloncesto no es síntoma de longevidad deportiva. Todo lo contrario. Joaquín Herencia (Carmona, 1971) tuvo una retirada precoz; con 26 años. Pero es que además, afirma tajante que estuvo 15 años sin tocar un balón. Baloncestista profesional con cuatro años en la cantera del Real Madrid, este sevillano afincado en Xàtiva quedó «asqueado» del submundo de los representantes deportivos y por la falta de oportunidades. Tras diez años en una empresa local llevando la contabilidad, en 2010 montó un gimnasio de entrenamiento personalizado. Y dentro de unas pocas semanas, con 44 años cumplidos, se enfunda de nuevo la camiseta del CB Genovés. Hay quien todavía se asombra de ver en la alineación del equipo de la Costera a quien fue compañero de equipo de mitos como Petrovic, Llorente, Fernando Martín, Romay, Biriukov...
En su gimnasio de la calle Josef Lammerz, Herencia atiende a diario a grupos de usuarios que quieren ponerse en forma. Pero el suyo no es el tipo de gimnasio que casi todos conocen. En éste, el monitor tutela la actividad en todo momento: indica los ejercicios específicos, controla el tiempo, aprieta si hace falta... Asegura que «más que la forma física que uno traiga de casa, que a veces es muy poca, lo que valoro de verdad es la actitud. Me puede la gente que no tiene predisposición», recalca. Por el contrario, «lograr metas me emociona», añade. Hay usuarios, de hecho, que han entrado al gimnasio con un sobrepeso alucinante o sin haber practicado deporte en su vida. Y evolucionan. «Poner en forma a alguien es una de mis mayores satisfacciones», subraya. Y en ocasiones, «si alguien deja el gimnasio, más que en el dinero que dejo de ganar en lo que de verdad pienso es que esa persona siga cuidándose. Le pido que siga haciendo deporte, que no eche por tierra lo que ya ha logrado». Porque pocos más convencidos de las propiedades terapéuticas del deporte. «Hacer deporte te da autoestima», resume. Pero tonterías las justas. Tiene fama de exigente. Pero una «exigencia coherente», añade. «Yo sé lo que puedo exigir en los físico a una persona. Y me adapto, claro que sí. Pero en las ganas no perdono. Alguien desmotivado es alguien que no me interesa», dice.
Herencia es muy competitivo. Tanto que su presencia en el equipo del Genovés —en una categoría considerable, tras década y media sin pisar una cancha— no tiene nada de benevolente consigo mismo. «Yo juego para divertirme. Pero divertirte sin estar en un gran estado físico es imposible. Sería arrastrarte». Dicen los que le han visto jugar que su entrega impresiona. «Es que no lo concibo de otra manera», insiste. «Si jugara a petanca, llegaría a la selección... O eso o no jugar. Pero nunca estar por estar».
Entrenando con Petrovic
La estadística es certera pero injusta con la carrera profesional de Herencia ya que apenas le atribuye medio minuto en la liga ACB, en un partido entre el Caja San Fernando Sevilla y el Andorra. Pero como él mismo explica, hay mucho más. «Yo estuve cuatro temporadas en el Real Madrid y casi salto al primer equipo, con el que jugué torneos de verano. Me entrenaba con Petrovic, que es el más grande de todos. Venía a entrenar una hora antes que los demás y se iba una hora después. Todos los días ensayaba tiros; yo le pasaba la pelota. Y creo que no le vi fallar nunca dos tiros seguidos de diez series de cien», evoca al hablar del legendario yugoslavo. Sobre la posibilidad de ejercer algún día como entrenador de baloncesto, admite que lo piensa; pero «para entrenar en valores, no sólo deportivamente. Entrenaría para educar también, para formar a la persona. Y decirle: no juegas porque no vienes a entrenar o porque no estudias». Y ya puestos a soñar, confiesa que es capaz de seguir jugando unos años más para llegar a coincidir con su hijo mayor, que tiene 12 años.
