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Tribuna abierta

LECHOS Y COLCHONES (II)

n el anterior artículo me centraba en lo necesario que es un buen descanso para adquirir las fuerzas que son indispensables para afrontar el día a día. En esta segunda parte me centraré en los lechos de hace 500/600 años, hasta nuestros días.

Si visitamos museos, monasterios y conventos antiguos, en donde una parte de sus fondos son las camas de época, siglos XV-XVII, apreciaremos las modas y materiales utilizados en aquellas culturas. Maderas de nogal, caoba, fabricadas habitualmente de forma artesanal. Las destinadas a las familias nobles y pudientes siempre eran las de una mayor calidad; con dosel y en tejidos suntuosos. Las camas para criados más simples, las bases con solo tablas sin dosel, y claro es, situadas en habitaciones más pequeñas y con menor ventilación.

En la edad media y hasta el siglo XIX, la utilización mayoritariamente para el relleno de colchones venía siendo el de fibras vegetales y de animal: yutes, hojas de «panocha», miraguanos, resto de fibras de tejido, pelo bien de camello, caballo, llamas, ovejas?, lo venía siendo siempre en calidad y tipo de material, en función a la economía de cada cual. No existiendo muchos cambios en los últimos 400 años; hasta que a mediados del pasado siglo XX viene una gran transformación: la que se podría llamar la era moderna, tanto de colchones como de otros artículos para el hogar, dígase lavadoras, frigoríficos, televisores, coches? lo que en varios siglos no había tenido apenas cambios, desde mediados del siglo XX es cuando surgen cambios de gran magnitud. Acorde al sinfín de otros sectores ya conocidos como los mencionados para el hogar.

A partir de 1960 y en menos de medio siglo, el mercado e industria del colchón revoluciona en modernidad; rompiendo los moldes de los tradicionales colchones de lanas, borras o fibras vegetales. Las nuevas técnicas traen bloques de látex, muelles o poliuretanos, haciendo cambiar poco a poco los sistemas de siglos. Los colchones de lana que de padres a hijos iban en herencia, de generación en generación, quedan desechados. La sociedad ha evolucionado hacia una mejor calidad de vida.

Lo curioso en toda esta revolución y cambios es cuando aprecias que las personas y familias de hoy, equivocadamente en gran parte de las veces, no buscan aquello que más les conviene para su personalidad, gusto y circunstancias personales; dígase su peso, salud, edad o cualquier otro motivo personal. En muchas de las ocasiones la gente se deja llevar por las modas, picaresca del comerciante, publicidad, lo que su vecino compró? más que lo que realmente le conviene.

Si tuviésemos en cuenta que un tercio de la vida la pasamos en la cama, de lo cual ya se desprende la importancia que tiene el lecho y consecuentemente el colchón, todos a la hora de adquirir el producto lo sopesaríamos con una importancia mayor a la que damos. Pensar que el descanso, el sueño, la enfermedad, la intimidad, los alumbramientos y hasta el fin de la vida se desarrolla en el lecho y colchón. Posiblemente, si tenemos en cuenta la inversión realizada en comparación con el uso, no exista en la casa ni fuera de ella otro producto con el gran número de prestaciones que este nos aporta. Sin embargo, en muchos de los casos ni se valora ni se sitúa al nivel que merece este vital producto, el cual desde el principio de los tiempos ha estado unido a los seres vivos y su misma existencia.

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