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Puig le cobra a Rodríguez el favor de la diputación

en el transcurso de las dos últimas semanas, el batle de Ontinyent, Jorge Rodríguez, ha sido noticia de ámbito autonómico más por su calidad de ostentar la presidencia de la Diputación de Valencia, con todo el peso institucional que conlleva el cargo, que por su condición de edil emergente. Un requisito sine quanum por el cual, hace dos años, el secretario general de los socialistas valencianos, Ximo Puig, le designó para que ocupase la presidencia de la institución provincial. Ofrecía el perfil necesario para regenerar un organismo que había sido corrompido durante el mandato de su antecesor, Alfonso Rus.

Obviamente era una dádiva que, más pronto que tarde, Puig, como buen zorro viejo de la política valenciana que es (no hay que olvidar que fue el secretario personal de Joan Lerma durante su mandato como presidente de la Generalitat), iba a exigir a Rodríguez una compensación. Y ese momento llegó cuando, no contento con asestarle a su, entonces y ahora, secretario general, Pedro Sánchez, una puñalá trapera, que culminó con su renuncia al cargo, en las pasadas primarias socialistas, apoyando, con toda su artillería valenciana, a la candidata Susana Díaz. Para lo cual y haciendo valer, de forma perversa, la deuda que Rodríguez tenía con él, se la cobró impidiéndole su neutralidad inicial. Una postura que si la hubiese tomado Puig, hoy no asistiríamos al berenjenal que anida en el PSPV. Lo que se tradujo públicamente en un apoyo de Rodríguez a la presidenta andaluza.

Tras la victoria incontestable de Sánchez, también en territorio valenciano, era una obviedad legítima que la mayoría de la militancia socialista aspirase a que ese voto se reflejara en el cuadro de mando. Consecuentemente se aprestaron a pasar factura a Puig por sus errores. Pidiéndole que lo pagara con la cabeza orgánica, la de secretario general del PSPV. Pero manteniéndole en su papel institucional, como presidente de la Generalitat, un cargo para el que se precisa la máxima estabilidad y dedicación. Pero pagar por sus errores no parece ser una premisa de Puig. Por lo que haciendo valer sus muchos años en política, en los que se ha curtido en todas las batallas, no duda un minuto en volver a esgrimir el reto de las primarias antes que abandonar un ápice de su poder en el partido.

Inexplicablemente, como primer paso, Puig vuelve a las andadas. Sacando pecho al rodearse de cargos públicos socialistas, pero orillando otra vez a la militancia. Para ello otorga un protagonismo de kamikaze a Rodríguez que, a poco que se tuerzan los resultados de estas primarias valencianas, podría mermar o abortar el esperanzador horizonte que, hasta hace poco, se le abría al alcalde de Ontinyent. Puig, en su huida desnortada, vuelve a arrastrar al ontinyentino sin darle opción a la neutralidad. Lo que, visto desde Ontinyent, es una auténtica desgracia sí convenimos que, como venía sucediendo hasta ahora, lo que políticamente a Rodríguez le va bien, a Ontinyent también.

?El Alavés anticipa el ascenso del Ontinyent CF. Aunque oficialmente no se ha jugado el partido de vuelta, y por tanto deportivamente no se ha certificado el nuevo regreso del Ontinyent CF a 2ª B, las malas formas empleadas por la directiva vitoriana al negarle al Ontinyent un centenar de entradas, para venderlas entre sus aficionados, les descalifica. Se evidencia que han dimitido del ascenso. Y no solo por la tunda deportiva, la que el Ontinyentí le endosó el domingo, sino porque ha insuflado ánimos extra a los del Clariano.

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