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Dos maestros recuperan una masía del XIX en Albaida como espacio pedagógico

Durante un año, los artífices de la iniciativa han estado rehabilitando el inmueble abandonado con un contrato de masovería - El proyecto incide en la autonomía del niño para marcar el ritmo de su aprendizaje

Dos maestros recuperan una masía del XIX en Albaida como espacio pedagógico

Los secanos blancuzcos de «pedra llacorella» cimentaron los asentamientos de los primeros pobladores de la Vall d´Albaida. «Llacorella» es el nombre de un espacio pedagógico alternativo, aún en construcción, que dos maestros pelean por poner en marcha en una antigua masía del siglo XIX situada en el término rural de Albaida. Rafael Simó y Andrea Soler se sumergieron hace casi un año en la hercúlea misión de rehabilitar un inmueble del que se había adueñado el deterioro, a raíz del prolongado abandono.

Con sus propias manos y la ayuda de un grupo de amigos ligados a movimientos sociales y de autogestión de la comarca, el edificio ha ido poco a poco transformándose. Las obras incluyen el cambio de vigas, la redistribución del espacio interior, el acondicionamiento de la parte superior, la colocación de parqué, la construcción de un lavabo en la parte superior, la sustitución del circuito eléctrico o la construcción de un muro en la parte trasera.

Los artífices de la iniciativa suscribieron un contrato de masovería con la propietaria de la masía, que la cedió a cambio de recuperarla y darle vida. «Para nosotros, el aprendizaje es construir la escuela». Rafa, profesor de primaria de 35 años, observa una triste realidad: la mayoría de masías de la zona permanecen abandonadas. La vida rural agoniza, el despoblamiento avanza imparable y el entorno natural de la partida de Les Fanecades constituye una «herramienta pedagógica fundamental», el marco idóneo para desplegar un modelo educativo que se aleja de los rígidos cánones de la escuela tradicional: aquí es el propio niño, y no los exámenes y los horarios impuestos, el que marca el ritmo y las necesidades de su aprendizaje. Todos los esfuerzos se vuelcan en el desarrollo emocional y cognitivo, que se antepone a la obsesión por las metas académicas. Los maestros predican con el ejemplo: no trabajan con un calendario fijo, no tienen prisa, aunque sueñan con poder abrir la escuela antes de Navidad. El proyecto pedagógico se dio a conocer en un encuentro vecinal y varias familias ya han mostrado su interés. Pero el entusiasmo se topa con el principal obstáculo de la autogestión: la inesquivable necesidad de reunir más financiación para seguir adelante. Los propulsores han desplegado diversas actividades culturales para recabar adhesiones y van a iniciar una campaña a través de Verkami, una plataforma colaborativa de recaudación de fondos.

Ocho años en la escuela pública

Rafa, de 35 años, lleva ocho años trabajando en la escuela pública y, aunque asegura haber vivido muy buenas experiencias, tomó la decisión de explorar otro camino. «Los cambios desde dentro son importantes, pero a veces resultan complicados. Tenía la necesidad de probar algo nuevo», explica. Llacorella pivota en torno a una premisa: «los niños deciden lo que quieren aprender y en qué momento y los maestros tienen una función globalizadora. Hoy los conocimientos están muy fragmentados en materias», incide.

Simó observa carencias en el sistema educativo que dificultan los aprendizajes activos basados en la autonomía y la libertad. El proyecto apuesta por «espacios flexibles y procesos creativos sensoriales e integrales», frente a estructuras y programas que reproducen estereotipos sociales y culturales. En una sociedad cada vez más atomizada y dominada por el individualismo, explica Rafa, el modelo pone el acento en los valores compartidos y el sentimiento comunitario, pero también en el pensamiento crítico, en la cooperación y la solidaridad.

Llacorella no solo aspira a ser una escuela, sino un proyecto vecinal abierto a todo tipo de iniciativas «transformadoras». Una isla de utopía en pleno corazón de la Vall dAlbaida.

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