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Una plaza sin alma en el corazón histórico de Xàtiva

En la mayoría de ciudades históricas, y especialmente en aquellas que se configuran como un atractivo destino de turismo cultural, existe un lugar emblemático y referente que actúa muchas veces como el corazón latente en sus cascos antiguos. Muchas veces, el primer enclave que buscan y al que se dirigen los visitantes de una ciudad monumental es la zona de su catedral, colegiata o iglesia mayor así como las calles y plazas que la envuelven, o la plaza mayor que, por evolución de la trama urbana, no suele estar muy alejada de ésta.

Suele ser esta una zona de ambiente y animación, en algunos casos con una elevada concentración de pequeño comercio tradicional, con una buena oferta de restauración, „de calidad en aquellos destinos preocupados por dar una buena imagen, como un valor diferencial y competitivo que ayude a incrementar el llamado gasto turístico„, y también salpicada de alojamientos con encanto que han recuperado con acierto inmuebles y elementos constructivos históricos y los ofrecen incorporando valor a la experiencia del viaje.

En otros casos, se ha optado también por políticas de colaboración público-privada para la promoción de vivienda destinada a familias jóvenes, recuperando la trama urbana y social histórica, algo que ha ido acompañado de la habilitación de servicios administrativos, educativos, médicos, financieros o alimentarios, una oferta de transporte público que da efectiva respuesta a la limitación del tráfico y aparcamientos disuasorios cercanos que han escondido los vehículos retirándolos de las estrechas calles y plazas, realzando con ello todo su atractivo.

En el caso del conjunto histórico-artístico de Xàtiva, la llamada plaza de la Seu, hoy de Calixto III, cumplió durante siglos ese papel de epicentro político, religioso administrativo y social de la otrora influyente ciudad de Xàtiva. Sin tener una configuración arquitectónica al uso, similar a las plazas mayores de muchas ciudades históricas de la Corona de Aragón y a las de las castellanas, se pudo considerar una auténtica plaza mayor setabense, complementada, posteriormente, con su función económica mercantil, por la cercana plaza de las Coles, hoy del Mercat.

Pasado el tiempo y desplazado el grueso de la actividad a esa parte nueva de la ciudad cuyo carácter constructivo carece de personalidad y en nada se diferencia de miles de pueblos grandes a lo largo de la geografía española, la plaza de la Seu aparece hoy a los ojos de la quien contempla pausadamente, una mañana o tarde cotidiana, como una plaza que parece ya sin alma, reflexión escuchada de más de un visitante en voz alta. Tan sólo una o dos casas de la plaza permanecen habitadas, las plantas bajas de las mismas amanecen y anochecen cerradas a cal y canto, degradándose lentamente. Los eventos puntuales que se suceden en la plaza a lo largo del calendario anual festivo no le aportan el oxígeno necesario para salir del estado vegetativo en el que se haya, al igual que la laxa actividad de los mínimos servicios sanitarios, administrativos y religiosos de los edificios que la rodean. Acabado el evento o el horario habitual y laborable de esos servicios la plaza vuelve al ostracismo, tan sólo cruzada por un incesante y a veces infernal tráfico de paso, que se permite ocasionalmente el privilegio de estacionar sobre su pavimento central cuya costosa reforma no fue ni estudiada, ni acertada, como una nota discordante y chillona entre las impresionantes fachadas monumentales de la Colegiata Borja o la renacentista del Hospital Major.

Tal vez aún estemos a tiempo de insuflar aliento a este enclave singular, abordando su recuperación vital en el marco de un «microplán de actuación coordinada». Aplicable luego, por fases y a escala, a otras plazas simbólicas del conjunto histórico-artístico setabense (Sant Pere, Sant Jaume, Benlloch, San Jordi, Alexandre VI?) para impulsar de nuevo, a través de una pequeña red de nodos de actividad económica, comercial, social y turística, la vida en todo el hoy languidecido casco antiguo de Xàtiva. Podría ser una oportunidad de futuro, empleo y riqueza, algo que por desgracia hoy está ciudad parece que sigue sin querer ver en su valioso y extenso centro histórico cuando se leen las líneas generales del presupuesto municipal para el año 2018 que crece y ya supera los 25 millones de euros.

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