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Perdonen la insistencia

hay temas sobre los que pesa una especie de ley de punto final. Por ejemplo, en el asunto de la Reina de la Fira de Xàtiva existe una especie de ley del silencio derivada de la conclusión del referéndum realizado en su día. Su resultado se entiende como una sentencia divina que impide cualquier replanteamiento o debate posterior, permitiendo cerrar todas las bocas y silenciar cualquier discrepancia. Nadie quiere alcanzar la sabiduría con una rectificación colectiva.

Cierto es que se realizó una consulta en 2016 en la que 3.984 personas avalaron la existencia de la figura de la reina; algo impensable para quienes entienden con absoluta claridad que esta figura es hoy anacrónica y prescindible. La figura, se entiende, no la persona que desempeña el papel. En ningún caso se trata de cuestionar la valía y dignidad de las mujeres que han desempeñado y desempeñarán el puesto, si nadie lo remedia. Así que nadie ha de pretender convertir el rechazo a la figura de la reina en el rechazo a las muchas mujeres que lo han hecho muy requetebién.

La opción ganadora en el referéndum resultó tan increíble porque de ninguna manera encaja con un país que secundó en masa una convocatoria feminista que reivindicaba igualdad y respeto para las mujeres. Pero las opiniones pueden mutar y avanzar en coherencia con valores de igualdad que consiguen ir triunfando sobre prejuicios caducos que poco a poco son erradicados. Y ya se sabe que las feministas y los feministas, que ahora resulta que son mayoría por aquí, son tercas, incombustibles y nunca olvidan. Y por eso, es legítimo declararse en rebeldía y acogerse a la libertad de expresión o lo que queda de ella para seguir defendiendo las propias ideas.

Aunque sólo sea como terapia contra los picores que produce toda la parafernalia sexista que la coronación conlleva, merece respeto la manifestación de tan honda discrepancia e incluso un esfuerzo añadido para empatizar y comprender a quien no puede callar, a riesgo de reventar. Lo que se presta a discusión es a oferta de representación que se hace, sólo a ellas, basada en su condición de mujeres, como objeto ornamental, estéticamente agradable pero vacío de cualquier contenido.

Alternativas existen, como la de Vilafranca donde optaron por ejemplo por elegir niña y niño que realizaran estas funciones de representación de la ciudadanía. O Montcada, donde fue una persona intergénero „un tipo de identidad sexual„ la que optó y fue elegida a ocupar el puesto. O Gata de Gorgos, donde ejerce esas funciones de representación una pareja perteneciente a una generación que es promesa de futuro.

Resulta difícil comulgar con tradiciones que se pegan puñetazos con el deseo de dejar atrás estereotipos que de ninguna forma favorecen a las mujeres. También era tradición fregotear la ropa en el lavadero, y a ver quién es el guapo que aboga aquí por mantener semejante costumbre.

Referéndum taurino

Cabe recordar que al mismo tiempo que se preguntó sobre la reina se sometió a consulta sobre las corridas de toros, y es de suponer que la respuesta obtenida tampoco satisfizo a todo el mundo. Sin embargo, hay diferencias importantes entre ambas preguntas ya que es legítimo opinar sobre el trato dado a los animales porque todos lo somos, dicho sea educadamente. Pero, en cambio, los asuntos relativos al papel de las mujeres en la sociedad no deberían ser fruto de ninguna votación, sino determinados desde el respeto absoluto a los derechos básicos de igualdad y no discriminación. Se podría señalar también que la decisión tomada sobre los animales está en la línea de una sociedad moderna y civilizada, mientras que las mujeres no tuvieron tanta suerte.

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