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Ya no se venden mujeres

Desde hace unos días este diario que leen ha enflaquecido. Pero no es que ande mal de salud, o que se haya puesto a dieta. Es que ha perdido una parte que ciertamente era una excrecencia, una verruga de la que fácilmente se podía prescindir ya que no contribuía en forma alguna al buen funcionamiento de las constantes vitales de un medio de comunicación que juega un papel esencial en la sociedad valenciana.

Desde hace unos pocos días, este periódico, para satisfacción de muchas personas que nunca lo abrían por las páginas finales, no publica anuncios por palabras que fomenten o divulguen la prostitución o el sexismo. Esos anuncios, breves y directos, tan habituales como repulsivos que contenían ofertas infames y servicios inaceptables. Esas páginas inacabables, donde se vendían los cuerpos de las mujeres, a quienes los quisieran comprar, a un precio bastante asequible para cualquier economía.

La prostitución, dejemos los eufemismos, es una forma de esclavitud, desigualdad y violencia de género, que convierte a la mujer en mercancía que se compra, se vende, se desprecia cuando se estropea o deja de proporcionar beneficio. Y ese tablón de anuncios que todos los días se exponía a la visión pública, no era más que una subasta para que proxenetas, traficantes y en general todos aquellos que se lucran con la industria del sexo, lo tuvieran más fácil para aumentar sus márgenes de beneficios.

La prostitución, hablemos con propiedad, es un pingüe negocio que ocupa el tercer lugar en términos de beneficios a escala global de todas las economías ilegales. Las mujeres y niñas prostituidas, están en su gran mayoría en situación irregular o poseen escasísimos recursos económicos o culturales, siendo en su gran mayoría víctimas de las redes de trata de personas.

Los anuncios de prostitución fueron objeto de un estudio realizado por Rosa Cobo, profesora de Sociología del Género y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de A Coruña que concluyó que una de las preferencias más acusadas de los demandantes dentro de esta industria del sexo eran las mujeres embarazadas. Quien piense que hay que facilitar la satisfacción de tal preferencia, que se lo haga mirar.

En 2011 el Consejo de Estado recomendó su supresión aunque ningún Gobierno quiso mancharse las manos. Antes, en 2007, el Gobierno instó a los periódicos a retirar este tipo de anuncios aunque estimó que los diarios españoles ingresaban unos 40 millones de euros cada año gracias a la publicidad de prostitución. Lógica y deplorable la resistencia, máxime cuando no son ilegales, como no lo es prostitución en este país. La autorregulación que fue la única recomendación adoptada en su día, solo causó efecto en tres medios, La Razón, Público y Avui, que eliminaron estos anuncios.

Ahora en el País Valenciano, el acuerdo suscrito entre Compromís, PSPV y Podemos en relación a la Ley de Publicidad Institucional impedirá a la Generalitat Valenciana contratar publicidad institucional con empresas y medios de comunicación que contengan anuncios de comercio sexual o fomenten la prostitución, mecanismo disuasorio de efectividad manifiesta.

Así se cumple también el Pacto autonómico contra la Violencia de Género y Machista al que todos los partidos se adhirieron en septiembre de 2017 que en su artículo 17 del cuarto eje se compromete a que «las administraciones públicas valencianas no contratarán y/o subvencionarán medios de comunicación que utilizan la cosificación de las mujeres y la prostitución». El mejor gobierno es el que hace lo que promete, el mejor pacto el que se cumple y el mejor periódico el que no incluye anuncios que ponen en venta a seres humanos.

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