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La ermita que salvaron los laicos

Una romería cívica reivindica todos los años la salvaguarda del templo entre la indiferencia total de la Iglesia, propietaria del Puig - El Ayuntamiento de Xàtiva licita las obras de la novena fase por 150.000 euros

La ermita que salvaron los laicos Perales Iborra

En 1996 y con un gobierno del PP recién instalado en el consistorio y poco amigo —en principio— de la defensa del patrimonio, una plataforma heterogénea de asociaciones culturales inocultablemente de izquierdas promovió una romería a la ermita del Puig de Xàtiva. El templo, una joya gótica tan visible como lejana, en el pico de un cerro, estaba en ruinas. Y la iglesia, su propietaria, hacía décadas que se había desentendido. Nacía Salvem el Puig! Un conocidísimo primer espada de la prensa de entonces señalaba la paradoja: los nietos de los que saqueaban iglesias, ahora querían salvarlas. Resumiendo muy a lo bruto lo que escribió.

Han pasado más de 20 años. Sobre la ermita se han sucedido hasta ocho fases de obras, todas ellas a cargo de administraciones del PP: Alfonso Rus en el Ayuntamiento de Xàtiva, como solicitante, y Fernando Giner y el propio Rus como presidentes de la Diputación de Valencia, que abrieron el grifo del dinero con cierta generosidad. El lunes pasado, después de seis años sin rematar la obra, el gobierno socialista de Xàtiva sacó a licitación la novena fase. Las empresas interesadas tienen hasta el día 24 para presentar sus ofertas. El presupuesto es de 150.000 euros (100.000 de la diputación; 50.000 de las arcas locales). El proceso no está exento de suspicacias, ya que se ha desatascado en pleno periodo electoral y después de que el cartel con el anuncio de las obras presente sus primeros síntomas de oxidación, puesto que lleva un año ya asegurando que el ayuntamiento va a invertir ese dinero.

Desde ese 1996 fundacional, cada año, en una fecha indeterminada a finales de marzo, Salvem el Puig! celebra su romería. Siempre en domingo. Y aunque aquel primer año fue cívica a la vez que religiosa, con imaginería incluida, el ascenso a pie a la ermita —no hay otra forma, a parte de la aérea— ha ido quedando en manos únicamente de colectivos como Amics de la Costera o Nou d'Octubre del Genovés, entre otras. Los partidos de la izquierda, sin excepción, se suman año tras año a la romería, que culmina con la lectura de un manifiesto en lo alto de la montaña. El nuevo alcalde de Xàtiva en 2015, el socialista Roger Cerdà, ha hecho suya la defensa de la ermita en tres de las cuatro ascensiones anuales desde que es el primer edil de la capital de la Costera.

La parroquia de Sant Pere, dueña del templo, por su parte, nunca mostró entusiasmo alguno por la evolución de las obras de consolidación que se sucedieron durante los mandatos de Rus. Ni preocupación ninguna por sus momentos de precariedad extrema y riesgo de desplome, que los hubo. Y sus feligreses, menos. El único movimiento concreto se dio hace apenas un mes: la iglesia ha firmado un convenio con el consistorio para ceder al ayuntamiento tanto la del Puig como la ermita de Sant Antoni, ésta sí, prácticamente en el suelo.

Exigentes con la izquierda

En todo caso, la adjudicación de las obras de la novena fase ha tardado demasiado. Roger Cerdà dijo en 2016 que esta penúltima fase —quedará la décima, la final, presupuestada en torno a los 177.000 euros— se adjudicaría «todavía en 2017», y vaticinó que el cierre de la nave de la ermita estaría muy avanzado en la romería de 2018. En la de 2019 no habrá avance alguno respecto a como estaba el templo en 2012. Y esa marea en favor de la ermita compuesta todos estos años por una escenografía de tabal, dolçaina y valenciano normativo está un poco desanimada con una realidad un tanto dolorosa: que un tripartito de izquierdas lleva ya cuatro años en el gobierno municipal de Xàtiva, pero el único que ha hecho obras hasta ahora en la ermita ha sido Rus.

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