Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Adiós, 'galego' de Xàtiva Luis Martínez Quinteiro (Santiago de Compostela, 1949 - Xàtiva, 2019)

h ay cosas, querido Luís, que no las ves porque no las quieres ver. Hasta que te saltan a la cara y te comen los ojos. Nos habíamos hecho el último cortado, en l'Albereda, como casi siempre antes de que los encuentros se hicieran más espaciados. No por gusto, porque hablar contigo era siempre enriquecedor. Las obligaciones, la crianza, el trabajo fuera... Un poco desidia mía, si quieres. Nos habíamos distanciado, pero sabía de tu estado de salud delicado, por decirlo así. Y tenía que verte. Estabas cansado pero animado, con tu proverbial locuacidad casi intacta, tan solo limitada por la fatiga. Un reencuentro tranquilizador. No sabía que sería el último.

Si pudieras leer esto seguro que no te gustaría el tópico sudado, pero tiene una parte de verdad: la ciudad no será lo mismo. Es cierto que te habías retirado en los últimos tiempos, pero durante unos años animaste y diste brillo a la vida pública xativina con tu inteligencia y tus proyectos. La generación anterior a la mía, caso de Enrique Argente, recordaba tus aportaciones al Fòrum d'Opinió. Con todo, los que empezamos a ejercer el periodismo en Xàtiva a principios de los noventa tenemos contigo una deuda impagable. Lo recordaba nada más saber de tu desaparición Pere Valenciano, compañero tuyo de Ciencias de la Información del CEU San Pablo, en la que te habías matriculado, a una edad casi provecta, por pura curiosidad. Tengo la teoría, también, que lo hiciste por ansia de mantenerte vivo, joven. A Pere le ayudaste mucho. Como a otros. Pero mi deuda contigo, creo, es de rango superior.

Por aquella época, a una edad seguramente incompatible con la responsabilidad, yo tenía que sacar adelante un semanario local. Colaborabas, te dejabas caer por allí, hablábamos mucho. Y se obraron unos cuantos pequeños milagros, como cuando propusiste que uno de tus compañeros más brillantes, Herminio Fernández, medio gallego como tú, nos ayudara con el rediseño de la publicación. Dudo mucho que haya existido un semanario comarcal tan bonito y con un diseño tan moderno. Una herramienta tan bien hecha que nos superaba. Un doble regalo: la nueva maquetación y una amistad con Herminio que todavía perdura. Más tarde, hicimos un suplemento extraordinario, todavía mejor producido. Una maravilla que, ahora sí, nos hizo dar lo mejor de nosotros. Permíteme que vuelva a dudar que se haya hecho una cosa así en un entorno tan modesto. Sin ti no hubiera sido posible.

También llegó el libro, Del sueño al poder, esa auténtica locura de hacer un estudio periodístico, con gráficos, viñetas, fotos, perfiles y crónicas sobre las elecciones municipales de Xàtiva de la llegada de Alfonso Rus al poder. Una rareza que hicimos a cuatro manos involucrando a jóvenes periodistas. En el último cortado juntos me comentabas con orgullo que era un material todavía solicitado. Doy fe de ello.

Todo eso está muy bien, pero no sustituye ni empequeñece la relación personal. Habíamos empatizado, a pesar de la distancia ideológica. Y teníamos largas conversaciones sobre tu Galicia, sobre meigas, política, conspiraciones y otras hierbas. Aunque no estuviéramos de acuerdo en ocasiones, me enriquecía tu sapiencia y todo tu bagaje, raro de cojones en una ciudad tan pequeña, limitada intelectualmente y autorreferencial. Eras un cuerpo extraño y lo sabías. Un librepensador de derechas, manda huevos. O conservador, si lo prefieres. Un señor galego de Xàtiva. O un xativí de Galicia que vivía a su aire. Que escribía maravillosamente bien, no quiero que se me olvide comentarlo.

Un bon vivant extraordinario, una persona brillante, inabarcable, que amaba a su familia sobre todas las cosas. Y que cuidaba a sus jóvenes amigos y amigas, en todos los frentes. Hablábamos de la vida, a tumba abierta, con una sinceridad que me ha costado volver a encontrar. Me llevé unas cuantas lecciones de periodismo y política y un carro de lecciones de vida. Te preocupabas de que nos fuera bien, de que siguiéramos adelante. A veces hasta la exageración: recuerdo que te inquietaba que mis ocupaciones periodísticas y literarias me hicieran perder el toque en castellano. Cómo me gustaría que esta carta te llegara, de alguna forma, escrita en tu honor en la lengua que no querías que olvidara. No lo haré, te lo prometo.

Escribo desde la incomprensión. Hace unas noches molesté a tu hijo Luís, Luisiño, preguntando por ti. Tuvo la paciencia de interrumpir una cena con amigos para darme noticias. Fue sincero. Me preparó para lo peor, aunque no quisiera verlo. Y luego tuvo la amabilidad inmensa de llamarme para comunicarme tu muerte. Un abrazo muy fuerte para él. Y, por supuesto, también para Ester y para Rosalía, a quien nunca podré agradecer lo suficiente su paciencia, la absorción que hacíamos de ti, que llevaba con elegancia y discreción.

Ya sé que te gustaba alargar las despedidas, pero ésta acaba aquí. Con un dolor inmenso, masticando las palabras antes de saber exactamente lo que significan. Porque todavía no me lo creo. Adiós, Luis, galego de Xàtiva. Boa viaxe.

Compartir el artículo

stats