Son las once de la mañana y pese a que media Xàtiva dice estar en la carrera de motos, la realidad es que las terrazas de los bares bullen. En un establecimiento del barrio Nord Oest que ha duplicado su ocupación de vía pública no es que no haya mesas a esa hora: es que, de pie, un buen puñado de clientes espera a que alguna se vacíe. Mónica y su marido parecen despistados, como buscando alguna calle en una ciudad que no fuera la suya. «Un sitio que tenga mesas libres a esta hora imposible, ¿verdad?», preguntan. El esmorzar de Fira es sagrado y el día 15 se unen los autóctonos con los locales. Plantillas reforzadas, provisiones como para dar de beber a la VI Flota y toneladas de paciencia para bregar con jornadas maratonianas.

En La Cabaña, a las dos y media, el agotador servicio de almuerzos ha acabado no hace mucho todavía. «¿Cómo ha ido?, ¿No se me ve en la cara?», contesta Sergio, el dueño. Y es verdad, parece estar aplastado. «Hemos servido 160 almuerzos», contesta sin pensarlo. «A las siete de la mañana ya estábamos a aquí para prepararlo todo, y a las ocho ya teníamos a gente sentada», añade. Le interrumpe el forner, que ha venido recoger el cesto gigante que le trajo horas antes con pan del día para hacer los bocadillos. «Entonces, ¿os traigo setenta más?», le pregunta. Habla de las barras que necesitará para el próximo servicio. De cada barra salen dos bocadillos. En La Cabaña sirven también el esmorzar firer de sardina, huevo y pimiento. Una pizarra informa del precio, 8 euros.

«Los días más fuertes para mí son el 15 y el 19», añade Sergio. El 15 porque es fiesta y es el primer día de Fira. y el 19 «porque me vienen los guardias civiles de tráfico a las ocho de la mañana, para almorzar antes de la carrera de bicicletas», aclara. El bar lo atienden el resto del año tres personas. Durante la feria se elevan a siete.

Pero no todos consideran la Fira de Xàtiva una oportunidad de negocio. Un bar cercano al campo de fútbol que el año pasado estaba hasta los topes este año no abre para el esmorzar. Y otro tocando, tocando el recinto ferial cuyo propietario prefiere el anonimato dice que la Fira «es una ruina». Asegura que el incremento de horas que hace y las contrataciones extra de personal se comen el beneficio que genera el aumento de la demanda. Por contra, en La Parada (antiguo Bienvenidos, junto a los taxis) ayer el corte de calle por las motos les permitía tener mesas hasta en la calzada. «No damos abasto», admitían.

Cerca de la feria la cosa es más fuerte todavía. En el eje Trobat-Botigues se juntaban el esmorzar, el 'fer-se una' al mediodía y el tardeo postmotociclista. «Haremos caja pero estamos para el arrastre», se escuchaba a un empleado.