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Una nueva jornada de caza en la patirroja

esta vez no he ido solo, me ha acompañado mi buen amigo Álvaro Torres. Media hora antes de lo previsto hemos llegado a El Bonillo. Allí nos esperaba como de costumbre Kiko, que ya tenía preparado el permiso para poder salir a cazar. Es obligatorio llevarlo bien cumplimentado para evitar problemas con el Seprona o los agentes medioambientales. El otro día me comentaba un compañero de caza que le costó una multa de 600 euros no llevar puesto su nombre en el permiso. Ha venido con nosotros, de acompañante, Antonio. El lote de la finca que nos ha tocado se llama el pajar. Un terreno ondulado, de vaguadas y barrancos, con retamas y carrascas.

Al llegar hemos encontrado algún setero en la finca, cogiendo setas de cardo, bastante abundantes por esta zona y muy apreciadas en gastronomía. La orden de 15/11 de 2016 de recolección de setas silvestres, prohíbe la recolección de este fruto solo cuando se celebren cacerías de caza mayor y estén debidamente señalizadas. La orden de vedas de caza menor no dice nada al respecto, por lo que sigue siendo un problema no resuelto, como señala mi buen amigo, el abogado valenciano Jorge Bolás.

Resulta peligroso ir cazando y encontrarte a un setero detrás de una mata. No es la primera vez que se produce un accidente por una imprudencia como esta. El día amaneció fresco con un par de grados. El domingo cayeron cerca de 20 litros y eso el campo lo agradece. He empezado bien la mañana abatiendo un conejo. Lo he visto dentro de un romero y me he acercado con la perra para que saliera. Hemos tardado en dar con las perdices. Más de una hora detrás de ellas sin poderles disparar. Apeonan y mantienen la distancia, sin dar muchas opciones. No es fácil acercarte a ellas. Las hemos tenido que volar varias veces para poderles tirar. Syrah ha sacado una emboscada dentro de una carrasca de las de quitarse el sombrero, la gorra en mi caso. Se la he podido matar. Sigue el rastro y cobra que da gusto cazar con ella. A Álvaro lo llevaba a mi izquierda para mover más caza, más adelantado iba Antonio. Y como suele ocurrir muchas veces, la caza le sale siempre a quien no lleva la escopeta, sino que se lo pregunten a Álvaro que le salieron dos perdigotes y un conejo que le arrancó de los mismos pies. A mitad mañana hemos parado a tomar un pequeño taco y a reponer fuerzas. Llevábamos dos perdices y un conejo. La segunda vuelta se ha dado mejor y he tenido ocasión de hacer un doblete, pero el segundo tiro lo he hecho bajo.

Me gusta cazar en la patirroja porque a pesar de ser un coto de caza intensiva hay que pelear para dar con ellas. Es una perdiz muy fuerte. Quien piense que aquí llegas y llenas el zurrón está muy equivocado. También aquí la perdiz requiere de buenas piernas. He errado las perdices más fáciles y he tumbado un par de ellas muy largas, de las que te vienes contento a casa. Así es la caza.

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