¿Y qué haremos usted y yo este año cuando no se enciendan las luces de la Albereda el 14 de agosto, ni se apaguen el 20, dejando atrás todo un reguero de pólvora explosiva de comentarios, controversias, polémicas, carteles que levantan pasiones y rebajan la lívido, de discursos repetidos, y, en definitiva de la vida que supone la histórica Fira de Xàtiva?

Pues nada. El verano se hará mucho más largo y dejaremos de oler ese característico tufillo a sobaco bien cerca, a aceite requemado, a cancioncilla de «mil churros al minuto», la canción del verano que ya hace años que no existe, la aglomeración de visitantes a los toros ahora que ya no hay toros, el discurso eterno y repetido que pondrá más roja que un tomate a la Reina de la Fira, elegida democráticamente entre dos aspirantes más, y el reparto de anillos y medallas, mientras la cobla otorga seriedad al acto y se ponen de largo las señoras concejalas y de traje los regidores chuletas. Serán momentos de una alegría inmensa, un reparto de besos y abrazos que este año quedan prohibidos, incluso los furtivos, que de todo hay en la viña del señor.

Y no habrán castillos de fuegos artificiales siempre patrocinados por los mecenas de turno, y que suponen el aplauso unánime del personal en el campo de la Murta, que como se lo dan gratis total, allí que se junta la peña para anunciarse que todo empieza bien, que a la concejala mengana le queda largo el traje y corto el fular, y al concejal fulano el traje de la boda ya ni le cabe.

Será el arranque de unos días que este año nos vamos a robar, como hemos robado el mes de abril. Y nos vamos a robar los concursos, y los garrotes que vienen de Jalance y las cazuelas de barro de Canals. Y las berenjenas de Almagro.

Tendremos una semana silenciosa sin espectáculos por la cara y otros que costaban un dinerito, y ya no habrá tiempo para la discusión de si hacemos la cena de los jubilados sin mirar límites o se pone un poco de orden. Tampoco pasaremos media tarde acalorados discutiendo quien encargó el cartel de este año, que como viene siendo habitual «el meu xiquet dibuixa millor», y se remitirá al que hizo Armengol (les carabasses) o la cabaretera de Joan Ramos, pero siempre queda el tercero en discordia que abogará por Hernández Mompó con sus líneas coloristas, mientras que el tocapelotas de turno defenderá los de Mariscal o Paco Roca, para abrir boca y dejar el listón de la discusión bien alto.

Evidentemente no volverá el momento de fraguarse ninguna moción de censura como se hacía antaño, o quedaban al descubierto los pacto secretos cocidos dentro de la Casa de la Ciutat.

Veremos como se lleva esta ausencia de alegría, de sensaciones de que la Fira se lleva algo más que el calor agobiante y asfixiante que traen los feriantes, ya sin abanicos con su lenguaje morboso que levantaba pasiones en otras épocas. Veremos cual es la reacción de nuestro cuerpo y nuestro espíritu cuando nadie venga a visitarnos. Ni siquiera el subsecretario tercero de la conselleria de pesca y alimentación que prometería sanear algún trozo del río Albaida.

La Albereda ya no tendrá centenares de tenderetes. El vacío será su amante secreto, y el cantar de algún pájaro perdido se escuchará muy cerquita del Moncho.

Habrá que ir imaginando nada sobre la nada. Calor sobre mucho más calor, y silencios por encima de cualquier palabra. Un pavimento abrasador y una Font del Lleó seca de recursos y mil veces inmortalizada por las cámaras de fotos desde 1942, cuando arrancó de nuevo la Fira de Xàtiva después de la criminal contienda civil que se sufrió.

Es posible que siempre nos quede un «esmorzar firer», y brindar desde la Porta de l’Aljama de que todo volverá a ser como antes. Seguro que Jaume I nos echará una mano. Ya lo dijo cuando vio Xàtiva y nos otorgó posteriormente la Fira: «Mai no he vist terres com aquestes…». Son estas tierras, las que vencen y están llenas de historia. Allí donde «comença l’horta i acaba el secà». Esa es la grandeza que hará que todo renazca de nuevo.